Las aves no son mascotas; admira, respeta y no las dañes

Texto y foto: Andrea Mendoza
2 de agosto de 2024
Chilpancingo

Encerradas en una jaula, con un cartón que simula un piso, una rama sin vida de lado a lado que les sirve de columpio, semillas de girasol regadas junto con sus propios desechos viven algunos pericos en cautiverio.

Estos periquitos son de un color verde limón con una pequeña mancha naranja en la frente.

Habitan las zonas costeras y la cuenca del Balsas.

Lo único que pueden hacer durante el resto de sus días que vivan dentro de esa pequeña jaula es recorrer los cincuenta centímetros de aquella rama seca, comer semillas y aprender palabras por medio de repeticiones de sus captores.

Algunos otros tendrán la oportunidad de no estar en jaula, y caminar entre un hábitat que no es el propio para un ave, aunque el costo de aquella libertad es el corte de sus alas de vuelo, las cuales son las plumas mas largas y puntiagudas.

La bióloga Marisol Castro Torreblanca, integrante del Club de Observadores de Aves en Chilpancingo y coordinadora del Programa de Aves Urbanas de Guerrero (PAU), comentó que aunque el procedimiento del corte es indoloro y les vuelven a crecer no deja de ser maltrato animal.

Castro Torreblanca indicó que los periquitos atoleros, llamados así porque durante su cautiverio acostumbran alimentarlos con masa y semillas de girasol, su longevidad de vida disminuye un cincuenta por ciento cuando es utilizado como mascota.

Es decir, si un ave, en este caso, un periquito atolero vive 20 años en libertad, en vida domestica solo vivirá 10.

Esto se debe a diferentes factores, en primer lugar, a la mala alimentación, pues a diferencia de lo que muchos creen, las semillas de girasol y la masa no son alimentos saludables para ellos.

Los pericos, cotorros y guacamayas en libertad llevan una dieta de semillas variadas, frutas e insectos que los mantienen sanos.

También tenerlos en jaulas o en ambientes caseros les producen estrés, por lo que su calidad de vida en el hogar, siempre será corta.

De igual manera, las aves necesitan volar para tener calidad de vida. “Es como si a una persona solo se le permitiera estar sentada todo el tiempo, y no caminar nunca. Solo comes y te sientas, entonces, pues tu calidad de vida no será buena ni satisfactoria”, indicó la bióloga.

Distribución y venta ilegal de las aves

Un periquito atolero puede costar entre 200 a 400 pesos. Son vendidos en mercados donde comparten jaulas pequeñas con más aves, algunas mueren durante el transporte desde las costas, de donde provienen, a las ciudades donde las venden.

Algunos otros, son vendidos en internet.

La venta de periquitos, guacamayas, cotorros y otras aves es un delito y maltrato animal.
Desde el año 2008, la venta y compra de aves es un delito federal sancionado por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y los castigos pueden ser desde una multa hasta la cárcel, de acuerdo con el portal oficial de la Profepa.

Castro Torreblanca comentó que aunque existan estas leyes y la venta de aves esté catalogada como delito desde el 2008, es muy complicado que las instituciones gubernamentales multen o castiguen a los vendedores y compradores.

“Sobre todo por la burocracia, es un sinfín de papeleos, e incluso cuando haces todo el protocolo de ir y venir, al final no les hacen nada”, lamentó la bióloga.

Castro Torreblanca recomendó admirar y respetar a las aves desde lejos, para que puedan coexistir entre nosotros y sean parte de la biodiversidad, así como no adoptar y no tenerlas de mascotas, pues las aves están hechas para los cielos y ningún animal está hecho para las jaulas.

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