“Es como un reinicio”, dice Martha Santos, ante la realidad de que se hundieron las tres embarcaciones con capacidad para unos 350 pasajeros y volvieron al servicio con una para 40 personas
Texto y foto: Marlén Castro
Acapulco
5 de febrero 2024
Aquel puntito blanco sobre la inmensidad azul del pacífico, frente al Parque de la Reyna, es el yate Dinkita. El diminutivo tiene una razón.
Esa embarcación que se acerca hacia el malecón y con alegría esperan los trabajadores es el que les permitió llevar otra vez el sustento a sus familias.
Es una embarcación pequeña, comparada con los tres barcos que se hundieron durante la madrugada que el huracán Otis tocó tierra en Acapulco, el 25 de octubre.
La Dinkita es para 40 pasajeros. Es pequeña porque la Dinka original era para 160 personas, la Dinka l era para 100 y la tercera embarcación, la Reyna María, para 80. Las embarcaciones Dinka operan en el puerto desde 1989. Las tres se hundieron durante el huracán y varios días no supieron de la suerte de los capitanes y los oficiales a bordo. Afortunadamente, ninguno se hundió en sus barcos, cuando la comunicación se restableció supieron cómo les fue a todos.
“Es como un reinicio”, dirá Martha Santos cuando baje.
Para dar el servicio a los turistas que querían viajar a la Isla Roqueta, los yates Dinka tenían entre 25 y 30 trabajadores.
Este es el primer fin de semana largo del año, del 3 al 5 de febrero. Los trabajadores saben que los ingresos de esta embarcación pequeña no se comparan con lo de las tres embarcaciones anteriores, por lo mismo, sólo siete trabajadores permanecen.
A un lado del embarcadero de los Yates Dinka se desarrolla, aunque con poca gente y sin mucha difusión, el famoso Festival Internacional Acapulco La Nao de China. Es pequeño porque otros años, sin Otis de por medio, el puerto se llena de turistas, por las diversas actividades y espectáculos programados. Este año, a tres meses de Otis, no es así. El puerto todavía no se repone del embate del huracán más fuerte de su historia y de la historia misma de los huracanes, aunque ya hay ramas en las palmeras y en los árboles ya es visible el nuevo follaje, Acapulco todavía no es el mismo.
Mientras la embarcación se acerca más, las trabajadoras que quedaron en tierra se afanan en meter las fotografías a un marco de cartón azul que funciona como recuerdo de la visita al puerto más resiliente. La venta de fotografías a los paseantes completa el ingreso. El recuerdo cuesta 50 pesos.
Esta embarcación y los siete trabajadores volvieron al servicio, el 1 de enero, lo hicieron porque ya tenían dos meses y cinco días sin ingresos.
Martha Santos es la fotógrafa y la que sube a cada viaje para tomar fotos a los turistas. Una vez que toma la foto, la envía por mensajería a sus compañeros, quienes las imprimen y las montan en los marcos azul intenso, tipo Océano Pacífico.
La embarcación llega. Como es un fin de semana largo, el barco fue y regreso lleno a su viaje a La Roqueta. Los turistas descienden. Comparten parte del viaje. Diego se mareo, Antonia por poco y se cae. En el malecón los espera su foto impresa. Muchos de ellos se alegran al verse y pagan los 50 pesos sin parpadear, otros la ven, pero no pagan la cantidad, tampoco reciben la oferta de un precio menor, y pasan de largo.
Martha Santos, una de estos siete trabajadores baja de la embarcación. Tiene claridad sobre lo que están viviendo. “Este es un reinicio”.
Martha tiene toda una vida como fotógrafa de embarcaciones en Acapulco, la heredó de su padre. El 1 de enero que volvieron a altamar a bordo del Dinkita, dice que agradeció a Dios seguir con vida, volver a trabajar y que a pesar de la desgracia del hundimiento de los tres barcos, los dueños, hayan decidido volver al negocio y compraron esta embarcación pequeña.
“Pensé que era como hace 25 años, como cuando empecé a trabajar, así que este es como un reinicio”, dice Martha.
En este primer fin de semana largo aumentaron los viajes a La Roqueta, en enero, comenzaron con uno o dos al día, y ahora ya aumentaron a seis. El futuro parece prometedor aunque la embarcación pequeña lleva pocos pasajeros.
Cuando inician cada viaje, Martha agradece a los turistas, por venir de visita así como está Acapulco.
Los visitantes, por su parte, piden aplauso para los trabajadores, por reponerse y seguir adelante.
Martha réplica. “El aplauso es para ustedes, porque gracias a ustedes, estamos de pie”.