La mayoría son personas de la tercera edad, cuyas ventas en la calle son su única fuente de ingresos para vivir
Texto y foto: Alberto Ramírez Santos
16 de febrero del 2024
Chilpancingo
Durante los días en los que la ciudadanía de Chilpancingo vivió sin transporte público por la inseguridad y ataques a los conductores, toda la población chilpancinguense fue afectada, unos más que otros, como es el caso de las vendedoras y vendedores ambulantes que su única fuente de ingresos es esta actividad.
La señora Alicia, vecina del barrio de San Mateo, comentó que fueron días muy complicados en los que tuvo que suspender sus ventas porque es una persona mayor y no puede cargar sus productos para llegar al centro.
Alicia vende empanadas y un tipo de pan diminuto que ella llama “borrachito”, un producto único que fabrica la comerciante, además revende productos de temporadas como bolsas para regalos, veladoras, entre otras cosas.
Comentó que lleva más de 30 años con su negocio ambulante, es su única fuente de ingresos, con el logró sacar adelante a su hijos.
Que no hubiera transporte público durante varios días le afectó demasiado porque, además de que no tenía manera de mover sus productos porque está enferma de las piernas, tampoco había gente a quien venderle.
Ella vende en una de las entradas de la catedral Asunción de María y el restaurante El Toronjil, desde las ocho de la mañana hasta que termina de vender sus empanadas. Comentó que el zócalo estaba casi vacio por lo que no tenía más opciones que quedarse encerrada en su casa.
A pesar de que el transporte se regulariza poco a poco, la señora Alicia no se ha podido recuperar, pues elaboraba alrededor de 150 empanadas diario y ahora solo hace 60, incluso, a veces no las vende todas.
Su rostro refleja tristeza y preocupación y no solo por ella, sino también por sus demás compañeros y compañeras que son comerciantes ambulantes, que dependen de esta actividad.
Otra señora que vende frituras frente a la catedral, bajo las sobras del árbol frondoso conocido como “el árbol de los huevones”, pasó a encargarle a Alicia su mercancía mientras iba a realizar algunas cosas antes de iniciar su jornada.
La señora que vende frituras es una persona de la tercera edad, como la mayoría de las vendedoras ambulantes del centro. tiene una hija que necesita que le realicen diálisis todos los días.
La señora de las frituras no solo se vio afectada en las bajas o nulas ventas de su negocio, sino que también por el transporte público, ya que lo necesita para trasladar a su hija al hospital.
De acuerdo con la señora Alicia, la otra comerciante no tiene más fuentes de ingresos, por lo que cree que pasó y que aún está pasando, por peores cosas que muchos, tiene una hija enferma que atender, llevarla al hospital y vender su mercancía para subsistir.
A la señora de las frituras se le nota el cansancio. Cuando llegó al puesto de Alicia saludó con una expresión de agotamiento, sin sonreír, con la mirada perdida y con pasos rápidos para continuar con su ventas.
A estas comerciantes les es difícil vender todo su producto diario, pero sobre todo, comentan que viven con miedo de salir y de subirse al transporte público porque, consideran, que las cosas en cuanto a seguridad siguen mal.
Alicia dijo que lo único que está en sus manos es encomendarse a Dios para que haya buenas ventas y llegue a sus casas con bien después de su jornada de trabajo.
“En estos días que no pude venir a vender comimos de lo que había, frijolitos, huevos, despensa de lo más barato… solo le pido a Dios que lleguemos con bien a descansar”.
A una calle de donde vende Alicia, está el pequeño puesto de comida de otra comerciante que prefirió omitir su nombre, pero que todos la conocen como La Güera.
La Güera está ubicada entre el Casino del Estudiante y la Plaza Laura Elena, tiene una pequeña mesa, una sombrilla grande y tres bancos, uno de ellos lo ocupa para sentarse mientras espera a sus clientes.
Ella vende tortitas de papa, queso en salsa verde, huevos en salsa, entre otros tipos de comida.
También en una señora de la tercera edad y la venta de comida es su única fuente de ingresos.
Durante los días de incertidumbre y preocupación en los que no hubo transporte público, La Güera no tuvo más opción que caminar para vender y obtener algo de recursos.
Contó que ella trata de adaptarse a la situación que se vive, pero nunca deja de vender su comida o algunas otras cosas.
“Ahora que no hubo transporte y no hubo mucha gente aquí en el centro tuve que caminar al mercado a comprar rosas para venderlas porque la comida se vendía muy poca”.
La señora dijo que ella se siente afortunada porque incluso en los días difíciles como los de la semana pasadas, ella siempre logra vender sus productos o comida, piensa que tal vez la gente lo hace por ayudarla más que porque necesiten de lo que vende.
Dos de los bancos de plástico que tiene se los regalaron para que los usara en su negocio, en los días difíciles como los anteriores y en cualquier momento, siempre hay alguien que la apoya; ella tiene la firme certeza que es Dios que nunca la abandona.
“Llevo aquí veinte años y la gente ya me conoce, a veces pasan y si no me compran algo me dejan 10 o 15 pesos para mi refresco, pero yo los uso para invertirlo ya sea en aguas o productos para hacer más comida”, contó La Güera mientras respondía el saludo de una persona que pasaba junto a su puesto.
Cada comerciante vivió de manera diferente los días sin transporte en la ciudad, para algunos fue más complicado sobrellevar sus gastos y sus problemas familiares, otros más tuvieron que planear una forma diferente de generar recursos sin dejar de trabajar.
Muchos de ellos padecen que el transporte público deje de laborar más temprano de lo habitual, porque algunos comerciantes se van a sus respectivas casas hasta que terminan sus ventas y muchas veces terminan tarde, no alcanzan transporte y tienen que caminar a sus hogares.