Ayotzinapa


La población estudiantil de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, de donde son los 43 estudiantes desaparecidos hace cinco años, ha vivido cercada por la vigilancia policiaca y la infiltración, casi de manera inmediata a su creación en 1929.

¿Vivir infiltrado de quién? Puede ser el Ejército, el Cisen, los partidos políticos, la Secretaría de Educación, según afirman egresados normalistas que estudiaron pensando que convivían con el enemigo. En los últimos ocho años han vivido cercados también por el crimen organizado, indican sus narraciones.

Amapola Periodismo entrevistó a egresados de 17 generaciones, que abarcan 59 años de vida académica, estudiantil y de activismo político. Revelan un hilo conductor: la infiltración como una estrategia de Estado para dividir al movimiento social y desaparecer la institución que sobrevive junto a otras 15 normales rurales, y es de las pocas opciones de educación gratuita en México.

La recomendación que emitió la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en noviembre del 2018, estableció como motivo de la posible agresión a los normalistas, la infiltración de un grupo del crimen organizado entre los estudiantes. Amapola Periodismo jaló de este hilo: la infiltración, y encontró evidencias de que ésta también sería una modalidad empleada por el Estado.

Dividimos los testimonios en tres grupos: los tres iniciales o históricos a partir de los años 50, los que ocurrieron posterior a la guerrilla de los 70’s, que fueron las décadas de los 80, 90’s, y los testimonios que parten después del año 2000.

Para los egresados históricos, la infiltración comenzó después del movimiento de masas de 1960, que logró derrocar al ex gobernador Raúl Caballero Aburto y la autonomía del Colegio de Guerrero, que se convertiría en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro); y, durante el inicio de los movimientos guerrilleros de finales de esa década.

Los tres personajes hablan de lo importante que fue el ex normalista de Ayotzinapa y ex guerrillero Lucio Cabañas para la formación política de los estudiantes y cómo se convierte, primero, en un líder estudiantil y después en un líder regional. Más adelante encabezará el Partido de los Pobres, que será un grupo subversivo.

Hacen énfasis en la conciencia social de Lucio y cómo encauzó a los normalistas a involucrarse a las luchas de la época, como el movimiento por la autonomía universitaria. Dejó instaurada la tradición de los círculos de estudio, que consisten en leer autores que hablan sobre socialismo y lucha de clases, como Marx.

César Núñez quien formó parte de la generación 1955-1960, desglosa que: “Ayotzinapa tiene un papel importante en la lucha política de Guerrero a partir de 1960. Los normalistas, encabezados por Lucio, quien en ese año era dirigente de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), participaron en el movimiento anticaballerista que pedía la autonomía de la Universidad. Fue fundamental la participación de él y los muchachos”.

Dice que después de eso inició un proceso de cierre de las normales rurales en el país, que eran el principal refugio de la gente del campo, de los pobres. Él coincidió como compañero de Cabañas, pero no se enfiló en la lucha armada, Núñez más bien se formó como un cuadro político y dirigió en Guerrero el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el partido del actual presidente, Andrés Manuel López Obrador.

Para Núñez, el sello y orientación del normalismo rural, influenciado por su origen cardenista, fue hacia la clase popular. “El normalista rural tenía una identidad con el pueblo y daba todo lo que fuera por la educación. Teníamos una disciplina profunda en ese sentido”.

En este periodo gobernaron México Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos. Durante esos años en el país ocurrió un movimiento importante de obreros ferrocarriles por incremento salarial y la recuperación del sindicalismo.

También nació el Movimiento Revolucionario Magisterial (MRM), considerado ahora los inicios de la disidencia magisterial en el país, en la que el profesor guerrerense Othón Salazar tuvo la participación más importante.

Otro de nuestros entrevistados es Félix Bautista, de la generación 1956-1962. Él se graduó junto a Cabañas. En su opinión, tras la participación activa de Ayotzinapa, en el movimiento de 1960 que dejó como resultado 17 personas asesinadas, y tras la decisión de su compañero Lucio de tomar las armas, comenzó una época contrainsurgente e inició la infiltración en su normal.

En su periodo fue secretario general de la normal –el cargo más importante de un estudiante, dentro de la organización política de la escuela–, Julián Castillo Navarrete, un primo de Lucio. Él tomó su lugar cuando a Lucio lo nombraron secretario general de la FECSM, organismo que representaba a su escuela a nivel nacional.

«La formación política para nosotros, a cargo antes como ahora del Comité de Organización Política e Ideológica (COPI), era tan importante como la académica».

Se vivía un momento importante fuera de México. Iniciaba la revolución cubana y nos llegaba la información de lo que pasaba También de lo que sucedía en China y en los países de la Unión Soviética, todo lo que tenía que ver con su desarrollo económico, científico y cultural.”, comparte.

Ayotzinapa, dice Bautista ahora de 78 años de edad, siempre estuvo envuelta en la problemática política estatal y del país. “En aquellos tiempos la infiltración política o policiaca del Estado en Ayotzinapa no era como ahora que, se sabe, podrían inscribirse como estudiantes. El Estado tenía todo el control político con Caballero Aburto al frente, entonces no había necesidad de que los agentes policiacos o informantes entraran hasta la Normal”.

El papel de los agentes policiacos, sobre todo de la Policía Judicial, era el de informadores. Eran muy artesanales. Se vestían con guayaberas y mostraban su arma. Se les veía en las plazas públicas, en los mítines, en las marchas. Esa era su estrategia oficial de entonces. Nada de sofisticación. Los equipos de seguridad que acudían a los eventos públicos reportaban lo que ocurría: quién hablaba y qué estaban diciendo. Se usaba mucho.

La infiltración en Ayotzinapa se desarrolló en los años que surgió la insurgencia en Guerrero, que ha tenido diferentes periodos, primero con Lucio Cabañas Barrientos y Genaro Vázquez Rojas, y después con el Ejército Popular Revolucionario (EPR) y el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI). Todo esto ocurrió a partir de 1960, enfatiza.

También de esa generación, Arturo Miranda opina que el gobierno siempre intentó infiltrar a Ayotzinapa. Existe el antecedente de 1941, cuando expulsaron a toda la dirigencia estudiantil y a algunos maestros acusados de agraviar a los símbolos patrios. La cárcel fue su castigo.

En el 2000 fue director de la Normal Rural Emiliano Zapata de Amilcingo, Morelos, otra de las escuelas del corte de Ayotzinapa que sobreviven hasta ahora, en ésta sólo estudian mujeres. Durante ese año se percató que cada vez que hubo un problema interno, agentes policiacos vigilaban la Normal.

«Sé lo que digo. Los agentes de inteligencia militar o de Gobernación me buscaron para que les informara de lo que sucedía. ‘A mí no me mandaron aquí para ser oreja, estoy por un nombramiento de director de la escuela, eso investíguenlo ustedes’”, les dijo.

«En el caso de Morelos, detectó a algunas muchachas usando celulares de manera muy discreta. “En esos años no cualquiera podía tener celular, una, por un asunto de dinero y otra, porque la señal era complicada”.

Otro momento en el que confirmó gran interés del gobierno en las normales rurales fue después del asesinato de los normalistas de Ayotzinapa, Gabriel Echeverría de Jesús y Jorge Alexis Herrera Pino, ocurrido en Chilpancingo, en la Autopista del Sol, el 12 de diciembre del 2011.

«El asesinato de estos normalistas es el primero que ocurre en el gobierno de Ángel Aguirre Rivero. Este gobernador ni siquiera concluyó su mandato (2011-2015). Se ve obligado a retirarse en 2014, después de la noche de Iguala en que mataron a tres normalistas más y desaparecieron a otros 43”.

Para Miranda, Aguirre Rivero es uno de los personajes políticos actuales que promovió el cierre de Ayotzinapa. Lo hizo después del asesinato en la Autopista del Sol, con una campaña intensa de odio contra los normalistas. Desde esa fecha, marca un antes y un después para Ayotzinapa.

Los estudiantes de esta Normal que representa la escuela rural mexicana que fortaleció el presidente Lázaro Cárdenas, han vivido con la posibilidad de que el compañero de junto sea el caballo de Troya que busca socavar su organización. Todas las narraciones coinciden en que durante todos estos años han aprendido a lidiar con esa estrategia: para ninguno de ellos es un secreto que sus compañeros, pueda ser un traidor.

Desde los primeros años de su funcionamiento, los normalistas tuvieron que expulsar a compañeros sospechosos, y cerrarle las puertas a un dirigente de izquierda; realizar dobles actividades, protegerse entre miembros del Comité, todo, con la intención de confundir a sus enemigos.

En las generaciones recientes expulsaron a estudiantes con vínculos con el PRI ante la sospecha de pertenecer al crimen organizado. Esta es la vida del normalista de Ayotzinapa, que desde siempre ha sabido el trasfondo de su mal: la desaparición del normalismo rural.

José Ángel Román Espinoza de la generación 2003-2007, quien fue secretario general de 2005-2006, contó como robaron el cerebro de una computadora con toda la información sobre la estructura estudiantil, las carteras que había, las funciones de cada una, cómo se elegían a los integrantes, cómo se tomaban decisiones.

«Nos sentamos a analizar cómo sustrajeron el CPU y llegamos a la conclusión que fue una tarde en que la SEG nos llamó a una reunión a Chilpancingo. Al siguiente año que nosotros egresamos, en 2008, el gobierno abrió otras dos licenciaturas en la Normal, la Licenciatura en Educación Bilingüe y la Licenciatura en Educación Física, por su cuenta, sin que la base estudiantil pidiera que se abrieran”, detalla.

Otro egresado, ya de la generación de 2013, narra cómo su Comité decidió expulsar a tres estudiantes de cuarto año. “Nos dimos cuenta que tenían relaciones con Silvia Ojeda, coordinadora de asesores de la SEG, y con el secretario de ese entonces, José Luis González de la Vega, y también con Héctor Vicario, quien fue diputado por el PRI, y desde siempre cercano al ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer”.

Esos chavos que fueron expulsados se oponían a las acciones del Comité, retaban sus indicaciones, tomaban alcohol en las instalaciones y vendían drogas, inclusive, se sabía que andaban armados, por lo menos a uno se le vio portando una pistola nueve milímetros.

A cada egresado se le aplicó una encuesta de 10 preguntas, cuyas respuestas tejen estos testimonios que reflejan a los actores detrás de la vigilancia e infiltración a Ayotzinapa, casi todos asociados a las instituciones de manera directa o indirecta.

Queremos aclararle a nuestros lectores, que de las generaciones de la década de los setentas no conseguimos ningún testimonio, pero sí confirmamos que fue la época más dura a de vigilancia policiaca en la Normal, a través de otros egresados.

Muchos de nuestros entrevistados decidieron no declarar con su nombre, y esto no implica que haya un anonimato, sino confidencialidad: como equipo tenemos la certeza de que formaron parte de la estructura estudiantil de Ayotzinapa, y sus voces son importantes para explicar la infiltración; sin embargo, en un contexto de violencia compleja, prefieren no revelar su identidad.

Con sus narraciones, los egresados nos permiten ingresar a las entrañas de una normal que ha sido reprimida casi desde su creación. Abrir las puertas a su organización política, a comprender la némesis del conflicto en una línea del tiempo reveladora: casi en ningún año desde su creación han dejado de navegar a la par de la organización y la academia.

Una generación entrevistada inició su educación, en pleno triunfo del presidente López Obrador. En un contexto estatal de crispación social. A tres años del gobierno del priista, Héctor Astudillo Flores, y ante el triunfo de la perredista Erika Alcaraz, identificada como gente del diputado Bernardo Ortega Jiménez, cuya familia es acusada de conformar el grupo local del crimen organizado más fuerte de los municipios: Zitlala, José Joaquín Herrera, Chilapa y Tixtla, de donde son varios normalistas.

Los 17 testimonios con los que construimos nuestra hipótesis, se pueden consultar ampliamente de manera unitaria en nuestro micrositio.

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