Mujeres buscadoras: rastrear la vida, María Isabel Cruz, vocera de desaparecidos

La rastreadora cruzó fronteras para exigir justicia, durante este proceso conoció a activistas y periodistas del mundo que juntos hacen coalición contra la desaparición forzada de personas y presentaron el proyecto Paisajes


 

Texto: Vania Pigeonutt

Ilustración: Rosario Lucas

Fotografía: Sabuesos Guerreras, A.C.

31 de agosto del 2021

Ciudad de México

 

Días después de la desaparición forzada de su hijo Yosimar García Cruz, un policía municipal de Culiacán, Sinaloa que ahora tiene 28 años, su mamá, María Isabel Cruz Bernal, salió de la cama, tomó una pala y lo salió a buscar.

 

Desde ese domingo han pasado más de cuatro años. Yosimar, un joven sonriente, a quien le gustan los videojuegos, fue desaparecido un 26 de enero del 2017.

 

Luego regresó en un sueño a la casa de su madre y le dijo: “doña, levántese, tiene mucho que hacer”. La transformó en María Isabel una madre rastreadora, psicóloga, antropóloga, policía, perita, vocera de la crisis de desaparición forzada y faro resiliente de 850 mujeres que lidera en su organización Sabuesos Guerreras A.C.

 

Como ella, las mujeres de México encabezan la búsqueda de los más de 90,000 desaparecidos. Tan sólo en enero de este año, la Subsecretaría de Derechos Humanos informó que, entre diciembre de 2018 y diciembre de 2020, en el país se reportaron un total de 38, 682 desapariciones o personas no localizadas.

 

María Isabel asegura que el fenómeno aumentó y se expandió en esta administración federal, sólo en Sinaloa de enero a julio de este año han desaparecido a 685 personas, “estamos en un foco rojísimo que las autoridades no quieren ver”.

 

En el caso de Sabuesos Guerreras han realizado más de 200 búsquedas en las que han encontrado alrededor de 180 cuerpos, 16,800 fragmentos de restos calcinados, y han regresado a 55 personas con vida. Su organización ha atravesado fronteras, en 2020 ella fue una de las becarias del Fondo Resiliencia de Iniciativa Global Contra el Crimen Organizado Transnacional (GI-TOC), mediante la cual pudo visibilizar en la arena internacional la crisis en la materia.

 

En este contexto del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas que se conmemora cada 30 de agosto, las Sabuesas siguen, como las decenas de colectivos de búsqueda de personas en México. Dice María Isabel que, ante un Estado desaparecido, ellas, las mujeres, han encabezado esa chamba que no les corresponde, de buscar a sus familiares hasta encontrarlos.

 

La historia de María Isabel bien podría ser un espejo de la de María Guadalupe Rodríguez Narciso, una mujer que murió este agosto en la trinchera de la búsqueda por complicaciones de Covid-19, intentando arrancarle a la tierra a su hijo Josué Molina Rodríguez, desaparecido en Guerrero desde hace siete años. O la de las madres que se han retirado colectivos, incluido el suyo, porque ya encontraron con vida a sus hijos.

 

María Isabel, dice, la búsqueda de desaparecidos en México tiene rostro de mujer y es hasta últimas consecuencias.

 

Amapola. Periodismo la entrevistó de cara al 30 de agosto, previo a la presentación de “Desaparecido es un lugar”, un ensayo multimedia producido por su generación del Fondo Resiliencia compuesto por las historias de desaparición de becarios de Venezuela, Colombia, República Democrática del Congo, Nigeria, Kenia, Rumanía, Camboya y Filipinas, con el que explican la relación que hay entre desaparición y crimen organizado.

 

En palabras de Daniela Rea, la periodista quien escribió el ensayo, este es “un viaje geográfico y emocional por los paisajes y los lugares de búsqueda. Si bien se enfoca en el territorio mexicano, su historia es un ejemplo de otras latitudes. Es un recorrido por los paisajes habitados por los desaparecidos, de la mano de las familias que, en busca de sus ausentes, nos enseñan a leer la tierra”.

 

El Fondo Resiliencia es el mecanismo de concesión de becas del GI-TOC que financia, fomenta y apoya iniciativas locales diseñadas para responder al crimen organizado y construir resiliencia comunitaria a partir de ello. El Fondo cuenta con un Fellowship y fortalece las capacidades de organizaciones de la sociedad civil.

 

Una mujer de lucha y todo terreno

–¿Cómo era María Isabel antes de la desaparición de Yosimar?, ¿cómo se transformó?

 

–Isabel de antes del 2016 para atrás es una mujer luchona, siempre he sido. Madre de tres hijos, mujer separada, era comerciante, me gustaban las fiestas. Yo soy de Oaxaca, de tradiciones, me la vivía entre Sinaloa y Oaxaca, mientras mis hijos iban creciendo. Ama de casa que cocina a sus hijos, les lava la ropa, está al pendiente de que no les falte nada, todo normal. Una Isabel soñadora de que sus hijos se casaran, tuvieran hijos, la hicieran abuela.

 

Todos esos sueños quedaron truncados ese 26 de enero del 2017. Estaba en Oaxaca cuando recibo la noticia de mi hijo el más pequeño. Mi tiempo se paró. Mi tiempo se detuvo… Pensábamos que nuestra búsqueda era sólo en campo, pero entendimos que eran muchas búsquedas para llegar a ellos, hasta una búsqueda burocrática. Allí es la transformación de María Isabel, de qué voy a comer hoy, a dónde voy a buscar hoy.

 

–Un caso emblemático es la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa, ocurrido en Iguala, Guerrero el 26 de septiembre del 2014. ¿Qué impacto tiene el caso en su propia lucha?

 

–No los conocía a los 43, los conocí cuando me pasaba, mientras no nos pase, no le ponemos atención a las cosas, cuando estamos dentro del círculo, no te fijaste que la otra también estaba, ahora como tú y tú lo dejaste pasar. Lo dejamos pasar, aunque para todo el país, para todo el mundo sólo existen 43, sólo hablan de los 43, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador sólo reconoce a 43, y los otros 90,000 dónde quedan, no los pronuncia, no habla de ellos.

 

Creo que nosotras las madres somos la voz de esos 90,000 que nadie pronuncia. Como tú hay muchas periodistas que siguen ese caso, los focos del mundo están en esos 43, están allí, siguen allí. Pero si desaparecen a alguien más nadie los voltea a ver, eres equis, porque no eres de los 43.

 

Se dispararon las desapariciones forzadas en actual gobierno

–¿Cuál es su análisis de estos casi cinco años buscando a Yosimar, qué ha cambiado?

 

–Cuando ocurre la desaparición de Yosimar en 2017 había una guerra entre los Chapitos (Hijos de Joaquín, el Chapo Guzmán, líder del cartel de Sinaloa) y los Dámasos (grupo de Dámaso López, ex líder de la misma agrupación). Muchos habían quedado en fuego cruzado. Pero esto viene a destapar cómo la delincuencia quería apoderarse del país y es lo que ha hecho. Han aumentado las desapariciones forzadas en todo el país.

 

Cuando al presidente pidieron que soltara a Ovidio (Guzmán, hijo del Chapo) –cualiacanazo, octubre 2020–, el narcotráfico tenía a las familias amenazando a los militares, ellos iban a matar a todas las familias de los soldados. Por eso se retiraron y soltaron al Ovidio, creo que más que proteger a los inocentes, era hacerle saber al presidente de la República quién era el que mandaba en Sinaloa y en varias partes de la República donde ellos tienen su sede.

 

Eso ha disparado al narcotráfico, pero en colusión con el gobierno, porque el gobierno lo sabe todo. Si quisieran detener las desapariciones, lo harían. Los jovencitos de 18 años son los que más desaparecen, el narcotráfico los acopia: les dan 2,000 pesos, moto, arma y se sienten grandes sicarios de Sinaloa, todo eso el gobierno se hace que no lo ve.

 

En el sexenio de López Obrador se dispararon las desapariciones forzadas. Ellos dicen que antes no se contaban, que los otros gobiernos ocultaban no decían, por eso se juntaron 90,000, pero sólo en Sinaloa de enero a julio de este año han desaparecido a 685 personas y mientras es sembrar el terror, en un estado y en un país que nos quiere tener de rodillas.

 

–¿Ante un Estado que los quiere ver de rodillas?, ¿cómo lidiar con el dolor, ustedes están más unidas que nunca?

 

–Es cargar con el dolor, salir a buscarlos, hacer resiliencia, porque alguien debe ser demasiado fuerte, estar sosteniendo las manos de las otras compañeras que llegan deshechas cuando les pasa la desaparición. Es difícil, y duro. Sabuesos Guerreras somos esperanza, Sabuesos Guerreras no se vende, somos la piedra en el zapato de las instituciones, esa es su lucha, la de las madres que quieren buscar a sus hijos y dejar el miedo debajo de la cama, con miedo no podemos caminar.

 

Es a lo que el gobierno le apuesta, a cansarte. Las enfermedades que no tenías salen a flote, eso es un beneficio para el Estado, porque dices: ‘tengo que parar’, cuando las demás siguen, unas paran, pero otras siguen caminando, haciendo, siempre están de metiches. Yo tengo cinco amenazas de muerte y seguimos gritando, haciendo. Estoy en un mecanismo de protección de defensores y periodistas de derechos humanos: me protejo, me protejo, no me va a entrar ninguna bala. Ese es a lo que el gobierno le apuesta, al cansancio físico, es lo que Sabuesos no quiere parar.

 

Un día en la vida de María Isabel

Para María Isabel un día normal es dormir a las once de la noche y levantarse a las tres de la mañana. Le da vueltas la cabeza, se pregunta a dónde va a ir, cómo le va a hacer. Es rodar tres horas en la cama sin saber qué hacer. Quiere planchar, hacer algo, sólo piensa en las actividades que hará al otro día.

 

Ha llorado lo que tuvo que llorar y lo demás se centra en cumplir la misión de Yosimar: acompañar a madres que buscan a sus hijos, dar alguna esperanza, cuidar que ellas sí tengan donde llorar en su pequeña oficina, un santuario con rostros y el nombre de Yosimar por todas partes, pero también de todas las luchas que acompaña.

 

Ha revivido decenas de veces todo lo que pasó, pero es una tortuga con una gran concha. Le dijo un día a Yosimar: “si esta es tu misión, tienes que entender que yo no puedo estar llorando con las familias, dame la fuerza para no estar llorando, tratar de no hacer mío ese problema que había pasado. Aprendí a transformarme, saber escucharme, tener las palabras exactas a las familias”.

 

Paisajes

Para el proyecto de Paisajes presentado este lunes 30 reflexiona: “está fuerte. Ves los paisajes, qué bonitos los árboles, las flores, las mariposas, todo lo que ves en el campo, pero debajo de ese gran árbol frondoso rodeado de flores silvestres, precisamente encontramos un cuerpo. De lo más hermoso de la naturaleza: el sonido de los grillos, las mariposas tronando sus alas, fui y me paré en ese lugar donde dicen que se llevaron a Yosimar. Escuché, me imaginé, su sufrimiento, pero también de esos paisajes sacamos los 16,000 fragmentos, del hermoso río sacamos tres cuerpos, era algo fuerte, si nos pusiéramos a pensar en eso, haríamos más conciencia, que las cosas bellas también tienen mucho dolor”.

 

 

Te invitamos a leer «Desaparecido es un lugar» Este ensayo es un viaje geográfico y emocional por los paisajes y los lugares de búsqueda.

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