En Amuco de la Reforma, municipio de Coyuca de Catalán, la Sedatu incluyó viviendas en el censo de afectados que nunca reconstruyó
Texto y fotografía: José Miguel Sánchez e Itzel Urieta
16 de enero del 2020
Coyuca de Catalán
En Amuco de la Reforma, municipio de Coyuca de Catalán, hay varias casas sin ventanas, paredes o techos. Otras están abandonadas. Estas viviendas están así desde la tormenta tropical Ingrid y el huracán Manuel, ocurridas en septiembre del 2013.
Moisés Urieta Valente, de 69 años, sólo cuenta con un cuarto techado como casa. El resto sigue en construcción, desde hace seis años.
Moisés Urieta platica con tristeza y se le llenan los ojos de lágrimas. “Lo perdimos todo: casa, ropa, papeles importantes, cosas personales y ya no hay manera de recuperarlo”.
El 15 y 16 de septiembre se avizoró una tragedia. En medio de los festejos por la Independencia de México, las lluvias torrenciales provocaron daños estructurales en carreteras, arrasaron con casas en 59 de los 81 municipios en el estado. Una de las zonas más afectadas fue la Montaña de Guerrero.
De acuerdo con estadísticas oficiales, murieron 123 personas, hubo 33 heridos, 68 desaparecidos, 59 mil evacuados, y al menos 218 mil 594 personas afectadas y 35 mil viviendas dañadas.
En Amuco de la Reforma, un pueblo de casi 3 mil habitantes de Coyuca de Catalán, en la región de la Tierra Caliente, corría la mañana del 16 de septiembre del 2013, y ya sin luz, el río que corre a un costado de la comunidad crecía con el paso de las horas. Las lluvias comenzaron la tarde del 13 septiembre y no pararon por varios días.
Los pobladores al darse cuenta de la creciente del río salieron poco a poco de sus casas, Moisés Urieta cuenta que el nunca creyó que el río se desbordara.
“En mis 69 años de vida nunca vio algo así”, recuerda.
Además de las personas muertas tras el paso de las lluvias, 215,000 hectáreas de cultivos fueron pérdida total. En el sector ganadero se estiman afectaciones en 45,000 unidades animal, de acuerdo con datos de las reuniones de evaluación llevadas a cabo por el gobierno federal después de la tormenta.
A la comunidad de Amuco de la Reforma la rodea el río Balsas y otra afluente pequeña que baja de la sierra de Coyuca de Catalán que desemboca en el Balsas. Con el paso de la tormenta aproximadamente 300 familias fueron afectadas, entre pérdidas materiales, de cosecha y de viviendas de acuerdo con una aproximación que hicieron varios pobladores.
Jaime Benítez, vecino de Moisés, recuerda como en 10 minutos el agua salió de su caudal y arrasó con todo, él junto con su familia y muchos pobladores más salieron de sus casas y se refugiaron en el punto conocido popularmente en el pueblo como “La Loma”, un pequeño cerro que es el punto más alto de la comunidad.
“Desde ahí nada más veíamos y escuchábamos como el agua corría y a su paso se llevaba nuestras casas”, comparte Jaime Benítez.
La casa de Moisés fue una de las 8,509 que, de acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano (Sedatu), resultaron dañadas y que tenían planeado reconstruir, pero nunca lo hicieron.
A Moisés y su familia les dieron un número de folio cuando fueron censados por encuestadores de la Sedato, quienes volverían para continuar el proceso, ya que saliera el padrón de los afectados.
Moisés no salió en el padrón y nunca le explicaron el por qué, los censadores y funcionarios de las dependencias no volvieron a pisar la población.
Moisés no fue el único que no salió en el padrón, sólo en Amuco de la Reforma, al menos 20 familias están en las mismas condiciones, cuentan con el folio que les dio la Sedatu, lo único que obtuvieron. A la fecha sus viviendas siguen sin ser terminadas.
Cruz García, una mujer de 66 años, también perdió todo durante la tormenta y el huracán. Su casa, recuerdos y todo lo que ella creía que le pertenecía. Cruz tiene a su cargo tres nietos, al igual que Moisés hizo todo el procedimiento para que le reconstruyeran su vivienda, tampoco salió beneficiada.
Cruz fue reconstruyendo su hogar, poco a poco, en otro predio que con ayuda de sus hijos consiguió.
Moisés buscó por su propia cuenta apoyo para la reconstrucción de su hogar. Después de la tormenta vivió un mes en una casa prestada y en los meses en los que esperaban la reconstrucción se alojó en la casa de su hermano. Al ver que la reconstrucción no se haría, optó por buscar apoyos en otras instancias, entre éstas, con el presidente municipal y de algunos otros proyectos que le permitieran reunir los materiales necesarios, y si logró reunir algunos, pero no fueron suficientes, sólo le alcanzó para construir el cuarto donde duerme con su familia, el resto de su casa sigue hasta la fecha sin construir.
Hay pobladores que no alcanzaron a ver sus casas construidas, tal es el caso de Hermelinda Espinoza, «Doña Mela», que murió un par de años después de la tormenta, esperando una reconstrucción que nunca llegó.
Varios pobladores denunciaron que a algunos beneficiados que sí les construyeron sus viviendas, no perdieron nada, y acusaron de favoritismo a varios líderes de la comunidad que habían abogado por personas que no necesitaban el apoyo.
La tormenta también daño su cosecha. Los campesinos perdieron toda la temporada a causa del desastre. Las tierras de labor en las faldas del río desaparecieron, estaban a semanas de cosechar el maíz y ajonjolí que es lo que se produce en la comunidad y del cual muchas familias obtienen sus ingresos.
En Tierra Caliente murieron muchos animales a causa de la lluvia. Un grupo de pobladores abrieron los corrales para que el ganado lograra salir y salvarse, entre ellos Jaime Benítez, que cuenta como llegó un punto en que hacer esa labor ya fue imposible.
“De repente sentíamos que el agua nos estaba llegando a los hombros, fue ahí cuando decidimos parar y resguardarnos, sólo nos quedaba observar como por las calles llenas de agua iban las vacas bramando mientras se las llevaba la corriente, junto con ropa, refrigeradores, trastes, mesas y sillas que salían de las casas”, cuenta Jaime Benítez.
La Secretaría de Agricultura y Ganadería (Sagarpa) tambié les prometió ayuda que nunca llegó.
“Cuando pasó la tormenta se vino lo más difícil, muchos de nosotros no teníamos a donde regresar”, recuerda Jaime.
Muchos pobladores se quedaron en el punto conocido como “La Loma”. Ahí instalaron un campamento provisional para las personas que perdieron sus casas. Los tres puentes que conectan a la comunidad con su cabecera municipal ya no existían. No había manera de salir ni entrar al pueblo, estuvieron cuatro días sin comer y los pocos animales que se salvaron los mataron para alimentarse.
La vida poco a poco volvía a la normalidad conforme limpiaron el lodo que quedó. Jaime Benítez comentó que estuvieron dos semanas limpiando casas y calles del lodo que alcanzó un metro de altura.
Todos coinciden en que sólo lograron salir adelante por la ayuda humanitaria que directamente llegó por parte de pobladores de pueblos vecinos, les llevaban de comer, ropa, y despensas, así como también muchas de las personas que están en Estados Unidos mandaron dinero y apoyo para que su comunidad volviera a la normalidad.