Texto: Marlén Castro
Fotografía: Amapola Periodismo
20 de octubre del 2020
Tixtla
Hace un año fue Abril Natividad, de 13 años.
Este 2020, Ayelín Iczae, de la misma edad.
Tixtla es una ciudad chica en la que cabe muchísima violencia. Cada semana, a veces con más frecuencia, hay noticias de personas desaparecidas o de cadáveres mutilados tirados en las carreteras que conducen a la cuna del consumador de la independencia de México, Vicente Guerrero.
Ya casi nada sorprende o indigna a los pobladores de esta ciudad de alrededor de 45,000 habitantes.
Hace ocho años, o tres gobiernos municipales, la violencia se instaló en la ciudad. Llegó junto con el gobierno del perredista Gustavo Alcaraz Abarca, alcalde del 2012 al 2015.
Gustavo Alcaraz Abarca y José Luis Ortega Abarca, a quien la entonces Procuraduría General de Justicia del Estado (ahora FGE) ubicaba como presunto líder del grupo criminal Los Rojos, eran medios hermanos.
Durante la administración municipal de Alcaraz Abarca comenzaron los secuestros y asesinatos en Tixtla. A Ortega Abarca, a quien apodaban La Gringa, lo asesinaron en enero del 2015.
Después llegó otro perredista, Hossein Nabor Guillén, aunque lo hizo bajo las siglas del mismo partido, se decía en el mismo municipio, que traía el padrinazgo de otro grupo criminal: Los Ardillos.
Durante este periodo fueron asesinados en Tixtla otros familiares más cercanos de Alcaraz Abarca, entre ellos su padre, en septiembre del 2017.
Al actual gobierno municipal encabezado por Erika Alcaraz Sosa, otra perredista, también lo ligan con este grupo criminal, por el apoyo del líder de la corriente interna del PRD a la que pertenece, Bernardo Ortega Jiménez, hermano de Celso, Jorge Iván y Arturo Jiménez Ortega, a quien la Fiscalía General del Estado (FGE) ubica como los cabecillas de Los Ardillos.
Tixtla es una ciudad con filtros policíacos permanentes. En la entrada siempre hay dos patrullas de policías municipales y a la salida, a un lado de la gasolinería, otro punto de revisión de estos uniformados. Por las mañanas, entre las siete y las nueve horas, en el entronque del nuevo libramiento y la carretera federal, suele haber un filtro de policías ministeriales apoyados por policías municipales.
A la mitad de la vía, en la entrada de la colonia 6 de Noviembre, hace labores de vigilancia un grupo de policías comunitarios.
En esta colonia desapareció Ayelín Iczae el jueves 15 de octubre.
Los policías comunitarios y la Policía Municipal trabajan coordinados. En Tixtla son frecuentes las denuncias de ciudadanos detenidos por la Policía Comunitaria puestos a disposición de la autoridad municipal.
El segundo infanticidio
La mañana del lunes, otra noticia fatal circuló en la ciudad. Ayelín fue localizada a pocos metros de su vivienda en la colonia La Candelaria, de la que salió el jueves alrededor de las tres de la tarde.
Iba a encontrarse con Flora, su mamá, en el negocio de reciclaje. La niña estudiante de secundaria hacía su tarea cuando recibió la llamada de su madre para que bajara al negocio y comieran juntas.
Ayelín primero terminó la tarea, lo que le llevó varios minutos más. Cuando acabó sus responsabilidades escolares salió corriendo de la vivienda de una planta, cuyo frente da a la barranca Chichipico.
Los familiares no se explican porque la niña atravesó la barranca, si nunca caminaba por ahí.
“Se ahorraba cinco minutos, quizá por eso lo hizo”, dice Luis Miguel, su padre.
El hombre espera en la oscuridad que su ex esposa aparezca con los restos de la hija de ambos. Tuvieron dos hijas durante doce años de vida en común. Hace seis meses se separaron. Flora comenzó después una nueva relación sentimental.
Esa barranca permite cortar vuelta. A sólo 200 metros, por un camino lleno de monte, se sale a la colonia 6 de Noviembre. En esos 200 metros, cuando sólo había caminado la mitad, y alrededor de las tres de la tarde, Ayelín desapareció.
A la mitad de ese camino accidentado hay un pino joven y un eucalipto. Todo lo demás es maleza perenne, esa que aparece con la lluvia y se seca al final de la temporada. El pino y el eucalipto se ven desde esta casa en la colonia La Candelaria. En línea recta hay unos 100 metros solamente.
Abajo, Flora esperaba a su hija. Salió a encontrarla porque no llegaba. La mamá hizo la primera búsqueda y, un par de horas más tarde, se sumaron los vecinos. La barranca fue peinada varias veces. A la una de la mañana del viernes pararon sin encontrar pistas del paradero de Ayelín.
El tío de Ayelín, hermano de Flora, se enteró de la desaparición de su sobrina y llegó el domingo a ayudar a buscarla. No vive en Tixtla. La mañana del lunes pidió a Flora y a la hermana de Ayelín, una chica de unos 15 años, que lo llevaran a la vereda por la que caminó la niña desaparecida.
Ellos hicieron el descubrimiento.
Luis Miguel cuenta lo que le contaron sobre la búsqueda: “Comenzaron a caminar por la barranca. Se detuvieron unos minutos porque les llegó un olor feo, luego comenzaron a buscar ahí mismo y encontraron el cuerpo. La reconocieron por los tenis. No los traía puestos. Estaba descalza. Los tenis estaban a su lado, acomodados”.
El papá desconoce si la niña estaba mutilada como corrió la noticia por las redes sociales. Los familiares y vecinos que vieron los restos dicen que sí.
Luis Miguel tiene un teléfono que se le apaga a cada rato. La noche del domingo conectó el aparato pero no cargaba. El lunes tampoco podía encenderlo. Como a las diez de la mañana con apenas lo mínimo de batería lo encendió. Entró una llamada y la contestó. Fue como se enteró de que a su hija la habían hallado muerta.
Un contexto desafortunado
Se llama infanticidio al delito que consiste en arrebatarle la vida a un menor de edad.
El Instituto para la Economía y la Paz en México indica que en Guerrero, 80 por ciento de las víctimas de asesinatos son menores de entre 14 y 16 años.
De acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) 11,800 menores fueron asesinados en México, entre 2006 y 2017. Más de 1,700 niños y niñas por año. Tres menores cada día.
Los límites de la infancia no es algo que esté bien definido. Hay organizaciones no gubernamentales que la sitúan hasta los 17 años y, otras, a los 14. En México, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el que cuenta cada año cuántos somos y también registra a cuántos asesinaron de esa población, establece los límites de la niñez en los 14 años.
La mayoría de las víctimas de infanticidio en México, de acuerdo con organizaciones no gubernamentales como la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) y Save the Children, son niñas y niños que crecen en un hogar de bajo perfil socioeconómico, en una colonia popular o comunidad apartada y viven en áreas con presencia de pandillas o grupos criminales.
Ayelín creció en un contexto desafortunado. La Candelaria es una colonia apartada de la ciudad, con poca disponibilidad de transporte. La distancia no es el único problema. No hay alumbrado público, ni acceso agua potable. La calle principal está en vías de pavimentación y es notorio que quienes viven aquí son familias de escasos recursos.
La casa de Ayelín está construida de tabique sólo a la mitad. La otra mitad está cubierta con lámina galvanizada y un techo improvisado con este mismo material.
La violencia es otro tema.
La entrada de la colonia 6 de Noviembre es uno de los mayores temores de esta población, porque a todas horas, está instalada ahí una camioneta con policías comunitarios. Los hombres dentro no son visibles.
¿El despertar de Tixtla?
Con la violencia de los últimos ocho años, pocas cosas sorprenden ya a los tixtlecos. La mayoría tiene miedo de manifestarse, pero ayer se vivió algo diferente.
Por la mañana, después del impacto de la noticia, en las redes sociales surgió la iniciativa de manifestarse, de exigir justicia. La cita surgió espontánea. La ciudadanía se convocó a reunirse en el zócalo, por la tarde.
Hace un año, en agosto del 2019, asesinaron a Abril Natividad, también estudiante de secundaria y de 13 años. Abril Natividad también apareció desmembrada.
Por Abril Natividad sólo sus familiares exigieron justicia. La desaparición de la niña ni siquiera se difundió en la Alerta Ámber. Si alguien coloca su nombre en un buscador de internet no halla noticias de su asesinato. Su cuenta de Facebook muestra a una niña jugando en un subeybaja del parque público de esa ciudad.
Otra niña asesinada en sólo 13 meses generó indignación.
A las seis y media de la tarde la gente comenzó a congregarse a un costado de la estatua de Ignacio Manuel Altamirano.
Llegó un contingente de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, quienes el fin de semana, apoyaron en las labores de búsqueda. Un estudiante normalista reprochó a la autoridad municipal permitir al crimen organizado recorrer las calles de Tixtla y denunció que los policías comunitarios ahora son narcotraficantes.
Varios colectivos feministas de la capital guerrerense llegaron a apoyar la marcha, pero en su mayoría fue gente de Tixtla la que se manifestó.
«Qué más tiene que pasarnos para ir a quemar la pinche Fiscalía, para que les quememos el palacio de gobierno”, gritó una mujer en el micrófono.
Alrededor de las siete y media de la noche, unas 500 personas iniciaron la marcha rumbo a la casa de Ayelín.
Caminaron por la carretera, alumbrados por veladoras que dejaron en la casa de la niña.
La familia: el papá, la hermana de Ayelín y una prima hermana agradecieron el apoyo. Flora no estaba. Eran alrededor de las ocho y media de la noche y aún no llegaba con los restos de la niña. Seguía en el Servicio Médico Forense (Semefo) esperando a que le entregaran el cadáver.