Sin Límites. Ollas solidarias en el comedor de Doña Viki y Don José

En un amplio patio de casa, cubierto con una lona hay una hilera de mesas para las cacerolas. Allí se reparte comida solidaria: 1,000 raciones cada día para los más necesitados en este contexto de Covid-19


 

Texto: Margena de la O

Fotografía: Staff Amapola

9 de junio del 2020

Chilpancingo

En el Comedor Comunitario Gratuito Doña Viki y Don José, ubicado en Niños Héroes 84, en el centro de Chilpancingo, están pendientes de los detalles finales de la comida. Es casi la una de la tarde de este lunes 8 de junio.

El menú que servirán entre dos y media y tres es tinga de pollo, chicharrón en salsa verde, chorizo en salsa, pasta, arroz y frijoles. Tienen para sus comensales hasta 1,000 raciones. Las personas esperan formadas en las banquetas de la estrecha calle.

Estas porciones de comida son adicionales a las 18 mil 585 servidas en las cinco semanas anteriores, de lunes a viernes que funciona. Arrancó el lunes 4 de mayo con alimentos para 200 personas.

El comedor comunitario tiene un propósito: ayudar a personas con necesidad en esta pandemia por la Covid-19.

Virginia Merino Delgado, una mujer de 65 años originaria de Taxco, radicada desde hace 22 años en la capital, está detrás de esta iniciativa ciudadana. Por muchos años se dedicó al servicio público en distintas oficinas en Chilpancingo, una época que, asegura, ocupó para la gestión.

Este comedor logró abrirlo con el apoyo de sus hijos, quienes comenzaron una campaña de donación de insumos entre sus conocidos. “No pensé que fuera a crecer tanto”, comenta sobre la cobertura que ahora tiene.

Conforme avanzó el confinamiento por la crisis sanitaria, dictado en todo México desde el 23 de marzo, Virginia, conocida como doña Viki, observó la necesidad de personas que se quedaron sin empleo, porque viven al día, o que son adultos mayores que no tienen quién vea por ellos. Algunas de esas personas las conoció en su época de gestión.

Hubo quien, antes de montar el comedor, le pidió cinco pesos para comprar masa de maíz para tortillas. Después, cuando ya funcionaba, lo ratificó: una mujer joven baja a pie desde la Tatagildo, una colonia de la periferia de la ciudad, hasta el comedor, por nueve raciones de comida para su familia, entre ellos sus hijos y sus abuelos. Virginia sabe que esa mujer está desempleada y cuando la ve formada le da dinero para que se regrese a su casa en el trasporte público.

Comparte estos casos porque son ejemplos de la necesidad de supervivencia de muchas personas en esta contingencia.

El comedor comunitario de doña Viki sirve hasta mil raciones diarias a personas con problemas económicos por la Covid-19, quienes esperan formados en las banquetas.

¿Cómo funciona el comedor?

Días antes de la apertura de su mesón, cuenta Virginia, se comunicó a Radio Universidad, una estación también de servicio comunitario, para invitar a las personas que por alguna razón tuvieran la necesidad de alimentos, acudieran a partir del siguiente lunes a su domicilio por comida.

También colgó unos anuncios fuera de la casa. “Comedor Comunitario Gratuito Doña Viki y Don José”, se lee en uno de ellos. Acondicionó el amplio patio, separado de la calle por un portón: lo cubrió con una lona y montó una hilera mesas para las cacerolas con comida.

Cuando Virginia comienza a servir la comida junto a otros voluntarios, incluidos sus hijos y otros parientes, los convidados, uno a uno, pasan frente a las mesas con sus recipientes para que les sirvan las raciones de comida según el número de sus familiares.

En el comedor se siguen las medidas sanitarias que la propia contingencia exige. La repartición de gel antibacterial y cubrebocas también son parte del servicio que dan.

Además de la coordinación de doña Viki, el funcionamiento del comedor es posible por las donaciones. Ella enumera la ayuda recibida desde la lona que los cubre del sol y las mesas donde montan la comida, prestadas por unos conocidos, hasta la impresión de los anuncios colgados fuera de su casa y los insumos para alimentos.

“Siempre es con el apoyo de las personas”, menciona.

Los insumos los recibe en distintas proporciones. Hay días que le llevan 15 y 20 pollos o 40 kilos de tortillas, pero hay otros que ha tomado parte de la pensión que le dejó su esposo, José Morelos Rodríguez, para completar.

“Cuando no alcanza la comida y ve que todavía hay gente formada se mete y prepara algo, huevo con chorizo…pero no deja que se vayan sin comida”, comenta Freddy Sabino, uno de los voluntarios que asisten a apoyar al comedor.

En este tiempo, cuenta Virginia, ha sumado la fidelidad de varios, como la de América, una enfermera que es su vecina, quien cada tercer día le lleva tres kilos de tortillas y lamenta no poder integrarse a las actividades del comedor. Pero ella en esta contingencia ya contribuye mucho desde su trinchera.

Los voluntarios son otra parte fundamental del comedor, porque para preparar y servir las 1,000 raciones de comida de estos últimos días, se requieren varias personas.

Guille, es una maestra jubilada de 73 años, vecina de doña Viki, que llega desde las nueve de la mañana a pelar y picar la verdura que necesitarán para los guisos. También va doña Pilla y La Güera. Además de doña Oralia, la de la tienda de abarrotes, quien junto a su esposo limpian parte de los 25 a 30 kilos de frijoles que se reparten a diario.

Hay otras personas, como Fredy, que se suma la reparto de la comida y los cubrebocas, o a la aplicación del gel antibacteral.

De la casa de Viki, apoyan sus hijos José María y María José, su nuera Belinda y su pariente Liz. Ella comienza desde las cinco y media de la mañana, cuando se levanta a poner a cocer los frijoles, y termina 13 horas después, a las seis de la tarde, después de dejar todo limpio para el día siguiente.

Los comedores ciudadanos

Cuando los comedores que instaló el gobierno de Guerrero comenzaron a operar, con apoyo de la Defensa Nacional y de la Marina, apenas este mes, varias iniciativas como las de Virginia ya funcionaban en Chilpancingo y en otras partes del estado.

De las primeras que se conocieron, fue la de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro), quien desde el 30 de marzo, aun con el confinamiento, dejó abiertas las instalaciones y el servicio en los comedores universitarios de Chilpancingo y Acapulco, para la población en general.

La semana pasada cerró porque autoridades universitarias sospecharon de un posible brote de Covid-19 entre sus empleados, pero, para una vez librada esa alerta, anunciaron la reapertura.

En otras colonias de la ciudad también funcionan comedores donde reparten de manera gratuita la comida. La Nueva Esperanza, una colonia de la periferia, es uno de estos casos. Las mujeres se organizaron y preparan comida con insumos que también les donan para repartirlo entre las familias de los alrededores.

También operan otros comedores comunitarios como el de Viki en Taxco y Acapulco.

El suyo está abierto desde hace poco más de un mes, cuando no había nada de las 12, 500 raciones de comida que las autoridades del gobierno estatal dicen sirven en cuatro municipios distintos de Guerrero.

El comedor comunitario Doña Viki es necesario y los voluntarios lo miden por la cantidad de personas que acuden cada día por raciones de comida. El quinto lunes se repartieron 830 raciones de comida y para este sexto se prepararon 1,000, de acuerdo con la estadística que lleva José María.

Sus hijos mantienen la campaña de donación de alimentos, sobre todo en sus redes sociales, porque es vital para que el comedor siga abierto, pero Virginia lamenta que las donaciones bajaron las últimas semanas.

Teme que tenga que cerrar, porque ella sola no podría sostenerlo. “Hay mucho político, hay mucha gente que puede, pero yo no sé qué pasa, no se preocupan por su gente”, dice.

Aún con este panorama, comparte que seguirá hasta donde las posibilidades se lo permitan. Con el esquema de donaciones todo cambia de un momento a otro. Ayer, por ejemplo, cuenta, le llevaron cinco pollos y con eso completó las 1,000 raciones de hoy.