Texto: José Miguel Sánchez
Fotografía: Itzel Urieta
15 de agosto de 2021
Chilpancingo
Un danzante azteca sostiene una cubeta de pollo frito, de fondo, la catedral Santa María de la Asunción de Chilpancingo. El personaje que sostiene la comida rápida viste indumentaria azteca, un tocado con plumas, pechera con símbolos prehispánicos y una capa.
El poster es parte de una campaña publicitaria de una cadena de comida rápida que abrió una sucursal en el centro de la capital. El personaje protagonista es Kena.
Kena es popular en Chilpancingo por ser promotor de la danza azteca, por su conocimiento de la cultura prehispánica, su altruismo y por ser la imagen de distintas campañas publicitarias tanto públicas como privadas.
Kena no quiso dar su nombre real y completo, le gusta que su nombre permanezca en el anonimato para darle más misterio a su personaje.
Es licenciado en promoción cultural, pasante de arquitectura y de psicoanálisis. Desde hace 33 años vive en la capital y se ha dedicado al comercio como forma de generar ingresos, pero su pasión por la cultura y danza azteca es lo que lo ha hecho un personaje muy conocido en la ciudad.
El comienza en la danza Azteca
Originario de la Ciudad de México, del barrio de Tepito, y de familia comerciante, Kena tenía 15 años cuando descubrió cuál era su pasión, después de practicar deportes como futbol, hockey sobre hielo y pasto, atletismo, natación y futbol americano, fue este último la causa de entrar al mundo de la danza azteca.
Kena jugaba fútbol americano cuando se lesionó. “Todavía de acordarme me duele”, comenta entre risas.
Se lastimó el cuello. ¿La causa? Dos jugadores del equipo contrario se fueron contra él para arrebatarle el balón. “No me pude mover para nada en dos o tres días”, recuerda.
Fue a que le dieran un masaje los danzantes aztecas de la calle de Tacubaya en el centro histórico de la Ciudad de México.
“Sacaron su pomadita de coyote, unas vendas y me sobaron el cuello. Ahí me dicen ¿y por qué no danzas? Ese fue el minuto que cambio mi destino como luego dicen en el feis”.
Era 1985, Kena ya conocía a los danzantes, le gustaba ir a verlos y platicar con ellos, pero nunca le habían hecho tal ofrecimiento.
Desde que recuerda siempre le llamó la atención la cultura prehispánica y conocer la danza fue para el algo diferente que lo tomaría como forma de vida.
“Uno empieza a buscar lo propio, algo que le guste, en vez de estar yendo a discos, a tomar, esas cosas no me llenaban, yo vivía en Tepito, conozco todo ese mundo desde niño y eso no me impresionaba”.
Lo que si le impresionaba eran las zonas arqueológicas de la Ciudad de México y sus alrededores, los museos y dice que se siente afortunado de nacer en una de las ciudades con más museos en el mundo.
Comenzó a danzar y descubrió su pasión. Su familia no lo comprendió. “Cuando le dije a mi papá que quería ser bailarín me dijo, eso no es de hombres, después vieron que me deje el cabello largo, traía el aretito, pensaron que era homosexual, al final hacer lo que te gusta es siempre una lucha”.
Su llegada a Chilpancingo
Cuenta la leyenda que quien prueba la semita con toronjil siempre se queda o regresa a Chilpancingo, Kena fue víctima de esa leyenda.
La danza azteca llevó a Kena a recorrer el mundo, Estados Unidos, Europa son solo algunos destinos que visitó. Junto con sus amigos decidieron viajar a Alemania, eligieron de entre los seis mejores danzantes, Kena era uno de ellos. Con lo que ganaron bailando en las calles pagaron el boleto de ida, y una vez allá a través de la danza y cooperaciones costeaban hospedaje y comida.
Después de nueve meses Kena regresó a México. “No tenía un peso en el bolsillo, vivíamos al día y junté solo para el boleto de regreso”, recuerda.
Ya en México recibió una oferta para trabajar en Taxco, en un hotel de la ciudad, para que presentará su danza, el contrato era de seis meses. El plan era regresar a Alemania con el dinero ganado en el hotel para quedarse a vivir allá.
El destino tenía otros planes para él. Era 1987.
Con el objetivo de juntar un poco más de dinero realizó pulseras para vender, así llegó a Chilpancingo, vendiendo sus artesanías.
Su esposa estaba embarazada y necesitaban un sustento económico estable, descubrió que con el comercio podía mantener a su familia.
Durante su estancia en la capital recuerda que un amigo de nombre Nacho lo invitó a comer a un restaurante del centro, ahí le sirvieron un té de toronjil y una rebanada de semita.
Antes de comenzar a comer Nacho le advierte, “eso es peligroso, el que lo prueba o se queda o regresa”, Kena respondió: “Pues dame dos, ese mito urbano yo lo voy a romper”.
No fue así, Kena tiene 33 años en Chilpancingo, tres hijos y una casa propia que antes rentaba.
Aquella tarde, Kena supo que se quedaría en Chilpancingo. “Fue un momento mágico, el té, junto con el frio de la tarde. Todavía lo recuerdo como si hubiera sido ayer”.
Recuerda que el día que llegó se realizaba una exposición de ofrendas de día de muertos, además le encantó el clima, y poder observar las luciérnagas por las noches.
El personaje
Kena se ha hecho muy popular en la ciudad. A través de diversos proyectos enseña a niños y jóvenes la danza azteca, su objetivo es que sea una actividad recreativa para que no caigan en las drogas o el alcohol.
Antes de la contingencia sanitaria generada por el Covid 19, sus clases las realizaba en la plaza cívica, y está en espera de que las cosas estén más tranquilas para retomarlas.
A parte de ser maestro de danza, Kena se ha hecho popular por diferentes acciones altruistas. Vive a unos pasos de la esquina Juan Álvarez con Cristóbal Colon, un lugar donde las manifestaciones y bloqueos son comunes. Kena siempre trata de regalarles aguas a los manifestantes.
Su local sirve como centro de acopio para muchas causas, desde pedir cooperación para perros de la calle o para personas de bajos recursos.
Otra de las cosas que hace popular a Kena son sus predicciones sobre temblores, en más de una ocasión ha publicado en su cuenta de Facebook que temblará, y su pronóstico se cumple.
Recuerda que durante una visita a la delegación Milpa Alta, una de las zonas rurales de la Ciudad de México, los campesinos le comentaron, “hay luna roja y mucha humedad, seguro va a temblar”, en su momento no les creyó, pero horas más tarde tembló.
Desde ese momento Kena fue investigando sobre los conocimientos campesinos e indígenas, y gracias a eso fue que ha ganado esa habilidad.
Su actividad principal es el comercio. En su local vende junto con su esposa tenis, ropa, periódicos, eso le ha permitido solventar sus gastos personales y de la danza, porque reconoce que para la cultura y las artes nunca hay dinero.
“Si yo viviera de la danza me muero de hambre, no hay apoyo, luego me hacen invitaciones y piensan que es gratis, pero los vestuarios, los ensayos, traslados, todo eso cuesta y mucha gente o dependencias no lo valora”.
Después de 33 años de vivir en la Capital Kena no se considera chilpancingueño, le encanta la ciudad y no se irá de aquí, pero sus orígenes reconoce son de Tepito.
“Es como el camarada que se va a los Estados Unidos y vive muchos años allá, ya usa sombrero tejano, botas, y trae su camioneta, eso no lo hace gringo, sigue siendo mexicano, así yo, negar de donde soy, seria negar mis orígenes”.