Irma Felícitas Quevedo Castillo, de Las Arenitas, Sinaloa, es madre, abuela y trabajadora incansable. Pescadora desde joven, formó una cooperativa femenina. Hoy, apoya su familia combinando la pesca, la educación y la venta de alimentos, mientras sueña con mejorar su comunidad.
Texto: Redacción Espejo
Foto: FOTO DE MEMORIA Y VERDAD: HISTORIAS DESDE LA PESCA
Viernes 6 de diciembre del 2024
Chilpancingo
Irma Felicitas Quevedo Castillo, es de Las Arenitas y tiene 54 años; estudió hasta la secundaria y le gusta el color amarillo. Jugó 12 años fútbol y es madre de un hijo y una hija, a partir de ahí dejó el deporte, es la quinta hermana de 9, está justo en el medio.
Su padre fue pescador y se llevaba a un amigo y a su hermano al agua, cuando ellos ya no lo acompañaron, lo hizo su mamá. Ella se enseñó a tarrayar con ellos, le tocó sacar ostiones y anzuelear. Junto con un grupo de 11 mujeres y ella estaban formando una cooperativa de puras mujeres, lograron tener una concesión, pero la pandemia detuvo los planes.
Descabezaba camarón en la cooperativa y gracias a esta y a la pesca salió adelante la familia. El apoyo de su madre, padre y hermano fue vital para ella, una vez que su esposo murió, a los dos años murió su papá.
Por ocho años trabajó en un puesto de mariscos, además tuvo pensión de viudez y siguió trabajando y logró comprar una casa. Ahora es abuela de una niña gracias a su hija.
A su hijo de 17 años le gustaba la pesca cuando era pequeño, ahora quiere terminar la preparatoria y ya no seguir estudiando, sino ser parte del crimen organizado; ella platica con su hijo para que reflexione en sus ideas y le dice que no se sentiría orgulloso de él.
Irma entró de intendente en la primaria de su comunidad para que su hijo estuviera ahí en 2013, empezó como voluntaria y después necesitaban alguien que apoyara en labores de cocina y entró también a esas tareas. Gracias a esas actividades las madres de familia le daban cooperación voluntaria y después tuvo un pago por la primaria.
Poco a poco llegaban nuevas tareas con paga como pintar salones, mientras hacía empanadas y las vendía para tener mayor ingreso. Hasta el 2016 entró formalmente a trabajar a la SEPyC como parte de la Primaria Leyes de Reforma. Todavía recuerda con emoción cuando recibió su primer cheque, recurso que ahorró para mejorar su casa y comprar un carro.
Ahora la pesca no da para todos, se espera con ansias la temporada de camarón y aun así agarran poco producto; quedan con deudas en la cooperativa y reciben el apoyo gubernamental de Bienpesca, pero no es suficiente para sacar una familia adelante. De Las Arenitas salen siete camiones diarios para llevar a personas a trabajar a descabezar camarón como otra entrada de dinero a la familia.
Hay productos como los pescados que pueden comercializar en la misma comunidad, como las lisas, pues no todas las personas salen a pescar. Pescar tiene su grado de complejidad, no es solo aventar una tarraya, sino saber cómo hacerlo y dónde hacerlo.
Las nuevas generaciones están utilizando nuevas técnicas, que a veces son contraproducentes en los esteros. Por otro lado, quienes pescan de esa manera que es desleal, también se han encargado de dar cierta sensación de tranquilidad al interior del pueblo; nadie externo entra.
Con los proyectos turísticos que se han hecho en la zona está por despegar un nuevo momento para Las Arenitas, pero hasta el momento solo tienen promesas de un malecón desde hace años, para lograr los avances de maltrató la flora y la fauna y hubo personas que abusaron del momento y se apropiaron de algunos espacios que deberían ser públicos.
El plan de la cooperativa de mujeres no lo ha abandonado. Sabe que hay muchas mujeres jefas de familia que quisieran entrar a trabajar ahí. También es bueno tener organización para apoyar a quienes están haciendo artesanías con conchas. Está muy orgullosa de ser de su comunidad, vivió 4 años en Tijuana, pero no fue la misma; la gente que lucha, es su parte favorita de Las Arenitas y ahí se va a quedar.
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El proyecto Memoria y Verdad: Historias desde la pesca se desarrolló en colaboración con el Fondo Resiliencia, un esfuerzo conjunto para fortalecer las respuestas locales y la resiliencia comunitaria.