Decenas de familias siguen en busca de sus hijos tras ataque a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Cuatro familias relatan cómo ha sido la espera por volverlos a ver, la espera por la justicia, por la verdad
Texto y fotografía: Isabel Velázquez / Pie de Página
25 de septiembre del 2020
Una serie de episodios violentos acontecidos durante la fatídica noche del 26 de septiembre del 2014 mantienen desde hace seis años a 43 familias en la lucha por la búsqueda de sus hijos tras haber sido víctimas de desaparición forzada en Iguala Guerrero.
A casi seis años de no resolverse el caso, aún se desconoce el paradero de los jóvenes. Esta semana, la secretaria de Gobernación anunció que cuentan con información que dará luces sobre lo “verdaderamente ocurrido” aquella noche.
Este sábado, se espera que presidente Andrés Manuel López Obrador presente un informe especial sobre los avances en las investigaciones, después de que la Fiscalía General de la República desmontó la llamada “verdad histórica” en julio pasado.
Los familiares de las víctimas, sin embargo, siguen buscando justicia. Algunos padres de los jóvenes relatan cómo ha sido su caminar a lo largo de este tiempo en el que el hastío, la rabia y la esperanza son el sentir de cada día.
Carmen Cruz Mendoza, madre de Jorge Aníbal Cruz.
“Si mi hijo no llega, me voy a morir”
Benja, como le dice de cariño su mamá Cristina Bautista, quería estudiar informática, pero ella lo aconsejó para que eligiera una carrera donde consiguiera trabajo rápido al concluir sus estudios, es por eso que buscó entrar a la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. La ventaja, dijo Benajmín, es que era una escuela para hijos de campesinos y no se necesitaba dinero, como para que estudiara la carrera que él en realidad quería.
La señora Cristina llegó a la Normal el 29 de septiembre del 2014 y desde esa fecha no ha podido regresar a su comunidad en Alpuyecancingo, donde trabajaba vendiendo pozole y pan. Llegó buscando a su hijo y sigue esperando a que regrese en Ayotzinapa. Teme que su hijo pueda llegar y ella no va a estar para recibirlo.
El último día que lo vio fue el 15 de septiembre del 2014. Ella le pidió que ya no fuera a estudiar, le dijo que mejor trabajaran juntos, quizá algo presentía su corazón, pero Benjamín ya había pasado las duras pruebas en la Normal y estaba decidido a continuar con esa carrera. Le dijo a su mamá que no le pidiera que dejara la escuela, ya estaba siendo feliz.
“Si mi hijo no llega, me voy a morir, no voy a aguantar ese sufrimiento”, ese fue el pensamiento de la mamá de Benjamín Asencio Bautista, durante el primer mes transcurrido de la desaparición forzada de los normalistas. Han transcurrido 6 dolorosos años en los que como padres tuvieron que aprender a organizarse, a entender y hablar el español, porque algunos no entendían las consignas que gritaban a lado de los estudiantes al exigir justicia.
Ella le pide a Dios una señal, pide que el gobierno federal les dé “señas” si es que su hijo ya no está con vida para dejar de buscar.
“Para ningún padre y madre ha sido fácil, a nadie le gusta ir a las marchas, a los eventos, a las reuniones, pero como no dan señales pues seguimos en la lucha, exigiendo la presentación con vida de nuestros hijos”, dice la mujer.
Cristina Bautista madre de Benjamín Ascencio Bautista.
“Sólo queremos la verdad, la que sea, pero la verdad”
“¿Por qué?, ¿qué es lo que hicieron de malo los muchachos o qué hicimos nosotros como padres para estar viviendo la ausencia de nuestros hijos?”.
La señora Carmen Cruz Mendoza se lo sigue preguntando. A pesar de no saber por qué suceden esas cosas, sigue de pie, con sus enfermedades, luchando por encontrar a su hijo Jorge Aníbal Cruz Mendoza.
La madre cuenta que nunca fue luchadora social y que incluso se molestaba cuando ella trabajaba y le tocaban marchas que la hacían caminar más hacia su trabajo. Ahora no solo entiende a esas personas de las que se quejaba, incluso piensa que quizá Dios la castigó y ahora le toca manifestarse para exigir que busquen a su hijo.
“Papá, creo que me estoy quedando loca”, así le dice a su padre cuando ve pasar muchachos de la edad de Jorge Aníbal y se imagina que ahí viene su hijo de regreso. En esos jóvenes ve su sueño de que regrese a casa su hijo.
Seis años con sus noches, la madre se ha preguntado si Peque, como le dice de cariño, ya comió, si tiene una cobijita, si le darán un vaso con agua. Son preocupaciones que le quitan el sueño y que, afirma, la convirtieron en diabética. Ahora no trabaja pero cuida a sus nietos. Su hija le envía 500 pesos de más cuando Carmelita, como la llaman de cariño, le dice que tiene que salir a reuniones o marchas.
Aunque quiere seguir exigiendo justicia y buscando a su hijo, a veces se desespera y no tiene ánimos de ir a las reuniones con el actual presidente López Obrador, porque aunque dice tener toda la disponibilidad, han pasado 2 años de su gobierno y sólo los buscan en fosas, y les entregan “fragmentitos”, no los buscan con vida. “Sólo queremos la verdad, la que sea pero la verdad, porque una ya no es dueña de sí misma”.
Carmelita dice que no siente que su hijo esté muerto. Le guarda calzado, le tiene ropa nueva, una cobija nueva; le guarda todas sus cosas con la convicción de que su hijo va a llegar un día.
Ellos se fueron con ganas de salir adelante y ¿para que les pasara eso?”: Oliveria Parral Rosas.
“Yo no siento que mis hijos estén muertos, me siento mal porque no los tengo y a la vez es realidad lo que está pasando. A veces quisiera que sólo fuera un sueño lo que está pasando, pero no es así, es verdad que yo no tengo a mis hijos”.
Oliveria Parral Rosas es madre de Doriam y Jorge Luis González Parral.
No sabe de dónde saca fuerzas, se dedica a las labores de la casa para que se le pase el día, pero al llegar la noche se pregunta de nuevo por sus dos hijos, y se da cuenta que se pasa un día más y de los 43 normalistas y de sus hijos sigue sin resolverse nada.
La señora Oliveria dice que lo que quiere es morirse: “sin mis hijos no quiero saber nada, a veces digo que ya no quiero tener esta vida, porque es un sufrimiento no saber de tus hijos. Ellos se fueron con ganas de salir adelante y ¿para que les pasara eso?”.
“Ya van a ser seis años y no sabemos nada. No sabemos dónde están, cómo están los 43, y queremos justicia, a los culpables, el gobierno no ha solucionado nada, prometen y prometen y nada”. Para los padres de los normalistas estos meses no han sido fáciles, porque han tenido que parar con las movilizaciones, pero la señora Parral desea que siga la lucha hasta dar con los 43 normalistas, desea saber qué pasó con ellos, por qué les hicieron esto. Teme que al paso de los años les den también a ellos la noticia de que encontraron “huesitos” de sus dos hijos.
«Ya se les está olvidando»
Mientras que los padres y madres de los 43 estudiantes normalistas siguen esperando el retorno de sus hijos desaparecidos, Gloria y Leonel piden que continúe el apoyo para su hijo Aldo, quien va a cumplir seis años en estado vegetativo desde el balazo que recibió en la cabeza. Aldo y sus compañeros estudiaban en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, para ser maestros.
Gloria y Leonel padres de Aldo Gutiérrez Solano.
“Desde abril o marzo ya no dejaron que se metiera gente, por ese reglamento que pusieron los médicos, que no podía él exponerse a un virus, casi ni la familia”, explica la señora Gloria.
Con cubrebocas y con traje completo, los enfermeros siguen cuidando del que fuera la estrella deportiva en su escuela, cuentan su madre y su padre: “Era muy bueno para el estudio y para el deporte”, dice ella.
Hay un médico encargado que está en contacto con las autoridades de salud, diario tiene que estar informando cómo va Aldo, y si llega a faltar una medicina da aviso para que le den solución, está en contacto por videollamada.
La señora Gloria y el señor Leonel cuentan con una sonrisa en el rostro que sí ha habido avances en las reacciones de su hijo, ya tiene fuerza en las manos aunque no puede ver.
“No es tan fácil atenderlo, si no le hablan, si le van a hacer algo en la cara, un lavado o limpiarle, que lo quieran tentar, le tienen que hablar, si no él hace cara, se enoja. ‘Aldito, te vamos a hacer así, o te vamos a poner una aguja’, y grita cuando le ponen una agujita, no sé de qué es. Le tienen que hablar bien si no se enoja y no se deja, él siente”, relata la mamá de Aldo.
Desde la pandemia ya no sale al patio de la casa donde vive. Les dijeron los doctores de Ciudad de México que por ahora no puede salir, sólo lo cambian de posición en la cama y en su cuarto le siguen dando terapia para mover partes de su cuerpo. Tiene terapias en la mañana y en la tarde.
Pese a que ellos saben dónde y cómo está su hijo siguen acompañando y acudiendo a reuniones cada que pueden porque cuentan que “ya no es lo mismo, antes había más acompañamiento pero el año pasado ya no vimos igual de gente, ya no es igual, a muchos ya hasta se les olvidó”, lamenta el señor Leonel, “no tiene tanto tiempo que pasó esto y ya se les está olvidando, estamos mal”.
Los padres de los 43 se movilizarán en las calles de Ciudad de México para pedir que sus hijos regresen, mientras que la familia de Aldo también se aferra a la esperanza de que él vuelva, quizá no al 100 por ciento, pero confían en que también regrese del estado vegetativo en que se encuentra.
Socorro Villarreal Moctezuma, madre de Carlos Iván Ramírez Villarreal.
“Seguimos guardándole sus pelotas para cuando llegue”
“Vienen muchos recuerdos, me acuerdo de las cosas que él hacía, de lo que me decía, él quería estudiar porque quería ser algo en la vida, y yo le decía que si quería estudiar que estudiara, porque aquí en el campo no iba a poder ayudarnos”, cuenta la madre de Carlos Iván Ramírez Villareal.
EL joven trabajó y juntó sus ganancias de la venta de leche de las vacas que ordeñaba para poder ir a la normal.
“En una latita guardaba su dinero”, para sus pasajes y para las cosas que le pidieron.
En las tardes, después de ayudar a su padre en las labores del campo, le encantaba jugar pelota, les decía a sus padres que era mejor que se dedicara al juego y no a los vicios. “Ahí seguimos guardándole sus pelotas para cuando llegue”, dicen sus padres.
Doña Socorro padece de los nervios desde que desapareció su hijo, dice que no duerme por estar pensando en todos los normalistas. Se cuestiona si en realidad los van a encontrar. La desesperanza para algunos padres crece conforme transcurren los días, pero se resiste a creer que estén muertos y que los fragmentos hallados en las últimas investigaciones verdaderamente pertenezcan a Christian Alfonso Rodríguez Telumbre.
Los primeros días confiesa que lloraba mucho pero ahora solo le pide a Dios y a la virgen que regrese su hijo, el que le decía que quería estudiar para ser alguien en la vida y tenerla como una reina. Eso recuerda la señora Villarreal.
Este trabajo fue elaborado por el equipo de Pie de Página y lo reproducimos como parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie.