Los pasteleros de Chilpancingo llegan hasta el episodio final, pero para el último les faltó tiempo
Texto: Margena de la O
Foto: Especial
Chilpancingo
Miércoles 17 de julio del 2024
Los hermanos Rentería Guzmán, originarios de la Sierra de Leonardo Bravo, llegaron hasta la final del reto del espectáculo en vivo (reality show) de Netflix, Pasteleros contra el tiempo, y su participación se distinguió por incluir en sus creaciones símbolos de la identidad y la cultura popular guerrerense.
Esta segunda temporada del espectáculo en vivo estuvo dividida en seis capítulos con la participación de seis parejas de México y Colombia que disminuyeron con el paso de los capítulos; Elio y César aparecieron en casi todos porque sus creaciones y pequeños pasteles (cup cakes), las dos opciones en los retos, fueron destacados en diseño y sabor.
En el único capítulo donde no aparecen es el intermedio, porque estuvo dedicado a la “revancha”: las parejas eliminadas hasta ese momento tuvieron una segunda oportunidad para colarse a la semifinal. Los pasteleros guerrerenses aseguraron su pase en el tercer capítulo, donde hicieron alarde de sus habilidades artísticas para crear pasteles réplicas de los jueces e invitados, sin olvidarse de complacer su paladar.
Para eso Elio y César se complementaron bien. “Ellos siempre trabajan al límite. César es un artista, él es el que esculpe, y Elio es un poco más el motor”, comenta en el episodio final el chef chocolatero Luis Robledo, quien es uno de los dos jueces fijos del espectáculo, cuando describió su manera de trabajar.
Desde el primer momento, ambos compartieron detalles de su vida y con ello, de su origen, enraizado en las Joyitas, un pueblo de unos 200 habitantes en la Sierra, donde compartieron juegos y risas con sus otros siete hermanos y elaboraron sus primeros pasteles, de lodo, productos de esas aventuras infantiles, según contaron en sus apariciones directas a lo largo de los capítulos.
Elio y César dejaron claro, además de sus grandes habilidades en la pastelería, la comunión familiar, la superación a partir de la pastelería, el orgullo de quienes son y de su origen guerrerense, y su conexión con Chilpancingo, la ciudad que los acogió cuando migraron de la Sierra y donde mantienen su emprendimiento, Rincón Dulce, un lugar que es más que una pastelería y una cafetería, porque condensa todo el esfuerzo de los Rentería. César abrió el establecimiento a sus 20 años; hace 14 años. A sus 25 años participó en un de los retos televisados más importantes, donde se quedó con el título del segundo mejor pastelero de Latinoamérica.
En el segundo capítulo, los hermanos Rentería incluyeron como parte del diseño de un cup cake, la cara de un jaguar tallada en una masa dulce, lo que parecía una réplica de las máscaras que suelen crear los artesanos nahuas de Guerrero.
Los jueces no comprendieron la propuesta de los pasteleros, sólo se centraron en el aspecto comestible de las pequeñas piezas que coronaban el pastelillo, quizá desconocían que el jaguar es más que un animal para los guerrerenses –la temática del reto en ese momento fue el mundo animal–, es un felino que tiene su hábitat en la Sierra de este territorio y, sobre todo, representa su identidad. “Estas máscaras las encuentran en todos los puestos de artesanos, en nuestra ciudad, Chilpancingo. Nosotros somos orgullosamente guerrerenses”, dice César al presentarle a los jueces el cup cake.
En el quinto episodio de Pasteleros contra el tiempo, los participantes debían probar de lo que estaban hechos, porque sería su pase a la final. Los Rentería le apostaron a su mayor fortaleza en las dos pruebas del reto: la familia, las raíces costeñas de sus abuelos, su infancia en la comunidad.
En la primera parte de “Dulces miedos”, nombre del episodio, le dieron rostro al Coco, criatura ficticia con la que los adultos suelen–o solían– espantar a las niñas y los niños. El relleno de su creación con una base de chocolate tenía, también, sabor a coco y a mango. “Mis abuelos son de la costa (de Guerrero). Ellos cosechaban mango, coco, entonces, quisimos poner un poco de nuestra historia, y así creamos el Coco monstruoso, pero con sabor a niñez feliz”, menciona Elio a los jueces.
En la segunda parte del reto –todos constan de dos partes– siguieron con los guiños a la cultura popular guerrerense. Hicieron un pastel con el que representaron la historia popular de Los chaneques, unas pequeñas criaturas traviesas que en las comunidades de Guerrero les asignan el crédito de hacer que las niñas y los niños se pierdan; son los únicos que los ven.
Aquí, la propuesta de los pasteleros guerrerenses estuvo basada en las tenebrosas barrancas de la Sierra de Guerrero de su imaginación infantil. “En la comunidad donde nosotros crecimos todos los lugareños contaban de Los chaneques, estas criaturas tenebrosas que llegaban por las noches y se llevaban a los niños a sus cuevas”, menciona César al explicar su propuesta.
Con estas dos apuestas, los Rentería logran su pase a la final con la segunda mejor evaluación que les hizo sumar media hora para el último reto. En cada episodio y reto, las mejores dos parejas ganaban tiempo para su prueba final.
Los Rentería no reunieron el suficiente, porque por talento y capacidad no quedó. La falta del tiempo, el rival a vencer en todo el reality show, les arrebató la corona, porque la pareja con quienes se enfrentaron tuvo casi una hora más para elaborar el pastel de bodas de cinco pisos de la prueba final.
Aun así, los Rentería cumplieron su prueba a una velocidad sorpresiva, y con ello, el sueño estaba más que cumplido, aparecieron en toda la serie.