Edwin Rivera Paz

Este perfil fue elaborado por Reporteras en Guardia, un colectivo independiente y sin filiación política conformado por más de 100 periodistas, editoras y realizadoras de 24 estados de México y de su capital, entre ellos Guerrero, con la finalidad de realizar las historias de las y los periodistas asesinados y desaparecidos del año 2000 mil al 2019


 

Texto: Irma Santander / Reporteras en Guardia

20 de febrero del 2020

 

San Pedro Sula, 1989-Acayucan, 2017

Asesinado con arma de fuego.

Ningún detenido.

 

Edwin Rivera Paz, camarógrafo hondureño, se valió del periodismo para dar a conocer la realidad que se vivía en su país.

 

El Clifor —como lo llamaban— cargaba siempre la cámara al hombro, era su instrumento de trabajo cuando salía a grabar el día a día en su comunidad: San Pedro Sula, considerada desde hace años una de las ciudades más violentas del mundo. Apenas en 2016 ocupaba el tercer lugar entre las 50 ciudades con mayor índice de criminalidad, situación que mejoró en 2017, cuando bajó al puesto 26, según el último informe del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal.

 

Edwin era un apasionado de la producción, la actuación y el humor blanco. Junto con su amigo, el periodista Igor Padilla, trabajó desde 2010 en el programa satírico Los verduleros, del canal de televisión Hable Como Habla (HCH).

 

Como asistente de cámaras grababa las bromas que hacían a las personas en sus casas o al transitar por calles o plazas; sabía cómo encontrar la mejor toma para encuadrar los sketches del programa cómico. También plasmaba historias humanas y mostraba la actuación de la Policía.

 

El carisma y sentido del humor de Edwin es lo que más recuerdan quienes fueron sus amigos, como Pablo Rivera Cruz, actor y director de cámaras de Los verduleros.

 

Padilla fue asesinado el 17 de enero de 2017 cuando se encontraba grabando, en compañía de Edwin, un anuncio comercial en el barrio Suyapa. Recibió la llamada de una mujer y al salir fue acribillado por un grupo de hombres que portaban uniformes policiales. Por el crimen fueron inculpados miembros de la Mara 18.

 

Cabrera Cruz, actualmente radicado en Seattle, difiere de esa versión: “Las maras matan con saña y a Igor nunca lo amenazaron. A él no lo mataron las maras”.

 

Amigo cercano de Igor y de Edwin, refiere que el programa se emitió con éxito durante ocho años a nivel nacional. En su formato de comedia reflejaban males como la violencia y las extorsiones que existen en San Pedro Sula.

 

El asesinato de Padilla asustó a Edwin, que a los pocos días viajó solo a Acayucan en calidad de refugiado, solicitando el apoyo del cónsul hondureño en Veracruz, Raúl Otoniel Morazán, y de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). Su solicitud de asilo político estaba en proceso cuando lo mataron.

 

En Acayucan vivía su medio hermano Pablo Rivera, único familiar que tenía en México y quien hace unos meses también dejó el país para irse a Estados Unidos, precisa Emilson Sady Martínez, vicecónsul de Honduras en el municipio localizado al sur de Veracruz.

 

Durante seis meses, Edwin radicó en el barrio San Diego, cercano a la carretera 185, que conecta a Minatitlán con Coatzacoalcos.

 

Ubicada a cuatro horas del puerto de Veracruz, Acayucan padece, desde hace más de cinco años, una ola delictiva causada por bandas criminales dedicadas al secuestro, el narcotráfico y la venta de huachicol. Por esa zona atraviesan ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) con tomas clandestinas abiertas por los traficantes de hidrocarburos.

 

Al llegar a Acayucan, Edwin se olvidó por un tiempo de las cámaras para trabajar como mesero en un bar, contaron algunos de los periodistas de la localidad. Poco a poco retomó su vida y su trabajo periodístico. Tenía el proyecto de abrir un canal en YouTube.

 

“Yo lo vi unas cuantas veces, porque casi no tenía contacto con nosotros. No estaba trabajando en ningún medio de comunicación, tenía planeado hacer un proyecto por internet, pero ya no le alcanzó el tiempo. Nosotros no sabíamos que tuviera problemas con alguien, porque aunque no estaba en medios, lo veíamos haciendo otros trabajos”, cuenta la reportera Fátima Franco.

 

Migrantes que suelen transitar por Acayucan conocieron a Edwin. Grababa un documental sobre los obstáculos que atraviesan en su viaje desde Centroamérica hacia Estados Unidos. Una situación que no le era ajena, pues la vivía como refugiado.

 

El Clifor quiso plasmar el viacrucis de sus compatriotas centroamericanos, pero el 9 de julio de 2017, dos hombres a bordo de una motocicleta lo persiguieron hasta darle alcance y dispararle. El crimen ocurrió a las 14:30 horas, en las calles Porvenir y Benito Juárez, cerca de su domicilio. Tenía 28 años de edad.

 

Varios medios publicaron que el homicidio se debió a que Edwin se había involucrado en el narcomenudeo. Esto nunca se comprobó. Hasta el momento, no ha sido aclarado el motivo del asesinato. El vicecónsul aclara que Pablo fue el único que aportó datos para el expediente.

 

La Fiscalía Regional de la zona Sur-Coatzacoalcos es la encargada de la investigación. El caso sigue abierto, sin avances ni detenidos.

La entonces directora general de la UNESCO, Irina Bokova, condenó el asesinato de Edwin y exigió a México investigarlo. El Movimiento Migrante Mesoamericano también pidió esclarecer el crimen.

 

Cada asesinato ocurrido en el gremio periodístico genera miedo y temor entre reporteros, camarógrafos y fotógrafos del estado. Hay quienes optan por migrar, otros abandonan la profesión, pocos recurren a protocolos de seguridad, y la mayoría continúa normalmente su trabajo, aun con bajos salarios y sin prestaciones laborales. La muerte de Edwin solo generó entre los periodistas locales inquietud y alarma.

 

 

 

 

 

 

Este trabajo fue elaborado por el equipo de Reorteras en Guardia y lo reproducimos con su autorización