La siembra de maíz tardía trae milpas enanas a Virginia y cientos de familias

A seis meses de esta crisis, el dinero del maíz de Virginia Torrescano Grande, una mujer campesina de 80 años de edad, a diferencia de otros años, le impidie a su familia adquirir las medicinas para su esposo Andrés y tampoco alcanza para alimentarse.


 

Texto: Marlén Castro

Fotografía: Angie García

12 de febrero del 2020

 

Mártir de Cuilapan

 

Virginia Torrescano Grande es una campesina de 80 años, originaria de Apango, cabecera del municipio Mártir de Cuilapan, en la región Centro de Guerrero. Seis meses después de sembrar maíz padece las carencias de la peor cosecha que recuerda. Esta inició en julio de 2019, cuando la aplicación del fertilizante llegó con mucho retraso.

 

“La milpa iba creciendo bien chula pero apenas estaba queriendo sacar la espiga cuando paró de llover”, establece Virginia sin dramas, aunque su sobrevivencia esté en riesgo.

 

Todo el maíz que Virgina cosechó en noviembre del 2019 cupo en dos bidones–depósitos en los que caben 220 litros de agua–. Eso es un tercio de lo que ha cosechado otros años. Por eso la familia en la que Virginia es la proveedora de alimentos está vulnerable. En la última década ella se puso al frente de esta actividad familiar, consiguió cosechar una carga, en los mejores años, hasta una carga y media. Que cabían en cuatro bidones, seis y hasta ocho.

 

En Guerrero, la Coordinadora de Comisariados Ejidales y Comunales denunció que el retraso en la entrega del fertilizante y la falta de lluvias provocaron la caída de 38 por ciento de la producción de maíz a nivel estatal.

 

La alimentación no es lo único que está en riesgo. Lo más delicado de esta caída en la producción de maíz familiar es que Virginia no tendrá dinero para adquirir las medicinas de Andrés Chocolate Trejo, su esposo, enfermo de insuficiencia renal y de la próstata. Virginia y Andrés tuvieron nueve hijos, tres murieron, y de los seis que viven, sólo una hija vive con ellos.

 

 

 

2)

 

Virginia, grande, campesina y jefa de familia

Virginia Torrescano fue una de las campesinas que recibió tarde el fertilizante. Amapola periodismo publicó su historia a principios de julio. Virginia tuvo acceso al insumo hasta el 26 de junio, con un mes de retraso más o menos. Encarnó la incertidumbre en la que vivieron miles de campesinos de mayo a julio del 2019.

 

Virginia necesita el excedente del maíz para comprar las medicinas de Andrés, con quien se casó hace 64 años, cuando apenas tenía 17 años. Hace 10 años a Andrés comenzaron a hinchársele los pies, las manos y la barriga. El médico diagnosticó insuficiencia renal. Desde entonces, la tarea de sembrar quedó en manos de Virginia.

 

En las noches, Andrés tiene crisis. Virginia se desvela. En el día tiene que atender su siembra, tiene que salir a vender maíz para comprar otros alimentos y para las medicinas de Andrés, a quien este último año también le diagnosticaron problemas de la próstata.

 

Hace un año, iniciaba el periodo de la llamada cuarta transformación que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador–quien llegó al poder a través del partido que él mismo formó, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena)–, el gobierno federal decidió absolver el costo y la distribución del insumo, fue la primera vez que esto pasó en los 24 años que lleva el programa.

 

Por lo del costo no habría problema, el gobernador priista Héctor Astudillo Flores no tuvo objeción en que le quitaran esa carga financiera. Fue la distribución lo que complicó todo. En años pasados esa era tarea del gobierno estatal y de los ayuntamientos, y a los partidos que gobiernan los municipios, les aseguraba votos en las urnas.

 

Quitarles la responsabilidad de la distribución era lo mismo que mermar su voto cautivo.

 

Hubo otro componente: el delegado del gobierno federal en Guerrero, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, es uno de los posibles candidatos a gobernador por parte del Morena, elección que se llevará a cabo en 2021. De ahí que mover unos bultos del punto A al punto B fue una ecuación complicada.

 

No hubo coordinación entre el gobierno estatal y la representación del gobierno federal, lo que retrasó la distribución, situación a la que se sumaron organizaciones campesinas ligadas al PRI y PRD, principalmente, que ante el atraso tomaron carreteras para exigir el insumo y, en muchos casos, lo interceptaron y se quedaron con él o abrieron bodegas con los mismos fines.

 

En medio de la disputa política quedaron Virginia, la salud de Andrés, y miles de campesinos, 529 mil 780 personas, según registros oficiales, para quienes la cosecha de maíz es indispensable para asegurar su alimentación.

 

 

 

3)

 

El fertilizante es importante para la cosecha, pero la lluvia es indispensable. Una vez que Virginia tuvo el insumo en sus manos lo aplicó a su milpa que ya tenía unos 20 centímetros de altura. Virginia siembra alrededor de una hectárea. La superficie que siembra no es parte del mismo terreno. Unos 400 metros de lo que siembra es parte de un terreno que renta ubicado a la entrada de Apango. Rumbo al cerro, en un punto al que le dicen el camino del niño, Virginia y su esposo tienen una propiedad de cerca de tres hectáreas, de orografía difícil, de la que siembra una parte, hasta donde sus fuerzas y el dinero que tiene disponible se lo permiten, porque contrata peones para que le abran surco y después ella va depositando la semilla.

 

En julio, poco después de que puso el fertilizante, la lluvia dejó de caer. “Mi milpa iba bien chula”, recuerda Virginia.

 

Este año, el gobierno federal distribuyó semillas para la siembra. Virginia recibió cinco costalillas y las sembró. La calidad de la semilla que distribuyó el gobierno federal fue otro problema que se sumó a la distribución del fertilizante. Organizaciones campesinas denunciaron que era, mejorada se había quedado en bodegas porque los productores la rechazaron debido a que este maíz no tenía certificado de origen.

 

Virginia sí recibió esta semilla. Desconoce si la calidad es la causante de esta merma en su cosecha. Cree que la falta de lluvia fue el problema.

 

“Coseché una mazorquita de unos 10 centímetros. La mayoría de la espiga se quedó pegada a la planta”, comparte.

 

A pesar de la adversidad, Virginia es optimista. Sabe que de sus bidones de maíz apenas saldrá para la alimentación de los tres, de aquí a que comience a cosechar la semilla del siguiente ciclo.

 

“Dios nos socorre. El dinero para las medicinas va a salir, de nuestros puerquitos o de los pollos, pero va salir, de repente mis hijos me dan”, dice con certezas.

 

Sobre este ciclo agrícola 2020 tiene buenos augurios. Dios no puede mandarles dos temporadas malas de lluvia. “De lo que me ando jesuseando es si otra vez nos llegará o no el fertilizante”.

 

 

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