Una combinación de Intereses políticos y criminales decidieron la decapitación del alcalde de Chilpancingo



La exhibición de su cabeza sobre el toldo de su propia camioneta en la que se fue a Mochitlán fue un mensaje contundente para otro destinatario diferente al criminal


Texto: Marlén Castro y Margena de la O

Foto: Antonio Castañón 

Chilpancingo

Lunes 9 de diciembre del 2024


Reportaje completo


El día que lo asesinaron, el alcalde de Chilpancingo Alejandro Arcos Catalán (43 años) confió a las 11 personas que iban con él que “tenía que ir a atender un tema, solo”. Eso ocurrió en el entronque de Tepechicotlán, a las doce del día, el 6 de octubre del 2024, apenas seis días después de rendir protesta como primera autoridad municipal.

Cuatro horas y media después, su cabeza decapitada apareció en el toldo de la camioneta Robust, Volkswagen en la que se fue rumbo a Mochitlán, un municipio en el que la gente sabe y lo dice de forma coloquial que se está en terreno ardillo, es decir, en una porción de territorio guerrerense controlado de forma férrea por el crimen organizado conocido como Los Ardillos, compuesto por grupos políticos, económicos, agentes estatales y criminales.

Desde su llegada a la alcaldía pesaba sobre el alcalde una advertencia por el asesinato de quien sería su secretario de Seguridad Pública, Ulises Hernández Martínez, la cual se convierte en una sentencia porque a los tres días de estar en funciones matan a quien nombra como el secretario general del Ayuntamiento, Francisco Gonzalo Tapia Gutiérrez, que lo obliga a pedir ayuda al gobierno del estado para su seguridad, pero la gobernadora Evelyn Salgado Pineda nunca le toma la llamada.

Entonces, creó su propio equipo de seguridad, porque tampoco confiaba en los policías municipales a cargo de Germán Reyes Reyes, a quien nombró encargado de despacho de la Secretaría de Seguridad Pública, y a quien detuvieron el 12 de noviembre, acusado como autor intelectual de su crimen. El primer día en funciones, sus escoltas lo dejan andar solo en territorio ardillo, donde ocurre su muerte.

Para líderes del PRD, el asesinato de Alejandro Arcos acabó totalmente con ese partido.

“Siendo él el alcalde de la capital era el dirigente más visible del partido para los próximos años”, compartió el líder de su corriente en el PRD, Celestino Cesáreo Guzmán.

Para el sacerdote Filiberto Velázquez Florencio, quien junto a otros obispos de Guerrero han mediado con grupos criminales durante crisis violentas en Chilpancingo, las motivaciones del crimen de Alejandro Arcos “son más amplias que un simple ajuste de cuentas”.

El sacerdote sostiene que el asesinato del alcalde por parte de Los Ardillos, como estableció la Fiscalía General del Estado (FGE), es una forma de calentar el terreno de manera innecesaria. Recuerda, entonces, que el Estado suele utilizar a “la delincuencia organizada o a ciertos grupos” para generar este tipo de escenarios.

El móvil que sostiene la FGE es la negativa de Alejandro Arcos a nombrar incondicionales de Los Ardillos en su gabinete, pero hay quienes sostienen, también dentro de lo que fue su equipo, que espacios de la administración debieron otorgarse solo con la anuencia del grupo del crimen organizado, lo que expone dos posibles escenarios: acuerdos o imposiciones.

Una fuente del equipo cercano de Alejandro Arcos expuso que el tema de los cargos en el gabinete no pudo ser la razón del asesinato, porque el alcalde nombró a todos los que le impusieron y debió hacer a un lado a sus colaboradores cercanos.

La escena viralizada de la cabeza de Alejandro Arcos sobre el toldo de su propia camioneta tambié aporta elementos para sostener que éste es un asesinato con motivaciones políticas, ejecutada por criminales.

La forma en la que sus asesinos dejaron expuesta su cabeza, si bien es una imagen cruenta porque existe la intención clara de exhibirlo, la escena es limpia. No hay sangre y extremidades regada por todos lados, como deja el crimen organizado a sus víctimas para enviar mensajes al grupo rival, es decir, pareciera que este mensaje tiene otro destinatario.



Primera parte

Alejandro Arcos, un político que desde la infancia trazó destino

Era un día de campaña del proceso electoral local del 2012, en un recorrido por la colonia CNOP, al oriente de la ciudad de Chilpancingo. El resto del equipo avanzó y él, un tanto a propósito, se rezagó. Entró a una pequeña casa que le quedó al paso y fue directo al fogón de la cocina, donde hervía un caldo; tomó un plato y se sirvió, como si estuviera en su casa.

La dueña de aquella casa modesta vio aquel acto con tanto beneplácito que desde entonces fue su seguidora y simpatizante en cada uno de sus proyectos políticos. También enfrentó su asesinato como una doliente directa.

Alejandro Arcos solía hacer este tipo de cosas. En una plática informal, uno de sus colaboradores cuenta que era común que bajara de su carro, saludara y abrazara a las personas, las conociera o no. Por esa razón no le pareció extraño que el día que lo mataron decidiera ir solo a Tepechicotlán para repartir por su cuenta las despensas a los afectados por las lluvias de John.

Alejandro solía tocar a las personas, aun cuando llegara a interpretarse como un acto de exceso de confianza, porque con eso rompía cualquier tensión en el trato, además, siempre utilizaba la palabra “hermano” para referirse a propios y extraños, cuenta el abogado Valentín Sandoval Montiel, uno de sus amigos cercanos.

Tiene un recuerdo entre ambos que cree lo definen. En una ocasión fueron al campo, a un sembradío de elotes, los que más tarde comerían pero, primero, decidieron hervir frijoles en una olla de barro que dejaron abandonada en un anafre. Cuando volvieron, la olla había tronado porque se sobrecalentó. Alejandro se sirvió los frijoles que quedaron a salvo en la cuenca de lo que fue la olla.

En realidad, estas formas en los políticos locales son comunes –como si fueran herencia de una vieja guardia priista que ocupó la mayoría de los espacios públicos–, que parece se graduaron en la misma escuela.

Arcos Catalán logró la alcaldía como un escalón para conseguir su objetivo de vida: ser gobernador de Guerrero. Trabajó, en cargos públicos y fuera de ellos para tratar de conseguirlo; se graduó como licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública, en la Universidad Sentimientos de la Nación (USN).

En el argot de la clase política se sabe que su gurú era el exgobernador Ángel Aguirre Rivero, quien formó parte de la vieja camada del PRI. Durante los primeros meses de su administración como gobernador por segunda vez (ya como parte del PRD, 2011-2014, no hizo su mandato completo hasta 2015, por el caso Ayotzinapa), lo nombró titular del Instituto Guerrerense para la Atención Integral de las Personas Adultas Mayores (Igatipam) y lo arropó para ser diputado local en el periodo 2012-2015. En ese recorrido proselitista por la CNOP, Alejandro, como candidato del PRD, buscaba las simpatías para ser diputado local.

Arcos y Aguirre se conocieron cuando el primero era adolescente y el segundo, gobernador interino (1996-1999), al suplir a Rubén Figueroa Alcocer, revocado por la matanza de Aguas Blancas.

Existen dos versiones de cómo ocurrió ese encuentro entre ambos en 1996. Queda claro que Alejandro tenía el deseo de convertirse en gobernador del estado desde adolescente.

José Villanueva Manzanares, quien fue el secretario particular de Aguirre durante su interinato, narra una de ellas. Era la inauguración de la primera tienda de autoservicios en la ciudad, ubicada a la altura del paseo Alejandro Cervantes Delgado, y el gobernador y su comitiva estaban en lo que, entonces, era un acto de mucha relevancia. Un jovencito de evidente carisma –tendría entre 15 y 16 años; nació el 12 de febrero de 1981– llegó hasta el mandatario y tendiéndole la mano le dijo: ‘Yo algún día quisiera ser gobernador como usted, ojalá me conceda una audiencia para platicar’.

La otra versión la ofreció el mismo Aguirre. En su anécdota, el encuentro ocurrió en Casa Guerrero, entonces la residencia oficial, durante un acto público. Al término llamó al joven que se hizo notar para preguntarle su nombre y qué quería ser de grande, quien le contestó ‘gobernador, como usted’. Desde entonces, expone, asumió el papel de su “tutor” político.

Las dos narraciones de lo que se supone es un mismo momento fueron publicadas a manera de artículos de opinión por esos personajes políticos en el periódico El Sur, en ediciones distintas después del asesinato de ese joven que, con 43 años, logró convertirse en el alcalde de la capital de Guerrero.

Hay quienes veían en él toda la influencia de Aguirre en su manera de hacer política.

–¿Cómo es Aguirre?,–increpa el empresario local Pioquinto Damián Huato en una entrevista sobre su opinión de lo que ocurre en Chilpancingo, después del asesinato de Arcos Catalán. Pero no consigue respuesta y se responde solo. –Le encanta prometer. Así era Alejandro.

Otras personas que lo conocieron le dan sólo a él, el crédito de sus logros políticos, porque siendo casi un niño trazó su objetivo. “Yo no sé cómo sea la gente en particular, lo que sí sé es que hay gente que tiene claras sus metas. Él (Alejandro) nunca se preguntó si iba a poder ser gobernador, él sabía que iba a ser gobernador”, agrega el abogado Sandoval.

Para ese propósito, comparten otros que también lo conocieron muy de cerca, sabía que necesitaba dos cosas: dinero y que más personas lo conocieran.

Su ocupación personal, un hombre joven casado con Sandra Elena Solís Peralta, padre de un hijo menor de 10 años, era la de comercializador o proveedor de productos en diferentes ramos, hasta en el de medicamentos, a la iniciativa pública y privada. Era miembro de una familia tradicional de una evidente medianía económica. Sus padres, Leonel Arcos Luna y María del Socorro Catalán Chávez, son personas muy conocidas en la ciudad, al igual que sus otros dos hijos, hermanos de Alejandro.

A partir de sus ingresos y gestiones realizaba acciones –aun sin cargos públicos– que en la política gustan nombrar como sociales, cuenta una persona cercana de quien se guarda su identidad.

Buscaba, además, tener círculos de convivencia variados, hasta la de corredor de maratones, para eso su carisma y don de socializar le ayudaron, pero su objetivo era el político. Desde 2005, cuando tenía apenas unos 24 años, fundó la asociación civil Muévete por Guerrero, en la que amparó sus acciones con ese propósito.

“Entendía que esto (las aspiraciones políticas) se movían con dinero y para acceder al cargo tenía que tener dinero, para cuando no había campañas, hacer obras. Entendía mucho el esquema de cómo hacer política”, cuenta alguien más.

Pero el rasgo común que le veían varios es que, al final, jugaba solo. Tuvo la simpatía de Aguirre, pero no era su incondicional, lo consideraba aliado, pero lo mismo trataba con él, como con otros. El exgobernador Héctor Astudillo Flores lo mantuvo como director de Catastro en su administración como alcalde de Chilpancingo (2009-2012).

En 2012, Alejandro tuvo una fricción con Aguirre, comparte uno de sus allegados, porque como diputado local buscó ser el coordinador de la bancada del PRD, en ese entonces con la mayor fuerza a nivel estatal, para convertirse en la máxima figura en el Congreso local, pero no tuvo su apoyo.

En ese trienio legislativo (2012-2015), el coordinador del Congreso local fue Bernardo Ortega Jiménez, el político perredista que es hermano de los líderes del grupo criminal de Los Ardillos, Celso y Jorge Iván Ortega Jiménez, quienes tienen su feudo en la zona donde asesinaron a Arcos Catalán.

Alejandro siguió en su objetivo de ganar simpatías, porque era “perspicaz», “inteligente”, pero, sobre todo, “amigable”. “Así como él era, imposible que no los tuviera”, dice alguien del PRD cuando se le pregunta si tenía amigos adentro del partido. Esto no significa que necesariamente fuera solidario, aclara alguien más cuando lo describe, porque “su ambición era personal”.

Cierta o no esta última interpretación sobre él, muchos en Chilpancingo no se resistieron a su trato, porque en la votación del 2 de junio del 2024, aun con una diferencia pequeña, logró lo que parecía casi imposible: venció a Morena, el partido que tiene todas las mayorías en Guerrero y se quedó con la alcaldía de la capital del estado, la más importante.



Segunda parte

La de Alejandro, una campaña política, con respaldo ardillo

“Ser alcalde no era su sueño principal, pero era la forma de llegar a él”, afirmó su amigo el abogado Valentín Sandoval Montiel.

Por eso, Alejandro se empeñó en ser presidente municipal. Compitió en 2021, como parte de la alianza PRI-PRD. Lo derrotó Norma Otilia Hernández Martínez, de Morena-PT, por 13,586 votos. Tres años después, en la contienda de 2024, se volvió su aliada y en gran parte, artífice de su triunfo, después de que, a ella, en su partido, le negaran la reelección en la alcaldía y la candidatura al Senado.

Arcos Catalán pertenecía al PRD y, de acuerdo con el convenio de coalición suscrito entre PRI y PRD, para la contienda del 2024, le tocaba a un priista y quien se anotó fue Bonifacio Montúfar Mendoza.

Bonifacio Montúfar no era cualquier adversario. Bonifacio y sus hermanos Erit y Abel tienen historia en las fuerzas policíacas de Guerrero y en varios episodios de violencia a nivel estatal y local. Son originarios de la región de Tierra Caliente y militantes del PRI. Bonifacio Montúfar fue director de la Policía Municipal cuando Héctor Astudillo Flores, exsenador y exgobernador, era el alcalde de Chilpancingo, en los años 2009-2011. Esa fue la época en que aparecieron las primeras personas asesinadas desmembradas y decapitadas en la ciudad, como el hecho que ocurrió el 11 de diciembre del 2009, cuando en la entrada de una secundaria céntrica aparecieron los cadáveres de cuatro hombres desmembrados, poco antes del inicio de clases, a la vista de estudiantes, madres, padres y personal docente.

Erit Montúfar Mendoza fue director de la Policía Judicial, ahora Policía Ministerial, en los gobiernos de René Juárez Cisneros y Zeferino Torreblanca Galindo, entre 1999 y 2011. En el gobierno de Héctor Astudillo Flores, Erit Montúfar fue el titular de la Delegación de Gobernación y Bonifacio director del Instituto de la Policía Auxiliar (IPAE), cargos a los que renunciaron en 2019, en medio de señalamientos públicos contra su familia de planear varios crímenes en la región de Tierra Caliente. A Abel Montúfar Mendoza, alcalde con licencia de Coyuca de Catalán, municipio de la región de Tierra Caliente y candidato a diputado local, lo asesinaron en mayo del 2018. Los rumores de que los Montúfar formaban parte de un grupo del crimen organizado no se cesaron con el asesinato del alcalde con licencia.

En 2023, Bonifacio Montúfar reapareció en la escena política, como un fuerte aspirante a ser candidato del PRI a la alcaldía en la capital. Del lado del PRD, ya se mencionaba de nuevo a Alejandro Arcos, pero se descartaba su participación porque ya había sido candidato en 2021.

Sin embargo, en marzo del 2024, las dirigencias partidistas acordaron definir al candidato mediante una encuesta para que compitiera por la alcaldía el aspirante mejor posicionado.

La encuesta se realizó entre el 24 y 27 y se anunció el 29 de marzo. Los resultados no se dieron a conocer públicamente sólo se informó que Alejandro Arcos había ganó la encuesta y, en segundo lugar, quedó Bonifacio Montúfar. El 1 de abril, Bonifacio emitió un comunicado en el que alegó que los resultados de la encuesta fueron manipulados y que insultaban la inteligencia de la ciudadanía.

Los partidos de la coalición, en la que ya estaba sumado el PAN, llamaron a Bonifacio Montúfar, a la estructura del PRI y a la dirigencia estatal a unirse al proyecto.

En medio del disgusto de las bases priistas, Alejandro Arcos, quien inició en ese partido su carrera política, arrancó su campaña para sentarse en la alcaldía.

El 20 de abril del 2024, en la alameda Granados Maldonado, inició su campaña política. Su principal adversario era Jorge Salgado Parra, ahora de Morena, antes del PRI y también del PRD, quien tampoco tenía el apoyo de las bases de ese partido, porque lo consideraban una imposición del senador Félix Salgado Macedonio, padre de la gobernadora Evelyn Salgado Pineda.

El día del arranque, Alejandro Arcos pidió ser evaluado por la ciudadanía conforme a los ideales del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, adversario de las cupulas partidistas que postulaban a Alejandro. Lo que dijo generó un silencio incómodo entre la concurrencia. No aplaudieron, no vitorearon, no corearon ninguna consigna.

Al lado de Alejandro Arcos estuvo Magdalena Hernández Martínez, hermana de Norma Otilia Hernández Martínez, la alcaldesa de ese entonces y a quien Morena no respaldó para la reelección. En esa ocasión, Alejandro Arcos levantó la mano de Magdalena Hernández y dijo: “la alianza será con los ciudadanos, más allá de las ideologías partidistas”.

La presencia de la hermana de Norma Otilia Hernández en sus actos de campaña fue leída como el respaldo de la entonces alcaldesa de Morena al candidato de la coalición PRI-PRD-PAN y no al de su partido.

Norma Otilia Hernández se distanció de Morena, mejor dicho, de la gobernadora Evelyn Salgado y de su padre Félix Salgado, cuando se difundió un video en el que aparecía con uno de los hermanos líderes del grupo del crimen organizado Los Ardillos, Celso Ortega Jiménez, después de otro hecho de violencia extrema en la capital, el asesinato de siete integrantes de una familia, quienes estaban desaparecidos y sus restos aparecieron decapitados y desmembrados el 24 de junio del 2023 casi frente a la iglesia de San Mateo, en el centro de la ciudad. Los asesinos dejaron las siete cabezas sobre el toldo de una camioneta y los restos desmembrados dispersos en la calle. Tenían una cartulina con un mensaje para Norma Otilia Hernández, acerca de un segundo desayuno. Poco después se difundió un extracto de un video con Norma Otilia desayunando con, se supone, era Celso Ortega.

Alejandro Arcos seguía viento en popa en su campaña, mientras Jorge Salgado Parra se movía en eventos deslucidos, donde había poca gente. El equipo del candidato de Morena denunció que no los dejaron hacer campaña en el valle de El Ocotito, que cuando iban por Mazatlán, fueron interceptados por civiles armados, quienes les dijeron que no tenían permiso para sus actividades partidistas.

El Ocotito y Mazatlán forman parte de un corredor conectado por la carretera federal México-Acapulco, en la que después de varios años de confrontación entre diferentes grupos criminales, con asesinatos masivos e incursiones violentas en las comunidades, fue controlado económica, política y criminalmente por Los Ardillos, al igual que algunas localidades de la Sierra, las que se ubican en las partes altas de ese corredor.

Otro candidato que se quejó de que no podía hacer campaña en el valle de El Ocotito y algunas comunidades de la sierra fue el expriista Víctor Manuel Martínez Toledo, de Movimiento Ciudadano. Martínez Toledo denunció que el único candidato que podía hacer campaña en esos lugares era Alejandro Arcos.

“Norma Otilia les organizaba a los comisarios de esos lugares para que lo recibieran”, compartió un integrante de confianza del equipo de Alejandro Arcos, quien después del asesinato del alcalde, por su seguridad, se alejó de Chilpancingo y se retiró de actividades políticas. “Ella se encargaba de eso”, aseguró la fuente.

El 2 de junio, Alejandro Arcos ganó la elección con 48,658 votos. Jorge Salgado tuvo 46 mil 953 sufragios. Una ligera ventaja de 1,705 votos.

Como la ventaja era mínima, se creía que en el conteo se podía revertir esa diferencia.

La confirmación de que con los votos de habitantes de comunidades controladas por Los Ardillos ganó Alejandro Arcos, fue la presencia de vecinos de esas comunidades en las sedes distritales para vigilar el conteo de votos.

Habitantes de unas 30 comunidades de ese corredor, encabezados por el Frente de Comisarios de la Sierra y del Valle del Ocotito tomaron las oficinas distritales en la víspera del cómputo, para exigir respeto al voto a favor de Alejandro Arcos.

El cómputo no revirtió los resultados y Alejandro Arcos con el apoyo de las comunidades, reconocidas abiertamente por el control de Los Ardillos, recibió su constancia de mayoría.


 


Tercera parte

Los rasgos políticos que brotan en el crimen de Alejandro Arcos

En la elección local del 2024 nadie quería al PRD, un partido que perdió toda su razón de origen y, como consecuencia, en esta elección su permanencia a nivel nacional, expone una de las personas más cercanas Alejandro Arcos Catalán para tratar de dimensionar lo que este político logró al convertirse en alcalde de Chilpancingo desde esa militancia.

Cree que debió tener simpatías genuinas para conseguirlo, porque tampoco es que el PRI o el PAN, sus aliados, sumaran demasiado, si Guerrero es una referencia nacional sobre la mayoría de Morena. Después del proceso del 2024, el partido guinda se quedó sin Chilpancingo, la alcaldía más importante de entre los cuatro municipios más relevantes del estado, porque tiene en sus manos el Ejecutivo y el Legislativo local.

Desde el lado político, el exsenador Celestino Cesáreo Guzmán, líder de la corriente interna del PRD estatal, Alternativa Democrática Guerrerense (ADG), donde militaba Arcos Catalán, evalúa el asesinato, porque nunca habían asesinado a un alcalde de estas dimensiones, en cuanto a la importancia del municipio.

“Su repentina muerte y la forma en cómo se llevó a cabo nos lastimó profundamente, y también puedo decirte que descabezó al PRD en general, el PRD estatal, porque siendo él el alcalde de la capital, era el dirigente más visible del partido para los próximos años”, menciona. Con esto, expone que los perredistas locales pusieron sobre los hombros de Arcos Catalán un peso mayor a la de ganar una elección, la esperanza de sostener el futuro del partido que con dificultades conserva su registro local.

Arcos Catalán le ganó a Jorge Salgado Parra, el candidato de Morena por poco más de 1,700 votos, en realidad una ventaja mínima, porque los votos nulos fueron casi 4,000, de acuerdo con los resultados disponibles en el portal del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado (IEPC) de Guerrero.

El sacerdote Filiberto Velázquez Florencio, quien junto a obispos guerrerenses medio con líderes de grupos criminales en varios momentos de crisis por la violencia en Chilpancingo, también puso los ojos en los aspectos de corte político, como posibles causas del asesinato.

Por todo el contexto que conoce, a Velázquez Florencio le parece inviable, si la responsabilidad material del caso está orientada hacia uno de los grupos criminales asentados en Chilpancingo –extendidos hasta la zona Centro y Montaña de Guerrero, de acuerdo con la información oficial de la criminalidad–, que fuera un asunto por cuenta propia.

“Sería una tontería generar o calentar el propio territorio donde ellos operan con algo así, o sea, si no hubo de por medio algún acuerdo que beneficiara con el riesgo de que se calentara su propio territorio, o que generara una reacción de desbandada en contra de algún grupo, se me haría tontería haberlo hecho así”.

El cura expuso con contundencia que en Guerrero y el país se vive en una democracia de apariencia donde simplemente no se respetan las libertades, porque existe un Estado que usa grupos de presión para disuadir contrincantes.

Con este comentario como antecedente plantea una hipótesis del caso “más amplia que simplemente un ajuste de cuentas”, porque conoce cómo operan los dos grupos, sus intereses y códigos.

Velázquez Florencio medió en febrero pasado entre Los Ardillos y Los Tlacos para que dejaran de atacarse, donde la ciudad de Chilpancingo fungió como escenario y los transportistas, otra vez, como el blanco, lo que pegaba de manera directa en el grueso de la población que depende del transporte público y que, al igual que los propios transportistas, salen diario a trabajar. En los días previos a la tregua asesinaron a siete conductores del transporte público en la ciudad.

En el caso particular del asesinato del alcalde expone que pudieron involucrase diferentes actores con un fin político: “No puede operar en impunidad un grupo del crimen organizado si no existe, de una manera, en este caso, una estrategia de no confrontación. (…) Uno de los mensajes es medir la fuerza del Estado, tanto federal como estatal, y ya lo estamos viendo, pareciera que no hay una persecución frontal si los perpetradores son los que el mismo Estado está señalando, de ahí vienen otras hipótesis: el propio Estado puede utilizar a la delincuencia organizada o a ciertos grupos para generar este tipo de escenarios que, al final, lo que tiene es un beneficio político, y de alguna manera el Estado se lava las manos al decir que es algo del crimen organizado”.

Una persona que fue muy cercana a Arcos Catalán, de quien su guarda la identidad, dice –en lo que no parece un intento de glorificar su imagen, porque lo reconoce como una persona excesivamente amigable, más no solidaria en el aspecto político– que le cuesta creer que lo que pasó tenga que ver con malos acuerdos entre Arcos Catalán (y su figura como alcalde) y líderes criminales, porque hay más implicaciones políticas de por medio.

Hay quienes sostienen, también dentro de lo que fue el equipo del alcalde asesinado, que espacios de la administración debieron otorgarse solo con la anuencia de Los Ardillos, lo que expone dos posibles escenarios: acuerdos o imposiciones.

Una fuente del equipo cercano de Alejandro Arcos expuso que el tema de los cargos impuestos en el gabinete no pudo ser la razón del asesinato, porque el alcalde nombró a todos los que le impusieron.

En los casos donde Alejandro no podía tomar una decisión, porque implicaba hacer a un lado a gente que lo acompañó y con quienes personalmente se comprometió, esas personas recibieron llamadas amenazantes para que se hicieran a un lado.

“Nos hicimos a un lado, entendimos que esos compromisos eran de otra índole”, aseguró.

Una fuente que conoce la actuación de los grupos criminales comparte con contundencia que Los Tlacos se deslindaron del asesinato del alcalde y del secretario general del Ayuntamiento de Chilpancingo, Francisco Gonzalo Tapia Gutiérrez, asesinado tres días antes que Arcos Catalán.

No ocurre lo mismo con quien estaba previsto sería el secretario de Seguridad Pública, Ulises Hernández Martínez, un capitán retirado del Ejército y quien ocupó el cargo de coordinador de la Unidad de Fuerzas Especiales en Guerrero, asesinado el 28 de septiembre pasado, antes de arrancar la actual administración municipal. La fuente explica que el posible servidor público vivía fuera de Guerrero y volvió por el cargo, pero olvidó que tenía cosas pendientes con Los Tlacos por sus pasadas acciones policiales.

La investigación oficial expone un único autor intelectual relacionado con Los Ardillos, aun cuando la jueza del caso refutó que la FGE no presentó elementos contundentes para comprobar esa relación.

El empresario local Pioquinto Damián, quien conoce el municipio en su dimensión social y política, no tiene elementos para decir que el trasfondo en el caso del alcalde sea concretamente político, “pero lo cierto es que pasó algo, que ofendió a alguien, le falló a alguien, eso es incuestionable”.


Fotografía con una intervención hecha por Antonio Castañón.

Cuarta parte

6 de octubre, el día del asesinato

Cuando llegaron al entronque de Tepechicotlán, alrededor de las doce del día, Alejandro Arcos Catalán detuvo la marcha de la Gran Cherokee. Los conductores de las camionetas Robust y Amarok que lo seguían, hicieron lo mismo.

“Tengo que ir a atender un tema. Yo solo”, les dijo a los cuatro colaboradores que lo acompañaban. El manejaba. Se bajó de su vehículo.

Se dirigió a la camioneta Robust, de la Volkswagen, donde iban seis de sus escoltas recientemente contratados, a quienes les dijo lo mismo, que “tenía que ir a atender un tema. Solo”. A las once personas de esta comitiva, a bordo de tres camionetas, la tercera era una Amarok, también de la Volkswagen, pidió que realizaran las actividades programadas en Tepechicotlán y, después, él se incorporaba.

Se subió a la Robust y se adentró al libramiento Héctor Astudillo Bello. Una carretera de excelentes condiciones construida en el arranque del gobierno del priista Héctor Astudillo Flores, en 2015, una vía para llegar directo a Mochitlán. El libramiento lleva el nombre del padre del gobernador Héctor Astudillo Flores. Se lo puso el alcalde de Mochitlán Jhobanny Jiménez Mendoza, del periodo 2015-2018, en honor al padre del gobernador.

“Lo vimos alejarse de nosotros, sin preguntarle nada, qué podíamos preguntarle ¿qué tema vas a atender? ¿Con quién? ¿Por qué solo? Si estábamos en un área de la que sabemos lo que significa. Cuando la camioneta se perdió en el libramiento nosotros nos metimos a Tepechicotlán a realizar varias tareas”, contó una de las personas que acompañaron ese día a Alejandro.

Desde Petaquillas, una comunidad rural de 12 mil habitantes, pegada a la capital y que forma parte del municipio de Chilpancingo, la gente sabe y lo dice de forma coloquial que se está en terreno ardillo, es decir, en una porción de territorio guerrerense controlado de forma férrea por un grupo del crimen organizado conocido como Los Ardillos. El grupo tiene control desde el acceso a Petaquillas mediante diversos retenes de integrantes de este grupo disfrazados de policías comunitarios. Después, al llegar a Mochitlán, un retén de vigilancia de policías municipales detiene e interroga a todos los que ingresan a este territorio. “¿A dónde van? ¿Cuánto tiempo?” Son las primeras preguntas, después de ver identificaciones y corroborar la identidad de las visitas. Del mismo modo operan los policías municipales de Tixtla, otro municipio pegado a la capital, por el que se accede a la Montaña, otra región en la que varios municipios están controlados por Los Ardillos y tiene conexión con Mochitlán.

“Cuando la camioneta de Alejandro se nos perdió de vista, nosotros nos dirigimos a Tepechicotlán a hacer las tareas programadas, lo primero que fuimos a ver fue las máquinas de desazolve en la limpieza del río”, detalló la fuente.

Alejandro no le dijo a nadie de su equipo que al llegar a Tepechicotlán él se iba a separar y se iría solo. Es lo que cree la fuente porque nadie habló una sola palabra antes y, tampoco, después por la sorpresa y lo difícil de la situación.

“Cuando lo vi alejarse y perderse en el libramiento sentí algo que me puso inquieto, pero cuando él se fue no iba temeroso, no iba con miedo, creo que confiaba demasiado en el enlace o los enlaces que tenía, creo que sólo él conocía quién o quiénes eran sus enlaces y confiaba demasiado en ellos. Alejandro era así: muy confiado”.

Lo raro era que Alejandro se fuera confiado. Para esas fechas, ya habían asesinado a Francisco Gonzalo Tapia Gutiérrez, su secretario general del Ayuntamiento, a solo tres días del arranque del gobierno municipal, el 3 de octubre. Francisco Gonzalo era parte del equipo que formó Alejandro para llegar a la alcaldía.

Se trataba, además, del segundo asesinato de alguien relacionado con él. Antes de rendir protesta, el 28 de septiembre, asesinaron a quien asumiría el cargo de secretario de Seguridad Pública en el municipio, Ulises Hernández Martínez, un capitán retirado del Ejército y ex director de la Unidad de Fuerzas Especiales (UFE), junto a su esposa. Se supo que Ulises Martínez fue asesinado después de asistir a una reunión a la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, como un acto previo a asumir esa oficina.

Después del asesinato de Francisco Gonzalo, por razones de seguridad, desde el jueves 3 de octubre, Alejandro se fue a vivir al domicilio de uno de sus hermanos, al centro de la ciudad. Se fue solo para facilitar su traslado al Ayuntamiento, también ubicado en el centro. Su esposa y su hijo se quedaron en el domicilio familiar. El día del asesinato, de acuerdo con lo que contó a la Fiscalía General del Estado (FGE) la esposa de Alejandro, ella y él se comunicaron temprano por una videollamada. Ahí ella se enteró que iban a Tepechicotlán a atender a los afectados del huracán John.

No le dijo nada sobre “el tema” en cuestión y, menos, que iría solo.

“Con el paso de los días he analizado mucho esta situación y he llegado a la conclusión que la organización de esta gira a Tepechicotlán fue generada por Alejandro para tener una cobertura que le permitiera atender ese asunto que tenía que atender”, agregó la persona que acompañó a Alejandro a esa gira.

El viernes 4 de octubre, al día siguiente del asesinato de su secretario general, Alejandro tuvo actividades en el Ayuntamiento. De hecho, después de rendir protesta el 30 de septiembre, era en sí el primer día que Alejandro despachaba en el edificio municipal. Le tocó asumir el gobierno en medio de la contingencia por el huracán John y sus primeras actividades fueron en territorio, para atender a los afectados y albergados en refugios por las lluvias.

Gran parte de ese viernes, Alejandro lo dedicó para entablar comunicación con la gobernadora, la morenista Evelyn Salgado Pineda, para plantearle el tema de su seguridad, revelaron fuentes cercanas al alcalde.

“La gobernadora nunca le tomó la llamada”, dijeron.

Después del asesinato de Francisco Tapia, Alejandro comenzó a armar un equipo de escoltas para su seguridad. Su padrino político, el perredista y expriista, el exgobernador Ángel Aguirre Rivero le recomendó a Severiano Promotor Guzmán, quien había sido su jefe de escoltas cuando fue gobernador.

Las pruebas que tiene recabadas la FGE indican que Alejandro buscó escoltas, porque no confiaba en los policías municipales, de los que se supone era jefe. Para entonces, ya había nombrado encargado de despacho de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal al teniente retirado del Ejército, Germán Reyes Reyes, quien se había desempeñado como agente especial de Delitos Graves en la FGE. Reyes Reyes fue detenido como autor intelectual del crimen de Alejandro, el martes 12 de noviembre.

En una breve entrevista en la audiencia inicial de formulación de imputación, Reyes Reyes indicó que una persona de confianza de Alejandro se comunicó con él para decirle que el alcalde quería que lo apoyara en Seguridad Pública, que se entrevistaron y Alejandro le entregó su nombramiento el 1 de octubre.

Las fuentes que se consultaron en el Ayuntamiento y con su equipo de confianza aseguraron que Alejandro no buscó a Reyes Reyes, que nadie lo conocía cuando el alcalde lo nombró encargado de despacho. Entendieron que el nombramiento era resultado de las presiones que recibía por parte de Los Ardillos, probablemente, por algunos acuerdos.

Los seis escoltas que acompañaron a Alejandro a Tepechicotlán fueron contactados un día anterior por Severiano Promotor Guzmán, a quien le recomendó Aguirre para que se hiciera cargo de su seguridad. Severiano Promotor iba al frente del equipo. Era el primer día de trabajo de todos ellos.

Se conoce, aunque no hay forma de probarlo, que los grupos del crimen organizado presionan a los alcaldes para que, en Seguridad Pública, Finanzas y Obras Públicas, principalmente, nombren a personas que ellos indican.

Los once colaboradores desahogaron la agenda en Tepechicotlán y Alejandro no se incorporó. Cerca de las cuatro de la tarde, habitantes del pueblo los invitaron a comer.

“Como a las cuatro y media de la tarde nos llegaron las primeras noticias de que habían dejado a un hombre decapitado, con la cabeza sobre el toldo de una camioneta blanca. A mí, de manera inmediata, me dio mucho escalofrío, la piel se me puso chinita. Cada vez que me acuerdo de él, me sigue ocurriendo”, confió la fuente.

La Fiscalía indicó en la audiencia inicial de Reyes Reyes que Alejandro falleció “a causa de una hemorragia masiva por decapitación”, es decir, estaba vivo cuando su cabeza fue desmembrada.

El equipo de Alejandro en Tepechicotlán comenzó a buscar inmediatamente en las redes sociales fotos del hecho.

“Lo que reconocimos de inmediato fue la camioneta y las placas. Nos dimos cuenta de que sí podía ser él”.

A los pocos segundos, llamó uno de los hermanos de Alejandro, contando también la noticia que se hizo viral en redes. El hermano del alcalde les pidió que se regresaran y que lo acompañaran al lugar donde dejaron la camioneta con la cabeza decapitada, en la colonia Villas del Roble, a la salida hacia Tixtla, cuya cabecera conecta con Mochitlán.

Las personas que formaron parte del equipo de confianza del alcalde, además de la tristeza por la pérdida del amigo, sienten que su integridad también está en riesgo y tienen muchas dudas sobre la causa verdadera del asesinato.

En la audiencia inicial de formulación de imputación de Germán Reyes, la FGE reveló que Alejandro fue asesinado por oponerse a nombrar a más personas de Los Ardillos en su gabinete.

“Dicen que lo asesinaron porque se negó a que hubiera más gente de Los Ardillos en su gabinete. La realidad es que prácticamente a todas las personas que nombró en su gabinete, fueron las que ellos (Los Ardillos) impusieron”, reveló.

La Fiscalía acusó a Germán Reyes Reyes de formar parte de la estructura criminal de Los Ardillos. De acuerdo con la FGE, Germán Reyes es parte de la estructura jerárquica del grupo criminal y tiene poder de tomar decisiones.

Germán Reyes Reyes es originario de Oaxaca. Es uno de los funcionarios de corte militar que llegaron a Guerrero al mismo tiempo que la extitular de la FGE, la teniente Sandra Luz Valdovinos Salmerón, nombrada por la gobernadora Evelyn Salgado Pineda.

“Gran parte del equipo cercano de Alejandro no quedó en ningún cargo. A la mayoría de los que él quería nombrar, los llamaron y les ordenaron: ábranse, es decir, que se hicieran a un lado”.


La imagen de archivo corresponde a una actividad del proceso de campaña de Alejandro Arcos en su aspiración por la alcaldía de Chilpancingo.

Alejandro a bordo de su camioneta Robust

Lo que ocurrió entre las 12:00 y las 4:34 de la tarde, tiempo en el que Alejandro se fue solo por el libramiento de Tepechicotlán y lo regresaron en la misma camioneta, pero ya decapitado y con signos de desmembramiento en las cuatro extremidades del cuerpo, se desconoce.

La FGE sostiene que Alejandro estuvo en un rancho de Quechultenango, bastión principal de Los Ardillos, en donde Germán Reyes Reyes, ordenó privarlo de la libertad y asesinarlo. La orden se la habría dado a El Michoacano, el Jimmy y el Junior.

La Fiscalía libró orden de aprehensión contra Germán Reyes Reyes y Marco Antonio Osorio Castrejón, El Michoacano, pero hasta ahora el único detenido es Reyes Reyes.

El único elemento concreto acerca del asesinato es una serie de grabaciones sobre la camioneta Robust, manejada por quien se supone es el supuesto Michoacano, cuando entra a Chilpancingo, por la parte oeste de la ciudad que conecta con Tixtla.

Las cámaras en diferentes puntos de la ciudad captaron a un individuo en motocicleta y atrás la camioneta Robust, en la que llevan al alcalde decapitado, hasta la calle Moctezuma, en la esquina del hotel Moreli, en la colonia Villas del Roble.

La moto se mete primero a la calle cerrada del costado del hotel, después la camioneta Robust y después de unos segundos, un par de individuos salieron a bordo de la moto.

Para el empresario Pioquinto Damián Huato y el sacerdote Filiberto Velazquez la escena que se propagó de este crimen, de la cabeza del alcalde sobre el toldo de la camioneta, aporta elementos de un asesinato de otra índole.

Coinciden en que la decapitación del alcalde pareciera “hecha con bisturí” y la forma en que dejaron expuesta la cabeza, si bien es una imagen cruenta porque existe la intención clara de exhibirlo, la escena es limpia. No hay sangre y extremidades regada por todos lados, como deja el crimen organizado a sus victimas para enviar mensajes al grupo rival, es decir, pareciera que esta escena tiene otro destinatario.

Una parte de la evidencia, o sea el video en el que se ven al par de individuos que dejan la camioneta de Alejandro, fue filtrado a un periodista de la Ciudad de México, lo que pone en riesgo el elemento de prueba y a las personas que proporcionaron las imágenes que captó la cámara de su domicilio.

“La imagen con la que me quedo de Alejandro es la siguiente. Va confiado. Maneja su camioneta Robust por el libramiento. Yo lo sigo con la mirada hasta que se pierde en el libramiento de Tepechicotlán”, compartió quien lo acompañó el último día de su vida.

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