“No, nos dejen de visitar”, pide una de las cocineras de uno de los establecimientos del pueblo, donde la venta de comida y mezcal es la principal actividad económica, que se derrumbó luego de casi dos meses de permanecer aislados por miedo al virus que provoca la Covid-19.
Texto y fotografía: Jacob Morales Antonio
14 de junio del 2020
Chilpancingo
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En Amojileca se come el mejor pozole y mole verde de región Centro. Eso dicen las mujeres que desde hace más de 20 años han empujado la gastronomía como una de las principales actividades económicas de este pueblo, ubicado a 15 minutos de Chilpancingo. A partir de este semana otra vez comenzaron a servirlo en los restaurantes del pueblo.
El pasado 3 de mayo, Amojileca cerró el paso a los visitantes, después de acordarlo con habitantes de Jaleaca, Balzamar, Las Joyitas, La Soledad, Chautipa, Omiltemi, y Xocomanatlán, pueblos vecinos, por temor a que el SARS-CoV-02 se propagara. En Guerrero otras 300 comunidades aplicaron la misma medida.
El pueblo, donde habitan unas mil personas, se considera una puerta a las comunidades serranas de Chilpancingo. Está en las faldas de grandes cerros. Su clima regularmente es muy fresco. Hay muchos pinos.
Desde la confirmación del primer caso de Covid-19 en Chilpancingo, el pasado 16 de marzo, puso en alerta a la comunidad de Amojileca. Hasta este sábado, según la Secretaría de Salud Estatal, en Chilpancingo hay 301 casos confirmados y 50 a causa de la Covid-19.
El gobierno de Guerrero aplazó 15 días más las reapertura gradual de algunas de las actividades no esenciales en el estado, para el próximo 1 de julio. Mientras el semáforo permanezca en rojo continuarán las medidas de confinamiento y los negocios no esenciales seguirán cerrados.
En una de las cocinas de los restaurantes de Amojileca, mujeres preparan el menú.
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Erica Vargas Cabrera es la propietaria de la Pozolería Tomy, tiene más de 20 años cocinando casi todos los días de la semana, el mejor pozole de la región, mole verde, pancita, adobo, y mole de conejo. Los platillos tiene un costo entre 50 y 70 pesos.
Las restricciones que los mismos habitantes se impusieron para evitar la propagación de la Covid-19 mermó en la venta de comida y preparados de mezcal. Antes de la pandemia en la pozolería Tomy, colocaban 35 mesas, pero este fin de semana apenas ocho, separadas a metro y medio de distancia una de la otra.
Erica confía en que pronto lleguen más clientes que sólo los de las cuatro mesas que llevaba atendidas a este sábado a mediodía. El restaurante le daba trabajo a 13 personas, la mayoría mujeres, pero ahora se han tenido que turnar dos empleados por día.
Ella está consiente de que las ventas no volverán hacer normales. “¡Vamos a adaptarnos!”. En la cocina todas portan cubrebocas y quienes tienen contacto con los clientes portan guantes. También han puesto gel antibacterial en la entrada.
Todos los días antes de abrir y después de que una mesa es usada la limpian con cloro.
La mujer desconoce de los créditos para pequeños negocios que otorga el gobierno federal de hasta 25 mil pesos, a ella nadie la ha visitado, y dice que le sería de gran ayuda.
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La cercanía con Chilpancingo, capital de Guerrero, no le da ninguna ventaja a la comunidad. En Amojileca para desgracia de sus habitantes no hay señal de celular, pero es una ventaja para quienes van a comer, nadie se distrae en llamadas, todos tratan de disfrutar su estancia.
Olga Olivia Dame Pastor es otra de las restauranteras afectadas por la pandemia de la Covid-19. En su pozolería Los Molcajetes que funciona desde hace 20 años, no había tenido un jueves negro, hasta la semana pasada, cuando sólo vendió cuatro platos de pozole, de más de 40 que servía antes de la contingencia.
En pequeño espacio donde a penas caben 8 mesas juntas, ahora hay 4. Hasta las 2 de la tarde de este sábado el lugar no había recibido a un solo comensal. Entre sus paredes blancas, pintadas con motivos de las blusas que portan mujeres indígenas acatecas, laboraban cuatro trabajadores, ahora sólo hay uno.
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Alberto Lorenzo Marino, es el comisario municipal de Amojileca. Sentado en una de las bancas de la explanada de la plaza principal recordó que cuando la comunidad decidió cerrar el paso, hubo quienes llegaron a agredir a los responsables del filtro sanitario.
Ahora que las restricciones del acceso se ha levantado, pide a los visitantes que tengan la responsabilidad de respetar todas las medidas sanitarias, portar el cubrebocas y otras indicaciones que dan en los restaurantes.
Antes de reabrir los restaurantes, se acordó con los propietarios de siete establecimientos, de ofrecer servicio a una capacidad del 50 por ciento. Pero en los restaurantes donde llegaban hasta 100 personas en un día, a penas llegan 20.
Los habitantes de la comunidad han sobrevivido con el poco ahorro que tenían. El comisario recordó que no ha llegado ningún apoyo del gobierno. Agradeció las despensas que apenas envió la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro).
En caso de que se detecte un caso positivo de Covid-19 en la comunidad, dice el comisario, seguirán las indicaciones del Centro de Salud Municipal.