La memoria en el espacio público, otra lucha contra el olvido de madres buscadoras

Fichas de búsqueda que penden de un árbol del zócalo de Chilpancingo. Este es otro sitio de memoria creado por otro colectivo, Memoria, Verdad y Justicia de Acapulco.

Hoy que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, colectivos de mujeres feministas encargadas de organizar la marcha conmemorativa en Chilpancingo la dedican a las víctimas de desaparición y asesinato para hacer resonancia de las violencias contra las mujeres y, a la vez, sumar a la exigencia de justicia que encabezan las madres


Texto y Foto: Margena de la O

Chilpancingo

Sábado 8 de marzo del 2025


En la reconstruida Alameda Francisco Granados Maldonado, del costado que da hacia la avenida Vicente Guerrero, hay unas columnas de concreto tapizadas con fotografías de rostros de personas desaparecidas. Las imágenes fueron pegadas ahí como parte de un ejercicio de construcción de memoria colectiva, para hacer notar, desde el espacio público, que todos ellos hacen falta y que el Estado debe buscarles.

Es mérito de Guerrero No+Desaparecidos, un colectivo de familiares de personas desaparecidas encabezado por Francisca Mayo, quien tiene a su hijo desaparecido desde el 3 de noviembre de 2008. Las madres de desaparecidos en México se organizan para buscar a sus hijos por todas las vías, después de no tener resonancia en las instituciones investigadoras.

Francisca, por ejemplo, fue citada por la Fiscalía General del Estado (FGE) hace apenas ocho meses para extraer su ADN para el banco de datos institucional que permitirá cotejarlo en caso de que localicen personas con las características de su hijo. Esto casi 16 años después de que policías municipales se llevaron a Jonathan Munivez Mayo, de la casa que rentaba el joven en el Fraccionamiento Villas Magisteriales, al sur de Chilpancingo. “Cómo voy a encontrarlo, si no tenían el ADN”, menciona.

En escenarios como estos, las madres se han convertido en buscadoras, y debieron aprender desde protocolos de búsqueda, localizar fosas clandestinas en territorios violentos hasta apropiarse del espacio público para convertirlos en gritos permanentes de justicia, para construir memoria, un ejercicio contra el olvido.

Hoy que se conmemora el Día Internacional de la Mujer, colectivos de mujeres feministas encargadas de organizar la marcha conmemorativa en Chilpancingo la dedican a las víctimas de desaparición y asesinato, en busca de hacer resonancia sobre las violencias contra las mujeres y, a la vez, en suma a la exigencia de justicia.


Fichas de búsqueda que penden de un árbol del zócalo de Chilpancingo. Este es otro sitio de memoria creado por otro colectivo, Memoria, Verdad y Justicia de Acapulco.

Las madres buscadoras también cobran una dimensión especial en esta conmemoración. Su acuerpamiento y aportaciones las convierte en actoras sociales necesarias. Su intervención ha llegado más allá de buscar solo a sus familiares, acompañan a otras mujeres y familias en búsqueda de sus desaparecidos.

Francisca, ahora con 58 años, construyó este colectivo con ese propósito después de un largo tiempo de permanecer inmóvil, por el miedo que le provocaron desde la FGE, cuando le pidieron que ya no buscara a su hijo porque entorpecía las investigaciones. Salía con su esposo a cualquier lugar que les representará algún indicio. “Dejamos de buscar un tiempo y se abandonó la carpeta (en la Fiscalía)”, recuerda.

Antes de crear Guerrero No+Desaparecidos perteneció a otros colectivos de Iguala y Acapulco. Fue parte del movimiento que se reactivó en Iguala después del caso de los 43 normalistas desaparecidos de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa.

Pero en 2019 que reactivó sus actividades como madre buscadora lo hizo desde otro lugar, apoyar a otras personas que tienen a un familiar desaparecido.

En Guerrero hay más ejemplos clave de mujeres que han reconvertido el dolor de la espera continua en la función social de acompañar a otras madres buscadoras. Guadalupe Rodríguez Narciso, del Colectivo de Familiares de Desaparecidos del Estado de Guerrero y el País, buscó y acompañó hasta su último aliento: falleció el 27 de agosto del 2021 a causa de Covid-19. Una de las últimas búsquedas que hizo fue el 21 de julio de ese año, en la colonia Juan R Escudero de Acapulco, a la cual Amapola, periodismo transgresor la acompañó.

Nunca localizó a su hijo Josué Molina Rodríguez, desparecido en junio del 2014. El colectivo que lideró ahora lleva su nombre.

Gema Antúnez Flores, del Colectivo Familiares en Búsqueda María Herrera, también ha sido aprendiz y maestra. Aprendió técnicas para buscar a su hijo Juan Sebastián García Antúnez, desparecido hace 15 años, y enseñó a otras personas su ruta para buscar a los suyos.

En la misma ruta están Socorro Gil Guzmán, del colectivo Memoria, Verdad y Justicia de Acapulco, quien busca a su hijo Jonathan Guadalupe Romero Gil, detenido-desaparecido el 5 de diciembre de 2018, y Sandra Luz Román Jaimes, del colectivo Madres Igualtecas, quien busca a su hija Ivette Melissa Flores Román, a quien se la llevaron de su casa hombres armados con pinta de policía la madrugada del 24 de octubre del 2012.



Lucha contra el olvido

La acción que define a este colectivo Guerrero No+Desaparecidos fue la insistencia de tomar el espacio público para colocar los rostros de personas desaparecidas. Comenzaron en las colonias de la ciudad pegando fichas de desaparecidos que familiares acercaban al colectivo en busca de un dato.

Con el mismo propósito fue como llegaron a la Alameda Granados Maldonado, el 31 julio del 2024. Fue una gestión de cinco meses, relativamente rápida en proporción para lo que han tenido que esperar, ante el gobierno municipal.

Francisca expone que para los miembros del colectivo es importante hacer visible a sus familiares desaparecidos en uno de los lugares más concurridos de la ciudad, “con la esperanza de que alguien nos diga dónde podemos encontrar a nuestros hijos”.

Esta dinámica que es urgente y necesaria les coloca en la posición de constructores de memoria, una herramienta que lleva a las personas a experimentar de alguna forma los momentos del otro con sus recuerdos. En este punto estriba su importancia para las madres que buscan a sus hijos.

Este ejercicio tampoco les resulta fácil, porque los servidores públicos suelen ser sus principales enemigos en la construcción de la memoria. Los trabajadores de limpieza del Ayuntamiento de Chilpancingo borraron con pintura blanca las fichas que colocaron debajo del puente del Capricho, ubicado en el centro de la ciudad, el 17 de enero pasado.

Pero su insistencia es mayor y el 14 de febrero volvieron a pegarlas, con el respaldo del colectivo Memoria, Verdad y Justicia de Acapulco, después que exhibieron a los servidores públicos municipales.

Francisca dice que pegar fichas en las paredes o muros de la vía pública hace posible, además, que otros familiares de desaparecidos que, de pronto, estaban solos se identifiquen y se sumen, como les ocurrió hace poco en Mezcala, un pueblo de Eduardo Neri, conocido por la extracción minera y hechos de violencia.


Lugar del asesinato de Marisol Guzmán.

Todos estos espacios y símbolos en el espacio público, por pequeños que sean, representan una historia. La edición de esta marcha conmemorativa del 8M también está dedicada a las mujeres asesinadas y en la ciudad muchas huellas más hacen faltan.

Afuera de Ciudad Universitaria Sur de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) está una cruz con el nombre de Frida Cinthya Marisol Guzmán García, es la señal de que en ese sitio dejaron el cadáver de una joven de 22 años que fue asesinada a balazos un día que salió a divertirse (30 de junio del 2018).

Cerca de la plazoleta Unidos por Guerrero está otra cruz, es la señal de la muerte de Sandy Lizbeth Peralta Castro, otra joven de 22 años asesinada 20 días antes, el 10 de junio del 2018. Fue una estudiante universitaria y la mataron y arrojaron su cadáver en este punto de la ciudad.

Los ejercicios de memoria también tienen el propósito de generar la indignación.

A quiénes buscan

“Yo ya no busco culpables, yo solo quiero que me digan dónde está mi hijo”, dice Francisca sobre los propósitos de su búsqueda en la actualidad, porque ella ya sabe que, a Jonathan, entonces de 21 años, se lo llevaron policías municipales de Chilpancingo.

Para los 35 miembros del colectivo, que representan el número de casos de desaparecidos, les mueve la misma prioridad, y siguen en el ejercicio de búsqueda. “No pierdo la esperanza que alguien se va a apiadar de nosotros”, agrega Francisca.

Ya han tenido algunos resultados, localizaron a cuatro personas con vida y recuperaron el cadáver de alguien más, pero, admite también, continúan agregando nuevos casos.

Uno de los más recientes es el de Luz Esbeydi Ortiz Tornés, de 25 años, desapareció el 16 de noviembre del 2024; la vieron por última vez en el mercado central Baltasar R. Leyva Mancilla. Con el de ella suman cinco casos de mujeres activos en el colectivo: Diana Laura Ramírez Hernández, desapareció el 2 de marzo del 2024, con 17 años; Verónica Zúñiga Nava, desapareció el 4 de julio del 2023; Claudia Getzemaní Aparicio Encarnación, desapareció el 16 de septiembre del 2016, y Cecilia López García, quien desapareció el 25 de septiembre del 2014.

Este año la conmemoración del 8M también es en nombre de todas ellas.



 

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