Texto: José Miguel Sánchez
Fotografía: Tlachinollan
Chilpancingo
Doroteo Iturio de Jesús trabajaba en la construcción de caminos en Coyuca de Benítez. Una tarde del 15 de octubre de 1974 regresaba del trabajo con sus compañeros cuando en un reten militar, a la altura del vado de Aguas Blancas, lo detuvieron y nadie más supo de él.
Cada mañana Doroteo salía a trabajar, era parte de la Junta Local de Caminos de Coyuca de Benítez, un organismo que dependía de la Dirección de Obras Públicas municipal que se encargaba de construir, reparar y dar mantenimiento a las carreteras locales, principalmente a las que conducían a las comunidades rurales.
Se lo llevaron de la carretera que lleva a Aguas Blancas, donde trabajaba.
Desde la mañana de ese 15 de octubre, Doroteo, también junto a un grupo de compañeros, vio el retén militar, pero los soldados sólo los pararon minutos y los dejaron ir a trabajar.
“Entonces los militares le dijeron que fuera a trabajar y que al regreso se iba a quedar con ellos. Si él hubiera sido otro, entonces, ya no pasa, pero él era obediente y por eso regresó, y cuando lo detuvieron ya no lo soltaron”, cuenta una de sus hijas, Carmen Iturio Nava, en entrevista.
“Entonces, uno de sus compañeros del trabajo nos fue a avisar, me dijo: ‘agarraron a Doroteo, ya no lo dejaron venir y yo no sé qué va a pasar’”.
La familia buscó ayuda de inmediato para localizar a Doroteo, pero nunca la consiguió.
En las oficinas de la Junta Local de Caminos tampoco dieron razón de él, le dijeron a la familia que na sabían nada.
Las pocas pistas que recabó la familia los llevo a un búsqueda que tampoco tuvo éxito. Les dijeron que a Doroteo lo llevaron a un retén de Pie de la Cuesta, en Acapulco; uno de sus hijos lo fue a buscar pero nunca lo vio y las autoridades militares no le dieron información.
El caso de Doroteo también es parte de una recopilación de testimonios publicada en 2020 por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, en el que los ocho hijos cuenta parte su vida después de la desaparición de su padre.
“Lo buscamos en los retenes, lo buscamos en el cuartel militar de Atoyac, lugar donde realmente nos cerraron las puertas, no decían nada o nos decían a lo mejor anda por ahí de borracho, a lo mejor se fue con otra mujer, le decían a mi mamá, o sea, vulgaridades que los militares tenían preparadas para alejar a las familias”, es un fragmento en el libro del testimonio de Antonio Iturio Nava, otro de los hijos de Doroteo.
En el momento de su desaparición, Doroteo tenía siete hijos y una más que estaba por nacer. Derivado de su desaparición, su familia se vio en la necesidad de emigrar a Chilpancingo ante la falta de condiciones para vivir en su natal Coyuca de Benítez, en la Costa Grande de Guerrero.
Doroteo era el sustento de su familia, su esposa era ama de casa y cuidaba a los siete hijos.
Con la desaparición de Doroteo la familia se quedó sin ingresos y las tierras fueron acaparadas por otros familiares.
“Mis hermanos trabajaron de lo que fuera para tener, los más pequeños hacían mandados en las casas por unas monedas que les pudieran dar”, recuerda Carmen.
En época de cosecha, la familia se alquilaba para el corte de café, pero fue insuficiente y al final migraron.
La familia Iturio Nava también sufrió acoso e intimidación de parte del Estado. “(…) Después de que desaparecieron a mi papá, cerca de la casa, todas las noches, pasaban los militares y se oía cómo andaban recorriendo en la colonia donde vivíamos nosotros, porque era parte de la intimidación que hacían hacia los hijos y esposas”, narra Carmen.
“Nosotros denunciamos al Estado mexicano que nos hizo víctimas de lo que ahora somos y de la situación en la que estamos, porque nosotros quisiéramos que nuestro familiar estuviera a lado de nosotros, pero no es así por culpa del Ejército”.
La detención de Doroteo, creen algunos familiares, fue porque era familiar del entonces guerrillero Lucio Cabañas Barrientos –sus padres de ambos eran primos–, y por algunas colaboraciones a su primo.
Era 1974, la época de la llamada guerra sucia, término que algunos académicos y familiares de las víctimas prefieren llamar terrorismo de Estado.
Entre 1960 y 1980 el Ejército y grupos paramilitares desaparecieron, de acuerdo con cifras oficiales, a 800 personas, entre estudiantes, militantes de izquierda y personas sumadas a la guerrilla, por considerarlos un peligro para el Estado.
Entre esas 800 personas está Doroteo, de quien no hay pistas de su paradero. 48 años después todavía exigen su aparición con vida y justicia.
“Queremos que nos explique y se nos diga dónde está nuestro padre. Puedo decir que a mi no me avergüenza que mi padre haya sido un guerrillero, a mí me enorgullece ser hija de Doroteo Iturio de Jesús y quiero se escuche su nombre donde quiera que vaya yo”, dice Carmen.
La familia de Doroteo es parte del Colectivo de Integrantes Esposas e Hijos de Desaparecidos y Desplazados de la Guerra Sucia del Municipio de Atoyac de Álvarez, Guerrero, donde junto con otras familias en la misma situación piden justicia y reparación del daño.
“Mi padre no era un criminal, era un guerrillero que peleo por sus ideales y del que siempre voy a vivir orgullosa”.
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