Marisela y su vida de explotación en campos agrícolas

Texto : ​Jesús Guerrero

Fotografía: Óscar Guerrero

Chilpancingo

 

Marisela, de 27 años, originaria de la comunidad de Iztacalco, municipio de Chilapa, cuenta que por la falta de trabajo en Guerrero quiere que la contraten para laborar en los campos agrícolas de Florida, Estados Unidos.

Ella, al igual que otros 50 jóvenes, se formó para ser entrevistada por un funcionario del Servicio Nacional de Empleo (SNE) y ser contratada como trabajadora agrícola.

Marisela tiene experiencia en labores agrícolas desde los siete años.

Su mamá la llevaba a trabajar a distintos campos agrícolas de estados del norte del país.

Apenas hace un mes trabajaba en un campo agrícola de Sonora, un poco antes estuvo en Sinaloa, Hidalgo y Morelos.

«Tengo un hijo de 12 años. Lo dejo en mi pueblo; me lo cuida mi mamá».

En el patio central de las oficinas de la Secretaría del Trabajo, ubicada en la calle Galo Soberón y Parra, hay unos 50 jóvenes procedentes de comunidades de los municipios de Zitlala y Chilapa que esperan ser contratados de jornaleros agrícolas.

Son contratados aquí directamente por representantes de empresas de Florida.

Para que sean fichados tienen que cumplir una serie de requisitos por ejemplo tener en regla su pasaporte, experiencia en labores agrícolas, acta de nacimiento, certificado de salud y contar con el esquema de vacunación y la de refuerzo del Covid-19.

Uno de los requisitos es que tengan la vacuna aprobada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Si tienen la vacuna Cansino, la China o la rusa, Sputnik, no son contratados.

El viaje a Estados Unidos lo paga la empresa que los contrata.

«He cortado pepino, ejote, chile, berenjena», indica Marisela al hablar sobre su experiencia como jornalera agrícola.

Mencionó que uno de los requisitos que tuvo dificultades para conseguir fue la constancia de su último trabajo en los campos de Sonora.

«Las empresas con las que vamos a trabajar quieren que uno tenga mucha experiencia en el corte de los productos agrícolas y yo la tengo», presume la joven.

Dice que el trabajo en los campos agrícolas es de siete de la mañana a cuatro de la tarde.

Sobre este punto de la productividad laboral que exigen las empresas de Estados Unidos, un empleado del SNE que depende de la Secretaría del Trabajo del gobierno federal, contó que un jornalero recibe el pago de un salario mínimo diario pero se le exige que debe de rendir más para que le peguen más.

«La empresa exige 200 cajas diarias del producto agrícola pero muchos llenan hasta 500 cajas y a esos les pagan más», contó.

Según el funcionario del SNE, la Secretaría del Trabajo está al pendiente de que los derechos de los trabajadores no les sean violados allá en Estados Unidos.

Este programa de contratación de jornaleros agrícolas se realiza aquí en Chilpancingo dos y hasta tres veces al año.

«El contrato es de tres meses, pero puede durar hasta diez meses», dijo el funcionario.

En esta primera semana de agosto, el SNE y la empresa estadounidense Lipman Produce María Dehrigen contrató a 60 hombres y 8 mujeres.

Uno de los enviados de la empresa les explica a los aspirantes que el trabajo es duro y que no van a Estados Unidos a «tirar rostro».

La jornada laboral es de seis días y el día de su descanso la empresa lleva a los trabajadores a realizar sus compras de la despensa y a realizar los envíos de remesas a sus familiares.

Si quieren divertirse en su único día de descanso lo harán en sus cuartos y no en la calle.

Los 68 escogidos por la empresa partirán del 20 al 25 de agosto; viajarán solos hasta Monterrey, Nuevo León y en esa ciudad serán recogidos por los representantes de la empresa quienes los trasladarán a Florida.

Los gastos de los pasajes del transporte lo pagarán los jornaleros y cuando lleguen a Monterrey la empresa se los reembolsará, se les explicó en la entrevista.

El funcionario del SNE presume que Guerrero ocupa uno de los primeros lugares en exportar mano de obra a Estados Unidos.

«Tenemos cifras de las remesas que envían los jornaleros agrícolas a sus familiares pero por cuestiones de seguridad no las damos a conocer», dice.

El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo en sus conferencias mañaneras que las remesas que envían los migrantes crecieron durante su gobierno.

«La verdad es un logro que no nos debe de alegrar porque eso refleja que hay más gente de nuestro país que se va a trabajar a Estados Unidos porque aquí no tiene opciones», indica Marisela.

«Yo no puedo estar en mi pueblo todo el año porque tengo que salir a trabajar porque si me quedó no tengo dinero para mantener a mi familia», agrega.

Cuenta que en su pueblo ubicado en la Montaña baja de Guerrero, si hay escuelas, agua, luz y centro de salud.

«Pero no hay trabajo», menciona.

La mayoría de las mujeres y hombres que solicitaron ser contratados para laborar en los campos agrícolas en Florida y en otras ciudades de Estados Unidos son de comunidades de los municipios de Chilapa y Zitlala.

Ambos municipios desde hace décadas son expulsadores de mano de obra barata a los campos agrícolas de los estados del norte de México y también a Estados Unidos.

Organizaciones civiles como el Centro de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón documentaron las condiciones de explotación laboral de los jornaleros agrícolas de esta región de la Montaña baja de Guerrero.

Actualmente estos dos municipios, aparte de la marginación y pobreza en que viven sus habitantes, son azotados por la inseguridad y violencia.

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Mujeres jornaleras en la precariedad e invisibilidad

Texto: José Miguel Sánchez

Fotografía: Tlachinollan Centro de Derechos Humanos de La Montaña

Chilpancingo

 

Hermelinda Santiago Ríos es originaria de la comunidad Francisco I Madero, municipio de Metlatonoc, en la Montaña de Guerrero, es indígena Me’paa y desde niña comenzó a ir a los campos agrícolas del país a trabajar.

Por la falta de empleo y de escolaridad la única alternativa de Hermelinda, como la de muchas otras mujeres de la Montaña, fue la de migrar al norte del país cada temporada para cosechar en los campos agrícolas berenjena, papas, manzanas, entre otras cosas.

Casos como el de Hermelinda son invisibilizados por las autoridades, denunció el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan en conjunto con Periplo, organización no gubernamental dedicada a acompañar y asesorar a trabajadores agrícolas migrantes.

De acuerdo con los datos de Periplo, en México 12.7 por ciento de las personas trabajadoras agrícolas son mujeres, de las cuales solamente tres de cada 10 reciben un pago por su trabajo.

Además que 93 por ciento de las mujeres trabajadoras agrícolas en México carece de contrato, 90 por ciento carece de acceso a la salud por parte de su patrón y el ocho por ciento no cuenta con prestaciones laborales.

“Nosotros estamos metidos ahí desde niños. Desde hace dos, un año, dijeron por ahí. Estamos en el estómago de nuestra mamá. Está metida en los surcos. Nosotros ahí, nacemos, ahí crecimos. Somos jornaleros”, contó Hermelinda.

Hermelinda compartió su experiencia durante la presentación de la campaña Ellas hablan, una iniciativa impulsada por el proyecto Periplo, para dar a conocer las propuestas y contribuciones de las mujeres trabajadoras agrícolas migrantes tanto en México como en Estados Unidos.

Ellas hablan es una campaña que busca visibilizar la situación de las mujeres trabajadoras agrícolas, qué consiste en que 10, mediante entrevistas, cuentan sobre las difíciles condiciones laborales y humanas a las que se enfrentan.

Casos como discriminación, bajos salarios en México, falta de prestaciones, excesiva duración de las jornadas laborales y falta de oportunidades para acceder a visas de trabajo para emigrar a Estados Unidos, son situaciones que contó Hermelinda durante su entrevista que es la primera de las diez que se presentarán en las redes sociales de Periplo.

«Las historias también nos permiten conocer y ampliar el papel de agentes de cambio que estas mujeres están teniendo para sus familias, comunidades y para cambiar la industria agrícola en México y Estados Unidos; además de reconocer retos específicos que por su género enfrentan, como las dobles o triples jornadas de trabajo al encargarse de la crianza y cuidado de hijas, hijos y terceras personas, así como otras labores de cuidados, y la invisibilización de sus contribuciones, bajo nivel de representación y toma de decisiones en sus espacios de trabajo», comentó Pablo Baños, coordinador del proyecto Periplo.

Hermelinda considera que a a traves de la campaña Ellas hablan la industria y las personas consumidoras reconocerán la importancia de su trabajo y que industria y gobierno actúen para garantizar sus derechos humanos y laborales.

 

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