Tras sequías y dos huracanes, comunidad de Acapulco calcula que tardarán años en recuperarse

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Tras el paso de Otis el 25 de octubre de 2023, campesinos de la zona rural de Acapulco estaban apenas en vías de recuperar sus cultivos cuando el huracán John golpeó la zona este septiembre. El tiempo se regresó, y tomará mucho más reponerse sin ayuda.


Texto: Animal Político 

Foto: Especial

Viernes 25 de octubre del 2024

Chilpancingo


La comunidad rural de El Salto, perteneciente al municipio de Acapulco de Juárez y ubicada a más o menos una hora en auto del centro del puerto, perdió todas sus cosechas hace un año, tras el impacto del huracán Otis.

Con el paso de los meses y poco a poco, estaban tratando de recuperarse aun sin ayuda, cultivando de nuevo algunas plantas de limón y tamarindo, cuando el paso del huracán John en septiembre pasado llenó de nuevo todo de lodo. Los cultivos volvieron a perderse por completo y tomará años recuperarlos.

“Es volver a empezar de nuevo y sin la ayuda”, dice ahora Eduardo Dorantes, comisario de la comunidad. Los árboles para los que han logrado algunos injertos tardarán tres o cuatro años en crecer los más chicos, mientras que la palmareca y los mangos son plantas que tenían 6 o 7 años de vida.

“Por mientras de qué manera solventamos nuestros gastos, cómo le hacemos para sobrevivir, qué es lo poquito que pudiéramos tener de ayuda, cómo sería, y si no nos dice nuestro gobierno, no entendemos qué va a pasar”, reclama.



La comunidad, que forma parte del ejido de Tres Palos, vive de la producción de cultivos básicos, como maíz, frijol, jamaica, chiles y hortalizas. Por eso hoy lo más preocupante e importante para sus habitantes es el campo, porque es su medio de subsistencia.

“Sin la ayuda es lamentable; al rato tenemos que abandonar, que de por sí ya mucho campesino está abandonando el campo por falta de ayuda, y luego que nuestras autoridades de los diferentes niveles no nos voltean a ver”, reclama el comisario.

El Salto tiene una planta artesanal de distribución de agua potable, pero hace un año, la corriente crecida por Otis destruyó los tubos, lo que les privó del abastecimiento. Quedó un arroyo con apenas un poco de agua. Aquella vez, las viviendas a las orillas del afluente fueron las más afectadas.

Fue la primera vez que se enfrentaron a la destrucción de sus cultivos, hasta dos hectáreas en el caso del maíz y muchas palmas de coco tiradas. Además de volver a perderlo todo con John, lo que implica retroceder en el tiempo, la comunidad ni siquiera forma parte de la iniciativa gubernamental Sembrando Vida, que otorga apoyos a personas propietarias de cultivos.

“No entramos al programa porque según estamos cerca de Acapulco, yo no sé de qué, porque no tenemos ninguna fábrica aquí que dé una fuente de trabajo, no hay empresas, no hemos podido tener ingresos, algunos ni a ProCampo y otros ni siquiera a Sembrando Vida, que sería una manera en que nos podrían ayudar. Ni asesoría técnica tenemos, o algún empleo temporal”, explica Dorantes.



 “Nos podrían ayudar, si ellos quisieran”

El comisario de El Salto –Don Lalo, como le conocen los habitantes de la comunidad– adelanta que los campesinos planean manifestarse si las autoridades siguen sin hacerles caso. Su preocupación es grande porque no han recibido ayuda de ningún nivel de gobierno.

“Desafortunadamente, no fuimos atendidos como debería ser, nada más se censaron unas poquitas personas que fueron afectadas y faltó la mayoría; entendemos que hay muchas personas también afectadas, pero quienes sufrieron daños debieron haber sido atendidos y no fue así”, reclama.

Después del paso de John, el censo para registrar las afectaciones se limitó a poco más de una decena de casas, cuando el cálculo de la propia comunidad es que las casas afectadas alcanzan las 100, entre aquellas que perdieron sus bardas y las que necesitan enseres.

Desde Otis, precisa el comisario, se quedaron esperando apoyos que les prometieron y nunca llegaron, por falta de atención del gobierno, dice. Formaron parte del conteo, recibieron la etiqueta o el cintillo, pero las plantas nunca se la repusieron y en varias casas los enseres no fueron entregados. “Hasta la fecha, no nos han dado respuestas”, agrega.

“Es lamentable –continúa–, y es el sentir de todos nosotros los de acá del campo, porque hemos sido ignorados, olvidados. Estamos de acuerdo, la gente de lo que es la parte de Acapulco ha sido atendida, les han ayudado, les han dado prestaciones, y está bien porque fueron afectados en sus casas y sus negocios”.


Sin embargo, para la gente del Acapulco rural, su negocio, su forma de vida, son los cultivos y las plantas. Ya tiene un tiempo que no cosechan nada porque a los dos huracanes se han sumado dos temporadas de sequía.

“Entonces quién nos va a ayudar o cómo le hacemos, es nuestra preocupación porque en verdad es lamentable que no se tome en cuenta al campesino; es la parte olvidada, la parte marginada, estamos inconformes”, subraya Dorantes.

Su única pretensión ahora es ser escuchados. El comisario aclara que su comunidad de campesinos es humilde y ordenada, y preferiría no tener que manifestarse pero no les quedará de otra más que organizarse y hacerlo, para ver de qué manera les llega ayuda, pues hasta ahora no saben de qué vivirán en los próximos meses.

“El campo destruido, y nosotros sin ayuda. ¿Qué hacemos, esa es la pregunta? Una casa se puede construir en unos meses pero una planta para que se recupere son años, y ahí quedaron completamente… muchas se perdieron. El gobierno no ha resuelto nada desde Otis”, dice.

Además, la comunidad percibió el impacto de John “con muchísima agua, porque ahora fue demasiada lluvia”. La crecida del arroyo volvió a inundar todo y a afectar las casas, además de los sembradíos de maíz que resultaron totalmente perdidos, pero si no recibieron apoyos completos en el caso de Otis, comenta el comisario, tampoco esperan obtenerlo por John.


“La inquietud es que hubieran pasado por toda la comunidad, pero nada más lo hicieron en una partecita y ya no vinieron, se negaron rotundamente a perder el tiempo, a andar observando”, lamenta mientras insiste en que sean tomados en cuenta, que las autoridades regresen a la comunidad y vean que hizo falta censar a mucha gente.

Tras el impacto de Otis, El Salto pasó de todo: la pérdida de su forma de abastecimiento de agua, las enfermedades que proliferaron con los estancamientos y la falta de ayuda para la limpieza, la escasez de mano de obra para las reparaciones y la pérdida de los cultivos que no tienen para cuándo recuperarse. Desde antes se consideraban parte de un “Acapulco olvidado”, y un segundo huracán, John, casi un año después, solo vino a reforzar esa idea.

“De plano ya nos dejaron olvidados y sin respuesta”, remarca el comisario.

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