La pandemia del coronavirus confinó a las niñas y niños mexicanos en sus casas. A nueve meses del encierro estas son las incertidumbres que enfrenta la niñez guerrerense
Texto y fotografías: Itzel Urieta y José Miguel Sánchez
20 de noviembre del 2020
Chilpancingo
A las seis de la tarde, la plaza cívica Primer Congreso de Anáhuac, en el centro de Chilpancingo, luce completamente vacía y acordonada con vallas.
Las personas caminan por las calles aledañas. Sólo se observan a dos niños acompañados de sus padres y con cubrebocas. Es una tarde de noviembre del 2020.
Un año antes, a esta misma hora, la explanada de la capital guerrerense estaba llena, familias completas salían a distraerse, y las niñas y los niños jugaban con sus globos, pelotas, con sus mascotas o alimentaban a las palomas.
Gabriela Urieta, Gaby como le dice su familia cariñosamente, es una de esas niñas que acostumbraban ir con su familia todos los domingos a la plaza central a alimentar a las palomas.
El 27 de noviembre se cumplirán nueve meses del primer caso de coronavirus en México. Guerrero sigue en semáforo naranja con 23 mil casos acumulados, y es por eso que la explanada hoy está acordonada.
Por esta razón, Gaby no tiene otra opción más que jugar en la cochera de su casa, un espacio de cinco por cinco metros, donde da vueltas sobre su bicicleta.
Gaby cursa el cuarto grado de la primaria.
“Quiero conocer a mi maestro en persona, porque sólo lo conozco en línea y quiero volver a ver a mis amigos”, dice de inmediato cuando le preguntamos qué es lo que más extraña en este momento.
Para su padre, Guillermo Urieta, lo más difícil de todo el encierro es entretener a sus hijos, Gaby de ocho años y un pequeño de año y medio.
“He tenido que agarrar las muñecas para entretener a mi hija” comenta.
Sin embargo para Gaby eso no es suficiente; “Extraño mucho ir a comprar con mis papás, acompañarlos a las tiendas y que me compren juguetes”.
En esta familia, los dos hijos tienen diferencias de edad, lo cual ocasiona que no se acoplen para jugar y distraerse entre los dos.
A Gaby no le gusta jugar sola, pero se está acostumbrando, dice en tono divertido.
Estar en casa para esta familia representa muchos retos, el encierro ha cambiado su rutina por completo, el papá y la mamá son profesionistas, tenían que cumplir sus horarios de oficina mientras Gaby estaba en su escuela, ahora ya no es así, durante el día ellos se turnan para ayudar en las tareas del hogar, desde cuidar al hijo menor, ayudar a Gaby con las clases en línea, y preparar las comidas del día.
“Me aburro mucho en casa, a veces juego a la pelota, me subo en mi bicicleta, o cuido a mi hermanito, pero me gustaría salir al aire fresco, ya que no salgo”.
Al estar todo el día en casa con los niños, los papás tienen que encontrar la forma de mantener entretenidos a sus hijos de alguna manera, Guillermo papá de Gaby ha optado por utilizar un poco el internet.
“He contratado algunas plataformas de streaming como Netflix para que ella pueda ver películas y se distraiga un rato, aunque no era de la idea de soltarle el celular o la Tablet, pero es una forma de entretenerla”, comparte.
Respetar las restricciones sanitarias implica reducir al mínimo sus salidas, y cuando lo hacen es con todas la medidas de protección, el gel antibacterial y el uso de cubrebocas.
“No me gusta el cubrebocas porque no puedo respirar y me da calor, pero entiendo que es necesario”, cuenta Gaby.
Otra de las molestias de Gaby es la escuela en línea, estar sentada desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde de lunes a viernes no le gusta, quiere volver a ver a sus amigas y jugar con ellas.
De igual manera su papá cree que no es la mejor manera de aprender, pues observa que esto hace que se distraiga más.
El gasto también ha incrementado ahora que todos se quedan en casa, sobre todo los fines de semana, cuando la despensa se ha acabado y tienen que pedir comida a domicilio, el cobro de la luz de igual forma aumentó ya que hoy la ocupan todo el día.
Pero no todo es malo, una de las cosas positivas que está familia observa es la convivencia, ya que consideran que ha mejorado mucho, que al compartir más tiempo en familia han logrado conocer más a su hija.
“No es que antes no la conociera, pero ahora se más cosas sobre ella, como que caricaturas, muñecas y películas le gustan”, comenta el papá de Gaby.
Otro aspecto positivo que ha visto la familia Urieta Cortés es el crecimiento de su hijo menor, cosa que no pasó con Gaby, ya que antes al estar en la rutina del trabajo ella tuvo que entrar muy pequeña a la guardería y se perdieron momentos de su crecimiento.
Los hermanos y hermanas Rojas
En otro hogar de Chilpancingo está la familia Rojas Guzmán, la cual está conformada por seis integrantes, la mamá, el papá y cuatro hijos, dos varones y dos mujeres. Para ellos una de las mayores dificultades a las que se han tenido que enfrentar por esta cuarentena está en el ámbito escolar.
Los tres hijos mayores de la familia Rojas Guzmán son: Josué Adonaí, Regina y Renata, todos se están quedando en casa. Adonaí, el hijo mayor tiene 10 años, cursa el sexto grado de primaria y sabe perfectamente el por qué se está quedando en casa
“Lo que más extraño de salir, es a mis amigos, el convivir con ellos”, dice de entrada.
Las clases en línea no han representado un problema grave para Adonaí, aunque comenta que en ocasiones se cansa y se aburre. “A veces me canso de tener tanto tiempo puestos los audífonos para las clases”.
Una de las ventajas que tiene Adonaí es que él tiene con quien jugar y no se siente solo. Juega con sus hermanos menores. La cuarentena a él le ha permitido jugar más.
Antes de todo esto su rutina era completamente diferente, primero, pasaba sus horas escolares y después de la escuela iba a clases de música lo que absorbía toda su tarde.
“Ahora juego más, juego con mi hermano a los muñecos.”
Brenda, su madre, considera que este cambio en su rutina les afecta porque estaban acostumbrados a un ritmo de vida diferente, y hoy se aburren.
Regina es hermana de Adonaí, tiene siete años y está cursando el segundo grado de primaria sabe que se queda en casa “porque hay coronavirus”, comenta, lo que más extraña Regina es la visita a sus primos para jugar.
A pesar de que tiene tres hermanos en ocasiones Regina suele aburrirse ya que no tiene el mismo horario escolar que sus hermanos.
Regularmente Regina juega con su hermana Renata, quien es menor que ella.
“A veces si me aburro porque mi hermana está en clases y yo no puedo jugar con ella, y mi hermano está jugando con mi hermanito, entonces juego sola”.
Solían salir al parque con sus papás y ahora no pueden, es otra de las cosas que extraña.
La escuela es algo que extraña también, extraña ver y jugar con sus compañeros “Lo primero que quiero hacer cuando regrese a la escuela es jugar con mis amigos”, dice con la esperanza de pronto regresar a las aulas.
Renata es la tercera hija de la familia Rojas Guzmán, hermana de Adonaí y Regina, tiene seis años, cursa el primer grado de primaria, y al igual que sus hermanos quisiera que ya se acabara esto del coronavirus.
A su corta edad enumera los cambios en su estilo de vida, la principal, extraña ir a la escuela, también las salidas a visitar a sus primos y al parque con sus papás y hermanos. Suele jugar a las muñecas con su hermana Regina, pero a veces al igual que su hermana, le toca jugar sola por los horarios escolares.
Para la mamá de estos niños, una de las cosas buenas que les ha dejado la pandemia como familia es la convivencia, considera que ha mejorado.
“Antes no nos veíamos, teníamos una rutina diferente, nos levantábamos muy temprano, llegábamos a la casa tarde y cada quien en sus rollos”, comenta.
Matías, cinco años
Matías tiene cinco años, es el más pequeño de los entrevistados, cuando le preguntamos si sabe por qué se está quedando en casa responde casi inmediatamente “a veces no me gustan las clases” le repetimos la pregunta y dice que por el Covid.
El padre de Matías es Ulises Tejeda, antes de la pandemia del Covid Matías salía mucho con su papá al centro, a comer pizza, al cine, o a jugar futbol, les gustaba mucho aprovechar su semana juntos, hoy el encierro derivado por la pandemia del Covid-19 les han quitado esos momentos.
Ahora sus salidas se limitan solo a salir a la tienda, a las tortillas, o lugares muy cerca que no puedan representar mucho riesgo, y distraerse un poco.
“Incluso me pide, papá llévame a la alberca, llévame a la playa o el cine, pero obviamente no me gustaría arriesgarlo”, dice Ulises “A veces cuando trabaja mi papá yo juego solo y a veces cuando llega yo juego con él”, responde Matías con un poco de timidez.
Para su padre lo más difícil de estar en casa son las clases virtuales. El pequeño Matías cursa el preescolar, educación física e inglés son las clases que en ocasiones más se dificultan, porque son donde más se distrae.
“Para que eso no pase hay que estar al pendiente de él”, comenta Ulises, quien cubre guardias en su trabajo un par de días a la semana y los días que él se va Matías se queda a cargo de su abuela.
Uno de las cosas positivas es la convivencia, ahora pueden pasar más tiempo de calidad juntos, “nos acoplamos más que antes”
¿Te gusta estar encerrado aquí en tu casa? se le pregunta a Matías quien un poco apenado responde que sí.
¿Del uno al diez que tanto te gusta estar encerrado? Rápidamente y muy seguro contesta, cero.
La cuestión económica también ha sido un problema, las colegiaturas son lo más difícil pues la institución no ha dado alguna flexibilidad para los pagos o incentivo que ayuden a los bolsillos de los padres, al contrario, les piden gastar en uniformes y útiles escolares.
Ulises ve en las clases virtuales un problema que él considera principal.
“Las maestras los están tratando como si fueran ya personas mayores, les exigen mucho y son poco flexibles”, comenta.
Al ser niños, si los ponen en una computadora, van a preferir ir a ver videos o juegos y ponen poca atención a la maestra.
“Pero ni modo, son cosas que hay que ir aprendiendo y esperemos que ya pronto pase está situación”, dice resignado.
Jaime Benítez
Jaime Benítez tiene 14 años y cursa el tercer grado de secundaria, las clases en línea para él se han vuelto un poco complicadas, por la cuestión de subir tareas a plataformas.
“No me gustan las clases en línea porque a veces los maestros no explican bien”, son las dificultades que comenta.
Jaime práctica deportes, principalmente el balompié, pero la pandemia ha hecho que sus partidos y prácticas se cancelen, lo cual hace que se sienta aburrido en algunas ocasiones.
“Extraño las clases, extraño a ver a mis compañeros de la escuela”, comenta, un punto positivo que concuerda con otros entrevistados es que su convivencia familiar ha mejorado. “Me gusta porque estamos todos juntos”.
La familia de Jaime no suele salir mucho, pero cuando lo hacen toman las medidas necesarias como el cubrebocas y el gel antibacterial, “Extraño ir a visitar a mis abuelos y también ir al parque”, dice con algo de nostalgia.
Guadalupe es la madre de Jaime y para ella, la pandemia le ha complicado algunas cosas sobre todo en cuestión de gastos de alimentos ya que al estar su hijo Jaime, su esposo y su hijo menor de tres años gastan más en comida.
Para Jaime ya no es tan difícil mantenerse entretenido, los video juegos son algo que le gusta hacer en su tiempo libre.
Sin embargo su madre ve que estos últimos meses de estar encerrado Jaime se ha hecho más rebelde y distraído, pero no sabe si es debido al encierro o a la edad. Pero esto no ha afectado su convivencia familiar.
Posibles consecuencias
Consultado vía telefónica, el psicólogo Edison Martin habla sobre las posibles consecuencias que pueden tener los niños a futuro debido al encierro por la cuarentena.
“En primer lugar, los niños fisiológicamente están creciendo y necesitan liberar su energía para crecer, y al estar encerrados al no correr, gritar o hacer actividades, hacen que su cuerpo busquen esas salidas, y se convierten en niños hiperactivos, o inquietos que no van hacer caso a mamá o papá”, dice.
Por otro lado, las clases en línea también les pueden afectar pues serán niños con déficit de atención, pues se la pasan en el computador o situaciones que los llevan a la virtualidad y no le pondrán tanta atención a la realidad.
“Esto podría ocasionar niños con falta de resiliencia, pues la vida virtual son ambientes controlados y cuando salgan de nuevo a la callen verán que todo es así”.
En cuanto a socializar comenta que se les puede dificultar, ya que ahora sólo mantienen conversaciones muy básicas por Whatsaap, Instagram u otra red social con sus compañeros de escuela y profesores.
En la cuestión familiar puede afectar de forma negativa o positiva, pues al estar la mayor parte del tiempo en familia, se están volviendo a conocer, lo cual genera dos variables, una positiva donde eso refuerze los lazos familiares, o la negativa, donde se desesperen y no sepan qué hacer con los hijos o con la pareja.