Texto: Marlén Castro
Fotografía: Franyeli García y Marlén Castro
24 de febrero del 2021
Iguala
Los médicos del hospital comunitario de Petatlán, en la región de la Costa Grande, están desesperados.
Escuchan el sobrevuelo de un helicóptero y sus afanes se desvanecen.
Están aquí en la cima de la calle Caritino Maldonado Pérez, en Iguala– la ciudad donde desaparecieron a los 43 normalistas de Ayotzinapa –, desde las tres de la mañana.
–No, no va a pasar por aquí, dice la enfermera Jaqueline a sus compañeras y compañeros desvelados, hambrientos y sedientos.
Son unos cincuenta trabajadores que desde ayer a las seis de la tarde se vinieron de Petatlán para esperar al presidente Andrés Manuel López Obrador, en su visita oficial a esta ciudad en la que hace 200 años se consumó la Independencia del país.
López Obrador viene con un invitado especial, el presidente de Argentina Alberto Fernández.
La ciudad de Iguala amaneció diferente este miércoles 24 de febrero.
Para la visita, el ayuntamiento de Iguala se afanó en tareas de limpieza.
–Ojalá venga por lo menos una vez al mes, para que la ciudad esté limpia, –dice el taxista mientras conduce a la cima de este cerro conocido como El Tehuhue, donde está el asta bandera más alta del mundo, dicen los igualtecos orgullosos. El acto oficial para celebrar el Día de la Bandera en este lugar está programado a las doce y media.
Iguala también amaneció sitiada de militares y guardias nacionales.
La posibilidad de una protesta de colectivas feministas contra la candidatura al gobierno de Félix Salgado Macedonio generó la preparación de medidas de seguridad extremas. Hubo varios otras protestas, hasta familiares del ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, salió a pedirle al presiente justicia para quien es señalado como uno de los responsables de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Jaqueline, la enfermera del hospital comunitario, ya está desganada con tanta espera.
Sus amigas le dicen.
–Sabíamos que el presidente quizá no iba a pasar por aquí.
Su delegado sindical les da ánimos.
–Un rato más compañeras, aguante un rato más.
Están aquí esperando a López Obrador para pedirle la construcción de un nuevo hospital. En el que laboran es un edificio construido desde hace más de 50 años. En 2014, un sismo con epicentro en la Costa Grande dañó su estructura y Protección Civil recomendó desalojarlo.
Cuándo llegó López Obrador al poder parecía que cambiaría la situación de riesgo en que laboran los 150 trabajadores que atienden a unos 100 pacientes diariamente.
De hecho, el gobierno federal empezó a construir un hospital.
Creían que sería para ellos.
El 19 de enero anterior, ese hospital se entregó al IMSS Bienestar.
Para los trabajadores del hospital comunitario fue como quitarle a un niño un dulce de la boca.
–Nosotros quedamos en las mismas circunstancias, se queja el médico Ángel Neftali Melo.
Conforme pasan los minutos y el calor arrecia, y eso de que como costeños están acostumbrados a estos niveles térmicos de calor, las enfermeras y médicos se angustian.
–Yo digo que ya está adentro, –dice Jaqui cansada, hoy no del trabajo sino de una espera que parece será infructuosa.