Multihomicidio de Ranferi Hernández y su familia con la “marca registrada” de la impunidad

Ilustración digital de Art.M. como en memoria Ranferi Hernández y su familia.
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Ocho años después y las instituciones siguen sin resolver el caso. La familia de las víctimas denuncia pidieron la intervención del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para aportar nuevas pruebas a la FGE. Comprueban que su exceso de crueldad: todos fueron torturados


Texto y Foto: Margena de la O 

Ilustración: Art. M.

Chilapa 

Miércoles 15 de octubre del 2025


En medio de la carretera Chilapa-Ahuacuotzingo, en la Montaña baja de Guerrero, hay cuatro cruces que indican que es el sitio del “vil y cobarde multihomicidio” del dirigente social y campesino Ranferi Hernández Acevedo, de su esposa Lucía Hernández Dircio, de su suegra Juanita Dircio Barrios y de su ahijado Antonio Pineda Patricio. Este martes 14, las cruces estaban atiborradas de flores de cempasúchil porque se cumplieron ocho años de sus asesinatos y las personas que les querían, admiraban o respetaban se reunieron para gritar fuerte que el caso está en “total impunidad”. 

Desde este sitio ya nombrado como semilla de memoria colectiva, la familia de las víctimas expuso la rabia por la indiferencia institucional en resolver el caso pero, sobre todo, por el abandono en que vive la población de una región, la Montaña baja, que quedó a merced de los intereses de actores políticos en evidente colaboración con otros grupos de origen criminal.  

Diana Hernández Hernández, una de las hijas del dirigente social y político de la izquierda, arropada por miembros de diferentes organizaciones sociales y por compañeros de todos los tiempos de su padre, denunció que los crímenes en la zona “tienen marca registrada”, por “la complicidad con la que actúan las autoridades locales con el grupo del crimen organizado que controla la región”.


Diana Hernández, una de las hijas del dirigente social y campesino, durante el acto conmemorativo en la carretera Chilapa-Ahuacuotzingo, a ocho años del asesinato de su familia. Foto: Margena de la O.

La Montaña baja tiene el distintivo de “zona gris”, lo mencionó la misma Diana Hernández, por los asesinatos y desapariciones recurrentes sin que pase nada, porque la muerte y la impunidad “tienen permiso”. 

Los familiares de las víctimas cumplen ocho años también en ser evidencia de esas licencias concedidas en la región (y en otras partes de Guerrero), porque las autoridades siguen sin resolverles qué pasó, por qué y quiénes cometieron el crimen. 

Este episodio representa una de las escenas públicas más crudas: los cadáveres de las víctimas fueron incendiados en la camioneta en que viajaban y abandonada en el sitio que hoy nombran de memoria. 

De acuerdo con dictámenes multidisciplinarios de pruebas que realizaron los integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y que la familia entregó a la Fiscalía General del Estado (FGE) con el propósito de hacer eficientes las investigaciones, ya no tienen duda de que hubo un exceso de crueldad: todos fueron torturados. Estos datos fueron revelados por los familiares.

Al reunir las piezas alrededor de este caso queda expuesto el patrón de eliminación de actores que resisten y proponen, como Ranferi, y de las complicidades que generan un estado de “impunidad crónica”. En el acto conmemorativo, los familiares también aquilataron que en Guerrero eliminan a “luchadores sociales que alzan la voz contra la explotación, el saqueo de los recursos naturales y contra los poderes caciquiles”. 

Ocurrió en el siglo pasado y continúa en este. Aquí algunos nombres de otros dirigentes sociales asesinados en este cuarto de siglo: Miguel Ángel Mesino (18 de septiembre del 2005), Arturo Hernández Cardona (30 de mayo del 2013), Raymundo Velázquez Flores (5 de agosto del 2013), Rocío Mesino Mesino (19 de octubre del 2013), Luis Olivares Enríquez (10 de noviembre del 2013), Arnulfo Cerón Soriano (11 de octubre del 2019).

Diana Hernández, la hija del dirigente social, llamó a los gobiernos de todos los niveles a actuar en consecuencia con sus responsabilidades, porque solo así evitarían que “la violencia y la impunidad sigan siendo los rasgos distintivos de nuestra realidad”.


Las cruces por Ranferi, Lucía, Juanita y Antonio.

La resistencia y la dignidad

El acto conmemorativo de ayer, en medio de la carretera, con el tráfico detenido, reunió a varios de los dirigentes sociales que compartieron con Ranferi sus inquietudes, como los miembros de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), a quienes acompañó en su lucha por la verdad y la justicia por la masacre de 17 campesinos en el vado de Aguas Blancas, hasta lograr deponer al gobernador de entonces, el priísta Rubén Figueroa Alcocer, lo que después le costaría el exilio en Francia con todo y su familia.

Ahí estuvo Norma Mesino Mesino, quien también enfrenta la ausencia de dos hermanos asesinados de manera extrajudicial, para recordarlo. “Ranferi Hernández Acevedo, más que un diputado en ese tiempo, fue un compañero consciente de lucha. Que acompañó nuestra lucha por la justicia después de la masacre de Aguas Blancas (28 de junio del 1995), porque no dudó en estar de lado de las víctimas”. 

Además de dirigente social y campesino, Ranferi fue un político de la izquierda, considerado como uno de los fundadores del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Fue diputado por este partido de 1993 a 1996, al siguiente año fue exiliado.

Hay dos aspectos que dejaron claro quienes acudieron al acto conmemorativo por Ranferi Hernández cuando hablaban de él, su dignidad y resistencia. Abel Barrera Hernández, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, organización que lleva el caso jurídico, mencionó que Ranferi fue un “defensor aguerrido” e incómodo para muchos servidores públicos y partidos, porque nunca sintonizó con el poder y la burocracia “cómplice de corruptelas y triquiñuelas”.

Este tipo de referencias salieron de casi todos los asistentes en la oratoria del acto y en consultas directas, porque todos los presentes tenían una anécdota o referencia de él, además, era su territorio, el que caminó cuando no había carreteras.

Esa referencia la ofrece Pedro Moreno, porque muchos de esos caminos los recorrió a su lado, como un fiel compañero y aliado hasta el día de su muerte.

Un compañero de lucha

Pedro está convencido que él pudo ser una de las víctimas de ese 14 de octubre del 2017 si no hubiese salido de Ahuacuotzingo a vender la carne que no le salió esa mañana en el mercado.  Es carnicero. Ranferi fue a buscarlo a su casa por la tarde para que fueran a la comunidad de Oxtotitlán, Chilapa. Lo esperó por un rato, pero se fue antes de que llegara.

Al anochecer, sus compañeros, le avisaron que Ranferi no había llegado a Chilapa, la cabecera del municipio, donde tenía su casa e iba con su familia. Cuando sus allegados, como Pedro, salieron a buscarlo, hallaron la camioneta incendiándose en la carretera, el sitio donde hoy están las cruces.

El plan para ese día es que más miembros de la organización acompañarían a Ranferi a hacer unos recorridos. “Hubiera pasado otra tragedia –una mayor– si hubiéramos llegado todos. Querían descabezar la organización, despedazarla”, dice Pedro después de ahogar el llanto. En el año de su muerte, además de mantener su resistencia social, Hernández Acevedo era considerado como un posible aspirante político a una diputación federal.

Durante su vida Ranferi participó en la creación de varias organizaciones sociales, quienes lo conocieron dicen que eso lo traía en el ADN. La Organización Indígena Campesina Vicente Guerrero es una de las últimas referencias.

Pero ese gen de algún modo también era un herencia de Ranferi, porque su padre, Guillermo Hernández, tuvo un lugar especial en su pueblo, Ahuacuotzingo, de donde son originarios. Fue consejero del pueblo, una figura respetada en las comunidades, porque suelen aconsejar y sugerir qué hacer en momentos cruciales a sus habitantes. 

Esa es la referencia que tenía Pedro cuando conoció a Ranferi en un autobús del transporte público hacia Iguala. Ranferi le peguntó si el asiento de a lado estaba libre y Pedro le contestó que sí y después le preguntó si era el hijo de Guillermo Hernández y siguieron la plática.

A Pedro le cautivó la manera de ser de Ranferi, todo lo que sabía, aun sin haber tenido la instrucción de una escuela, y lo que hacía. Recuerda que ese día de entre sus cosas sacó una manzana y la partió en dos para darle la mitad. “Otros se la comerían completa”, refiere. 

Desde entonces crearon una unión. Pedro conoció al lado de Ranferi la literatura que cambió su vida, como La rebelión de los colgados, Los de abajo, Cubita y El Capital, lo que afianzó su relación.

Desde el sitio de memoria, Pedro lo recuerda como un “hombre puro” sobre la política social, de los que, dice, ya no existen.


Aspectos durante el acto conmemorativo en la carretera Chilapa-Ahuacuotzingo.

 

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