Recientemente se publicó el plan de manejo que establece las actividades permitidas y prohibidas en el Área Natural Protegida. Comunidades y especialistas señalan que la conservación está más allá de lo establecido en papel.
Texto: Patricia Ramírez/Causa Natura Media/ Animal Político
Foto: Especial/ Animal Político
Sábado 15 de junio del 2024
En cinco años el lago de Texcoco pasó de los cimientos de un aeropuerto internacional a ser un Área Natural Protegida (ANP). Con sus más de 14 mil hectáreas de extensión, entre devastaciones ambientales y conflictos sociales, este humedal en el Estado de México, vecino de la capital del país, recibió un decreto en marzo de 2022 y el pasado 5 de junio, a propósito del Día Mundial del Medio Ambiente, fue publicado su plan de manejo.
En el plan se establecen 13 subzonas con actividades permitidas y no permitidas. Con excepción de las destinadas al aprovechamiento agropecuario y al uso público, en la mayoría se prioriza la investigación científica, el monitoreo del ambiente y la restauración del sitio, mientras se prohíbe la acuicultura, la agricultura, la apertura de caminos o senderos, la ganadería, el turismo y cualquier otra actividad que altere el ecosistema.
Pero a la par de lo que parece una victoria para la defensa del lago, los presupuestos ambientales de las ANP se redujeron este sexenio, las consultas rápidas no incluyeron a todas las comunidades y el trabajo entre las dependencias de gobierno ha sido tachado de “desarticulado” por algunos especialistas.
Tras las recientes elecciones presidenciales, la visión comunitaria es que el proyecto continúe más allá de las administraciones institucionales.
“Buscamos que haya un compromiso de este nuevo gobierno para atender y continuar en el rescate del lago de Texcoco y de toda la región. La realidad es que apenas hemos logrado analizar la problemática y empezar a plantear las soluciones, mas no a implementar todas las soluciones. Lo que buscamos es que se entienda que (la conservación del lago) no obedece a un gobierno, sino que es un proyecto social”, explicó Arturo González, integrante de Manos a la Cuenca.
Decretos para conservar
Cientos de años antes del surgimiento de la Ciudad de México existió Tenochtitlan asentada sobre seis cuerpos de agua que en conjunto formaban el lago de Texcoco. Con la llegada de los españoles comenzó su declive ambiental cuando la conquista llevó a la reconstrucción de la infraestructura hidráulica.
Los intentos por convertir al lago de Texcoco en aeropuerto se dieron en el 2001, cuando el entonces presidente Vicente Fox (2000 – 2006) seleccionó esta región para desarrollar el proyecto que se canceló un año más tarde cuando las manifestaciones de ejidatarios de San Salvador Atenco, en el Estado de México, culminaron en represión policial.
En 2014, el entonces presidente Enrique Peña Nieto (2012 – 2018) retomó el plan del aeropuerto, pero la oposición local continuó al hacerse evidentes las afectaciones a este ecosistema fundamental para la regulación hídrica y climática del Valle de México.
Fue en 2019, con el actual presidente Andrés Manuel López Obrador, que mediante una consulta popular se canceló el proyecto. El aeropuerto, finalmente, se construyó en lo que antes era la base aérea militar de Santa Lucía en Zumpango, Estado de México, y se anunció el decreto de ANP para el lago de Texcoco cubriendo cinco municipios: Atenco, Texcoco, Chimalhuacán, Nezahualcóyotl y Ecatepec.
Pero incluso desde antes de estas propuestas el lago ha vivido procesos de desecación y múltiples transformaciones debido a la actividad agrícola, el desarrollo urbano, la minería y la contaminación por aguas residuales.
“Tenemos minería. Tenemos urbanización. Tenemos especulación. Tenemos grupos de choque. Tenemos un cuerpo de agua que, por un lado, tiene una urbe (la Ciudad de México) que ya no puede crecer ni un centímetro más y, por otro lado, tiene a los pueblos que están tratando de defender su biculturalidad y forma de vida”, dijo Arturo González.
Aunque parte de la ciudadanía y algunas autoridades lo han dado por perdido, este humedal recibe un promedio de 150 mil aves migratorias que anualmente viajan de norte a sur. También es un regulador hídrico y de calidad de aire para sus habitantes de la Ciudad de México y el Estado de México.
“Ante este escepticismo que hay por parte de la opinión pública de que es un sitio desértico o que no vale la pena recuperar, yo te podría decir que los procesos de migración que se generan en el área siguen siendo importantes para alrededor de 255 especies de aves que se distribuyen en este espacio, algunas que se quedan todo el invierno, otras nada más lo ocupan de paso, pero al final están utilizando este territorio y es importante que se dé a conocer”, señaló Laura Ramírez, bióloga ambiental e integrante del proyecto Xooch’ aleteos de la cuenca.
Antes del decreto de ANP, Ramírez participó en el documento “Opinión y recomendaciones científicas para coadyuvar al establecimiento del Área Natural Protegida Lago de Texcoco”, asesorado por más de 20 investigadores de distintas universidades de México, en el que se destacó la importancia de incluir los ríos del oriente del Estado de México que también presentan afectaciones, incluso se sugería agregar otras regiones aledañas.
“La zona de influencia tendría que considerar los 16 municipios por los que pasan y nacen los nueve ríos del oriente”, señalaron los especialistas en el documento.
Al final, en el plan de manejo sólo se consideraron un poco más de 3 mil hectáreas para la zona de influencia que abarca los municipios de Chimalhuacán, Texcoco y Atenco para las zonas con parcelas de cultivos y casas rurales dispersas.
“Todos estos programas de manejo deberían ser de dos o tres años en los cuales de verdad se haga un estudio lo suficientemente pausado y se generen mapeos que no sean solamente una visita de cinco o seis horas con una de las comunidades, sino mapeos exhaustivos en los cuales haya estrategias participativas que se puedan expresar de manera concreta y profunda las necesidades de las comunidades”, indicó Ramírez sobre los procesos.
Sin embargo, la velocidad con la que se han anunciado áreas protegidas en México impacta en los decretos. Apenas en enero pasado, el gobierno federal informó sobre el decreto de 20 nuevas ANP en diferentes zonas del país, sumando un total de 43 decretadas este sexenio. El objetivo es que al concluir la presente administración se hayan publicado más de 50 programas de manejo.
10 pesos por hectárea
Mientras las Áreas Naturales Protegidas de México aumentaron en decretos, el presupuesto ambiental disminuyó, dejando sólo 10.7 pesos para cada hectárea destinada a la conservación, de acuerdo con cálculos realizados por la coalición de organizaciones ambientales sin fines de lucro Noroeste Sociedad Civil para la Sustentabilidad Ambiental (NOSSA).
No tener un presupuesto efectivo destinado a la protección ambiental repercute en los objetivos de conservación. Sin financiamiento no es posible una operación de las actividades que establecen los programas de manejo, tales como tener un personal capacitado y con los recursos suficientes para la inspección y vigilancia de éstas zonas.
Sin inspección es más fácil que continúen las actividades ilícitas y extractivas como la tala, la cacería de especies, las construcciones irregulares, la minería sin autorización, entre otras.
En el informe “Cuidar lo que importa: el presupuesto para el cuidado del ambiente y las áreas naturales protegidas en el PPEF 2024”, elaborado por NOSSA, se detalla que lo otorgado a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para este año tuvo un recorte del 11.4% en términos reales. Lo que representa 9 mil millones de pesos menos respecto al año pasado.
“Si bien la Conanp ha asegurado que los recursos para las ANP se complementarán con mecanismos como el cobro de derechos (la cuota que cobran algunas ANP a los visitantes, como derecho de uso y disfrute), lo cierto es que no se tienen detalles sobre cómo se logrará que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) reintegre el 100% de estos recursos a la Conanp (para que los ejerza como lo dicta el artículo 198 de la Ley Federal de Derechos) y cómo se distribuirían entre todas las ANP”, precisa la coalición en su informe.
El trabajo conjunto
“(El lago de Texcoco) es un sistema que funciona en toda la cuenca, sólo que sí hay una limitación por la barda del polígono. Dentro de la zona federal las acciones son de un manejo diferente. Fuera el sistema se está restaurando, se han recuperado algunas lagunas, pero si se requiere que se haga (un plan de restauración) ya sea bajo el esquema del plan de manejo u otro”, explicó Eloísa Domínguez, doctora en Ciencias de la Tierra por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Alrededor del decreto oficial que llevan las autoridades, se construyen otros planes, detalló Domínguez. Actualmente está en proceso el Ordenamiento hídrico colaborativo de la Cuenca de México y su entorno, gestionado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), que busca recuperar los ciclos del agua dentro de la cuenca de Texcoco mediante contralorías ciudadanas que reúnan a las comunidades que viven los impactos y pueden aportar posibles soluciones.
Este tipo de planes toman relevancia para que la remediación se dé entre las comunidades y no “detrás de un escritorio”, señaló Domínguez.
La bióloga Laura Ramírez agregó que es importante que todas las personas den una lectura al plan y “mantengan una mirada crítica e informada” sobre el impacto socioambiental.
Para las poblaciones el rescate debe ser más que un tema político. Arturo González, de Manos a la Cuenca, considera que si se rescata al lago, se puede ser ejemplo para otras zonas hídricas del país que también están bajo amenazas.
“Quisiéramos que los funcionarios nuevos entiendan y tengan esa conciencia social porque, de verdad, es impresionante como hay esa deshumanización ambiental. Es complejo hacer entender a muchos especialistas que salgan de su área de confort, de un laboratorio o de una universidad, y entiendan los problemas comunitarios”, agregó González.
González también reconoce la necesidad de seguir aprendiendo en conjunto. Incluso que más personas interesadas en la región de Texcoco o en la Ciudad de México se sumen para seguir impulsado la conservación con trabajo directo o sólo conocer lo que se está haciendo desde el proyecto Manos a la Cuenca y otros similares.
“Sabemos que no somos perfectos y buscamos mucho apoyo, quien tenga ganas o conocimiento sobre metodologías para mejorar los procesos ambientales, son bienvenidos. Nunca nos hemos cerrado absolutamente nada y también quien quiera conocer lo que hemos hecho, pareciera mucho poco, están las puertas abiertas”, concluyó.
Este texto es original de Animal Político y es reproducido por Amapola Periodismo. Puedes leer la nota original aquí