Una llamada que no llega: los veracruzanos Yovani, Jair y Misael podrían estar entre los migrantes muertos en tráiler de Texas

1 de julio, 2022
 

Los habitantes del pueblo de San Marcos Atexquilapan en Naolinco, Veracruz, realizan una procesión por las calles, las imágenes religiosas y los rostros de Yovani, Jair y Misael encabezan el contingente. Desde que sus familias se enteraron que existe una alta posibilidad de que se encontraran en un tráiler donde 53 migrantes murieron y 15 más fueron hospitalizados, las oraciones no han parado.

Yovani tiene 16 años, su hermano Jair 20, y su primo Misael 16; los tres buscaban llegar a Estados Unidos tal como lo han hecho otras muchas personas de su pueblo para tener una mejor vida. Pero lo último que sus familias supieron de ellos fue un mensaje el lunes 27 de junio donde avisaban que iban a salir en un tráiler con rumbo a San Antonio, desde allí sus celulares no han vuelto a recibir los WhatsApp y sus tres primos que los esperaban en Texas nunca tuvieron contacto con ellos.

La noticia de que esa misma tarde un tráiler había sido localizado en San Antonio, Texas, con 67 migrantes hacinados de los cuales 51 estaban muertos- y dos más fallecieron en hospitales-, corrió como pólvora en el pequeño pueblo de apenas mil 700 habitantes que se dedican casi por completo a realizar calzado de piel. Muchas y muchos se apresuraron a mostrar su apoyo a la familia Olivares y desde entonces los rezos no han cesado debajo de la carpa negra que se instaló afuera de las casas de las familias.

Yolanda Olivares, mamá de Yovani y Jair, dice que ella solo quiere tener certeza sobre si sus hijos se encontraban en el tráiler y tuvieron un desafortunado desenlace, pero las autoridades no han sabido darle una confirmación oficial, por lo que han pedido a sus familiares de Estados Unidos que se muevan entre hospitales y dependencias, e inclusive pidieron que a ella les brinden los documentos para pasar al país vecino a hacer su propia búsqueda.

Yovani y Jair Valencia Olivares junto con su primo Misael Olivares se dedican, como casi todo Naolinco, un municipio en la zona montañosa central del estado de Veracruz, a la elaboración de calzado de piel; pero el dinero que obtienen les resulta insuficiente para pagar sus gastos y más con la pandemia que el precio de la materia prima ha incrementado mientras que las ventas han disminuido. Por eso muchos jóvenes migran a Estados Unidos y los vecinos cuentan que tan solo en la última semana han sido más de 20.

Por eso Misael tuvo que dejar la secundaria. Cuando empezó la pandemia le pedían tomar clases por internet pero no podía para pagar el servicio y optó por dedicarse a tiempo completo a cortar y coser la piel, lo que implica estar de pie o sentado todo el día mientras que la espalda duele, cuenta su mamá, Hermelinda Montero.

Como los ingresos seguían siendo insuficientes, Misael se sumó a la idea de irse a Estados Unidos para cumplir sus sueños: construir la barda trasera y así evitar que la casa de sus papás se inunde.

Al principio su mamá se negó. Pero no era la primera vez que salía del pueblo ya que frecuentemente trabajaba en otras ciudades como comerciante para completar el gasto y como sus primos y muchas otras personas se habían ido sin problemas a Estados Unidos, finalmente aceptó.

Cuando se fue, los adoradores nocturnos del Santísimo de la iglesia de San Marcos, se quedaron sin un integrante pues él era un ferviente devoto y parte de ese grupo que reza una vez a la semana y en días festivos. Por eso mientras peregrina su fotografía lleva la insignia roja y blanca que identifica a ese grupo, insignia que portan también las personas que cargan los cirios y encabezan los cantos para pedir por su bienestar.

Yovani y Jair, igual que su primo, eran religiosos. Al igual que él trabaja en el calzado entre semana y los fines de semana iban a la iglesia y a jugar futbol. Su abuelo Balbino les inculcó los tres gustos y les enseñó a hacer bien los tres.

El equipo en el que todos jugaban ganó el torneo pasado, cuenta el abuelo orgulloso, mientras muestra una fotografía de ellos y sus otros nietos con playeras del Chivas, el equipo favorito de la familia.

Pero el lugar donde esa foto fue tomada, en el que juegan cada fin de semana está a 20 minutos en carro y en ocasiones se les dificulta encontrar como llegar, por eso es que el sueño de Jair era ganar el dinero suficiente en Estados Unidos para construir su vivienda y comprarse un coche.

“Juntos se van y juntos regresan”

Jair les dijo que sus metas las lograrían cuatro años y entonces volvería a su pueblo. Así todos fijaron ese plazo.

“Decían que juntos se van y juntos regresan”, cuenta Balbino.

Ahora lamenta que no sabe cómo van a regresar, mientras pasa momentos de resignación creyendo que estaban en ese tráiler aunque no han sido notificados oficialmente y otros de fe en los que espera que regresen con bien.

El director de atención a migrantes del estado de Veracruz, Carlos Escalante Igual, señaló que se encuentran intentando averiguar las identidades de las víctimas veracruzanas en el tráiler, puesto que no han tenido confirmación de Estados Unidos pero que enviaron la documentación de la familia, quienes desde que se enteraron de la noticia se acercaron a su dependencia.

Desesperación 

Las familias están desesperadas. Ellas solo piden tener noticias y que sean pronto. Por eso colocaron un altar que estuvo unas horas fuera de la casa y otras al interior, con las fotografías de los tres.

“No tenemos ninguna información sobre ellos y yo siento que eso no es justo”, dice Yolanda, quien ya está cansada y sin dormir durante días.

Ella, cuenta, ya pensaba que todo el problema había terminado porque en la última comunicación sus hijos ya estaban en Estados Unidos y únicamente les faltaba el trayecto final. Pero ahora solo queda el silencio y la incertidumbre.

Hace tan solo unos días le empacó como única identificación posible su certificado de secundaria a su hijo Yovani esperando no tener que recurrir a ella y que, como le hicieron sus tres primos, hicieran esa llamada que tanto esperan aun recibir en la que les dicen que están bien y a salvo, en el lugar que los esperaban.

Pero pasan las horas y esa llamada no llega. Lo único que llega son las mil preguntas sin respuestas sobre lo que está pasando y el recuerdo de lo alegre que son sus hijos, lo sonriente que se fue Yovani y lo cercanos que ambos son.

Mientras llegan las noticias, decenas de familias del pueblo llegan a la casa, prenden veladoras y rezan por los jóvenes que hace menos de un mes empezaron a pensar en su viaje, un viaje que esperan no haya sido el último.

Varios niños entre seis y 10 años llegan a la tienda a pedir una veladora, les faltan 50 centavos para completar los cuatro pesos que les cuesta, pero le piden fiado al tendero porque le cuentan que ellos desean prenderla porque quieren que Yovani, Jair y Misa estén bien. Ellos se van con su veladora para encenderla.

“La fe es lo último que se acaba”, dice Yolanda.

 

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