En el pueblo funciona una Casa de Salud que depende de la aportación de la empresa minera. Aquí son atendidos los enfermos por padecimientos a causa de la explotación minera y obtienen su medicamento subsidiado. Los ejidatarios solo podrán sostenerla por unos meses
Silvia, quien rondaba los 30 años, llegó quejándose de un agudo dolor en el abdomen este lunes pasado por la noche al campamento de los ejidatarios y parcelarios de Carrizalillo, instalado en la caseta cuatro que tenía la minera canadiense Equinox Gold en el camino hacia el pueblo, y ayer a mediodía murió en el Hospital General Raymundo Abarca Alarcón, de Chilpancingo. Un probable tumor en el estómago del que nunca supo.
La médica Nancy Olivia Guzmán, una de los tres que atienden la Casa de Salud en Carrizalillo, informó que pudiera tener alguna relación con enfermedades asociadas a la explotación minera.
Fue un deceso rápido e intempestivo. El presidente del Comisariado Ejidal de Carrizalillo, José Luis Rodríguez Saldaña, recibe ese martes la noticia por teléfono y exclama con sorpresa: “¡Se murió!”. Para ningún habitante es una información ajena, porque si no son familia, seguro se conocen.
El presidente del comisariado está por iniciar un recorrido por los patios de lixiviados con reporteros, porque sumaban dos meses y 17 días de que iniciaron el plantón en la caseta principal para impedir los trabajos de la empresa hasta que lleguen a nuevo acuerdo, ya sea para renovar el convenio de explotación minera después de 20 años ininterrumpidos, o para el proceso de cierre. En ninguno de los dos casos ha avanzado; la empresa se niega a aceptar la propuesta de convenio de los ejidatarios.
Hace varias llamadas para que de la Casa de Salud, ahora que todavía pueden, envíe la ambulancia al hospital para que regresen al pueblo el cadáver de Silvia. La Casa de Salud de Carrizalillo es independiente a la clínica institucional, porque es un beneficio del convenio social que los ejidatarios sostuvieron con las empresas mineras que por 20 años explotaron oro en este ejido que pertenece al municipio de Eduardo Neri. El subsidio para su funcionamiento salía de la aportación de la empresa minera y del Comisariado Ejidal de Carrizalillo.
Al no avanzar la negociación con la empresa, uno de los riegos mayores es que deje de operar la Casa de Salud en Carrizalillo. De acuerdo con la versión de los ejidatarios, Equinox Gold les ofrece un 60 por ciento menos por la renta de casi 1,400 hectáreas que ocupaba en su ejido, en relación al último convenio que venció el 31 de marzo pasado.
El plantón que comenzó el 1 de abril pasado ahora es un campamento que parece una extensión del pueblo, porque los plantonistas construyeron pequeñas casas de madera o techados con esqueletos de herrería para mantener el movimiento. El personal que hace el turno de la noche en la Casa de Salud ofrece el servicio desde la carpa donde atiende el Comisariado Ejidal en el campamento.
Es por eso que Silvia llegó al lugar. Quienes la vieron y escucharon dicen que gritaba del dolor. En la Casa de Salud atendieron algunas veces a Silvia por la diabetes que padecía. El personal encargado la trasladó durante la madrugada al hospital de Chilpancingo y unas horas después murió.
La Casa de Salud, que al día entre 10 y 20 personas, depende en estos momentos en un 100 por ciento del Comisariado Ejidal de Carrizalillo, y el costeo de las acciones de la mesa ejidal dependen de su relación con la empresa. Entonces, el funcionamiento de los servicios de salud operan en realidad con las reservas que tiene la mesa para este año.
El presidente del comisariado, en una actitud optimista, cree que pueden mantener los gastos de la Casa de Salud por seis meses o, quizá, un año, pero la médica Nancy lo sitúa de golpe al mencionar que los tratamientos que ofrecen son costosos, porque atienden padecimientos derivado de la contaminación por la explotación minera.
Cada mes, dice la médica, podían gastar en medicamentos hasta 700 mil pesos, de esos, la empresa daba unos 200 mil, y la mesa ejidal ponía el resto.
Los enfermedades más comunes en el pueblo son las respiratorias, de la piel y las oculares. “Una tos te dura normalmente una semana, es el ciclo normal de la enfermedad, aquí nuestros pacientes duran hasta tres meses, no les funciona un jarabe, una pastilla, los tenemos que nebulizar. Es una de las preocupaciones ahora que no tenemos el ingreso de la mina, son medicamentos caros; las ampolletas nada más para nebulizarte cuestan casi 600 pesos, además de los aparatos e insumos de ese tratamiento”, agrega.
La Casa de Salud, además de ofrecer los servicios médicos básicos, subsidia en un 50 por ciento el medicamento para la mayoría de los habitantes, y completo para quienes no pueden costearlo. En este sitio trabajan tres médicos, tres enfermeros y paramédicos y tres administrativos que dejaron de recibir sueldo desde el término del convenio.
La médica calcula que, si acaso, pueden cubrir bien tres meses más, no seis ni un año; ya no compraron la lista completa de medicamentos y dejaron de pedir tratamientos para los pacientes crónicos, como diabéticos, hipertensos y asmáticos.
Estas solo son las enfermedades menores.
La tumba de Sofía, una dura evidencia
Este martes 17 de junio que cuatro reporteros recorremos Carrizalillo en el cotexto del plantón–de otra manera sería muy difícil– el pequeño panteón del pueblo es un lugar necesario visitar a propósito de la muerte de Silvia. La primera tumba que está al entrar es la de Sofía Peña Figueroa, quien murió el 4 de diciembre del 2010. Su muerte es uno de los primeros casos documentados como causa de la explotación minera.
Sofía fue contratada por Gold Corp como afanadora, la empresa que comenzó con la explotación de oro en el ejido en 2007–dos años antes, 2005, inició la instalación del consorcio–, pero pronto la puso a manejar el equipo de absorción atómica del laboratorio. Para eso habría necesitado una especialización, porque tiene que ver con el procedimiento de separación del mineral de la roca que sacan del suelo y manejan químicos, como el cianuro, pero solo tenía hasta primero de secundaria. En marzo de 2008, la empresa minera la presentó como un caso de superación, aunque solo le pegaba 1,800 pesos semanales.
Sofía murió con los pulmones destrozados, después de dos días continuos de vómitos y convulsiones y tres meses sin comer, de acuerdo con lo que documentaron en su momento los periodistas Marlén Castro y Rogelio Agustín en el reportaje Carrizalillo: oro por cuentas de vidrio.
Cuando ocurrió su muerte apenas habían pasado tres años de explotación minera en Carrizalillo.
La médica menciona que esperarán la defunción del caso de Silvia, pero mencionó que tiene registradas dos defunciones recientes de cáncer que asocia de manera directa con la explotación minera, actividad que para este momento suma 20 años.
La explotación minera, la consecuencia en el cuerpo
Todos estos años de explotación ha ocasionado que de algún modo todos los habitantes de Carrizalillo tengan alguna exposición que desencadene en enfermedades porque, también, los patios de lixiviado y la planta están cerca del perímetro habitacional, además de que se practica una minería a cielo abierto.
“Todo el polvo tiene un grado de contaminación”, dice la médica con claridad. Expone que en el ejido han comprobado que los informes semestrales que entrega la empresa al ejido sobre los contaminantes ambientales, que siempre son bajos, están manipulados.
Ella misma forma parte de sus estadísticas de consecuencias en términos de salud, tuvo un embarazo pretérmino reciente, su bebé de poco más de dos meses nació antes de las 37 semanas. Esto le ocurre a las mujeres en el pueblo, también los embarazos óbitos (muerte fetal).
Además de anemias severas en menores y adultos, malformaciones genéticas y síndrome de down. Aclara que estos casos también ocurren en lugares donde no hay explotación minera, pero en Carrizalillo tienen relación con esa función.
Didecsi Robles a sus 34 años es madre de cinco hijos. El menor tiene tres años, se llama Pedro, quien nació síndrome de down, fallas en su corazón, presión pulmonar y hace poco le detectaron problemas en la tiroides, además de las recurrentes complicaciones respiratorias, pero eso, tiene que ver, dice la médica Nancy, con el ambiente del pueblo.
Iris Peña tiene 24 años, es madre de dos niñas, la mayor es María Guadalupe, de cuatro años, quien comienza a decir sus primeras palabras. Dice el nombre de su hermana que es una bebé. Comenzó a caminar casi a los tres años. Padece también una anemia eritoproyética, que le causa un problema en la estimulación de la producción de glóbulos rojos, por lo que deben llevarla a consultas periódicas al Instituto Nacional de Pediatría en Ciudad de México.
Lo común que hay entre estas mujeres, además de ser habitantes de Carrizalillo, es que sus esposos, padres de sus hijos, trabajaban en la empresa minera, lo que les ponía en contacto de algún modo con los químicos que se usan para la separación de los minerales de la roca. También tienen en común que Equinox Gold los liquidó en el contexto del actual conflicto con ejidatarios y parcelarios.
La etapa en la que los habitantes de Carrizalillo enfrentan solos las consecuencias de la explotación minera en sus cuerpos apenas comienza.