Entre rituales, bailes, danzas y jaripeo tres pueblos indígenas de la región Montaña en Guerrero festejan a San Miguel y al maíz, el verdadero protagonista de las fiestas de septiembre, donde se pide alejar el mal y conseguir la prosperidad.
Texto y fotos: Isabel Briseño / Pie de Página
La Montaña, Guerrero
El día de San Miguel, 28 de septiembre, es el día en que se solicita al santo que termine con las lluvias para que la mazorca madure y la gente tenga buena cosecha. Tres pueblos que habitan en La Montaña de Guerrero -nahuas, tu’un savi y me phaa- realizan diferentes festejos que van desde el ritual hasta el baile y el jaripeo.
En la región nahua de La Montaña alta de Guerrero – cerca del municipio de Tlapa de Comonfort –, septiembre es un mes de celebración. Esta parte del año representa el último mes de la temporada húmeda, que además coincide con el periodo de las primeras cosechas de los cultivos agrícolas. Por fin, después de trabajar de sol a sol en los campos, las milpas y los otros cultivos están maduros. Lo que significa que pronto serán cosechados y utilizados por los habitantes para alimentarse.
La fiesta de san Miguel, o mejor dicho, las celebraciones para “el agradecimiento a la lluvia” representan un rito de fertilidad. Rito que, al mismo tiempo, es “de propiciación y aseguramiento de la cosecha de maíz”.
Estas fiestas representan la última etapa del ciclo agrícola anual. Se caracterizan por diversos ritos alrededor de la planta del maíz.
Para los habitantes, el santo es considerado un aliado de los campesinos y el principal trabajador del temporal. Gracias a sus poderes como guerrero y del rayo que se desprende de su espada, protege los cultivos y lucha contra los seres malignos que los afectan: El granizo, los malos aires, las tormentas y cualquier cosa que el cristianismo asocia con la imagen de Lucifer, el diablo.
Mijtotilistli, el ritual de los nahuas en Chiepetepec.
La banda de viento encabeza la procesión que sale de la iglesia. Mientras, avanza por las diversas casas de Chiepetepec. Este pueblo, como muchos otros de La Montaña, es un pueblo de migrantes. La mayoría de sus habitantes se van a los campos de Sinaloa y Chihuahua. La migración se observa en las casas que se ven al paso. Son pocas las que quedan tradicionales de adobe. La mayoría construye casas nuevas de material.
Mujeres, niñas y niños abrazan y arrullan las milpas. La banda de viento suena. Las mujeres se hacen una con la milpa adornada con flor de cempasúchil, flor de pericón, pan rosquete de color rosa, ejotes, chiles, papálo y quelite que fueron cortadas una noche anterior.
La capilla del cerro llamado Sacamatlapa –que un día antes estaba vacía y cerrada–, comienza a vestirse de verde. El sol no tiene piedad. Cae como plomo sobre los negros cabellos de los nahuas. A la pequeña explanada entran quienes “bailarán la milpa”, mientras el santo es colocado dentro de la capilla. Los cantores del pueblo entonan rezos que suenan a melodías. En tanto, los pies de los asistentes comienzan a fusionarse con las notas musicales que la banda entona una tras otra afuera del centro del ritual. Al igual que los hombres, los músicos deben permanecer en el exterior.
Mujeres, niños y niñas, le agradecen a San Miguel Arcángel las cosechas. Con esta ceremonia se “espanta el hambre”, dicen algunos habitantes. Representa el triunfo del maíz sobre el hambre del pueblo.
Después de “bailar la milpa” durante unas dos horas la procesión se encamina de nuevo hacia la iglesia. Regresan a su santo a la parroquia. Posteriormente en casa ofrendan con mole y tamales nejos a la milpa que fue elegida para llevarla a bailar. Este ritual es único en la región de la Montaña de Guerrero, pues aunque en otros pueblos también se celebra a San Miguel, son distintos los festejos.
La danza de los chareros en Moyotepec
La temporada de secas, o de calor, como se le llama en la región, suele ser severa, si no es que extrema. Con temperaturas que alcanzan los 40 grados y vientos calientes que transforman el paisaje: la tierra se vuelve dura, hay polvo por todas partes y muy pocas plantas sobreviven todo el año. Ninguna que ofrezca alimento a las personas.
En esta región está la comunidad de Chilixtlahuaca, que tiene mil 500 hablantes del Tu’un Savi (mixteco). Son espléndidos. “Todos los hombres tienen cargo desde que se casan”, dice don Anastacio, quien come junto a otros hombres en un largo tablón de madera.
Más hombres llegan al festín con un cartón de cervezas al hombro, y sus familias sujetadas con la otra mano. Entregan el cartón y se sientan a disfrutar del manjar que desfila por las mesas: Mixiote de borrego, salsita verde y frijoles. Todo esto acompañado con tortillas, una pepsi y una cerveza que es sustituida en cuanto se termine la que está sobre el tablón.
Los cargos de mando en Moyotepec se reúnen a comer y beber, mientras los chareos bailan a un lado de ellos. En Moyo, como le dicen los habitantes, no solo se festeja con danza y baile en la cancha a San Miguel, también hay cambio de autoridades. Es por eso que hay bastante comida, banda de viento y la danza continua de los chareos.
La fiesta de los me phaa en Tototepec
Puede decirse que septiembre es el punto central del ciclo agrícola. De él depende el futuro y la supervivencia de la comunidad que se reúne y agradece a sus santos protectores más relevantes para el ciclo agrícola: San Marcos, santo de las semillas; y san Miguel, santo de la cosecha.
La fiesta de San Miguel se puede definir como una práctica religiosa, pero los Me phaa son fiesteros, dicen ellos mismos. Es por eso que a San Miguel los habitantes lo celebran con monta de toros y un baile al que nadie falta. Incluso asisten quienes radican en Tlapa.
“La tradición nunca se pierde. Año con año se festeja a nuestro Santo Patrón San Miguel Arcángel. Todos los vecinos y pueblos de diferentes lugares están invitados”, dice un anuncio en la página de facebook que lleva por nombre: Fiesta San Miguel Arcángel.
En la iglesia hay castillo, por lo que algunas familias lo esperan emocionados. Pero la mayoría de la gente está dividida entre la feria y la jineteada que anuncia que, en cuanto termine el espectáculo en donde los valientes jinetes suben al toro bronco, dará inicio lo verdaderamente bueno de la celebración al santo patrón: El baile.
Las tradiciones – o “la costumbre”–, persisten a pesar de los difíciles problemas que enfrenta cada comunidad de las diferentes zonas indígenas: pobreza, migración masiva al norte, violencia estructurada, narcotráfico, etcétera.
Así, entre rituales, bailes, danzas y jaripeo tres pueblos diversos de la región Montaña festejan la relación que existe entre San Miguel y el maíz; quien es el verdadero protagonista de las fiestas de septiembre con la intención de alejar el mal y conseguir la prosperidad.
Este trabajo fue publicado por el equipo de Pie de Página y lo reproducimos como parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie.