La osadía de las familias que buscan a fallecidos por huracán en medio de la devastación de Acapulco

Texto: Margena de la O

Fotografía: Oscar Guerrero

Acapulco

31 de octubre del 2023

 

Estefanía Orozco llegó a Acapulco a principios del mes. Se alojó, como lo había hecho antes en casa de Yanet Ortega, su amiga, que vivía en la colonia popular Nueva Era.

La vivienda se desgajó minutos después de que el huracán Otis tocó tierra en el puerto, porque el cauce del arroyo donde estaba asentado reconoció su paso y, con ella, se vinieron cinco de las seis personas que la habitaban, incluida Estefanía.

Este lunes 30 de octubre, los policías ministeriales de la Fiscalía General del Estado (FGE) llegan a la colonia a auxiliar con la búsqueda de cadáveres de víctimas del huracán, y una mujer los increpa y reclama por qué no lo hicieron antes. Es la madre de Estefanía y está molesta o quizá desesperada; sin duda dolida. Es su única hija.

La mujer se mueve de un lugar a otro sobre la entrada de la colonia para que la maquinaria que contrató, junto a familiares de las otras personas, entre a cavar en el desagüe donde impactó la casa donde estaba. Ella repite que sólo quiere el cadáver de su hija para llevárselo.

Estefanía, de 24 años, que vivía con su esposo, Saúl, y su hijo de tres años, venía de la Ciudad de México a Acapulco a trabajar por temporadas cortas. Esta vez sólo estaría casi todo octubre, ayer lunes, debió regresar a casa para asistir al festival de disfraces de terror de su hijo.

Desde la entrada de la colonia, ubicada rumbo a Pie de la Cuesta, se ve la calle empinada por donde descendió la vivienda con los habitantes dentro. El terreno está barrido, en una expresión clara de un deslave. En el punto justo donde alguna estuvo la modesta vivienda, sólo hay palos y escombros.

Yanet Ortega, de 35 años, vivía en casa con sus hijos, Ángel y Camila Trinidad, de 16 y 13 años; también con la pareja de Ángel, una adolescente de nombre Arely, y su esposo, Cándido Trinidad, padre de sus hijos, y tenía hospedada a Estefanía.

De todos ellos, él único que se salvó fue Cándido, porque estaba en un cuarto pequeño, aledaño al dormitorio donde estaban todos los demás. “Llegó mi hijo llorando. Él afortunadamente tuvo suerte de salir. Hubo un momento en que salió a sacar el agua que estaba entrando, y llega un golpe así nomás”, dice Arturo Trinidad, el suegro de Yanet, quien vive más arriba de lo que era su casa.

Cándido no estaba en la zona de búsqueda ayer, reposa en la casita de madera de sus padres, ubicada a unos metros de lo que era la suya, porque quedó herido de su pierna y le dificultaba moverse. Aún así, contaron los vecinos, minutos después de que su casa se desgarró salió a pedir ayuda a gritos.

La gravedad del arroyo donde estaba la casa de los Trinidad, que llevaba muchos años sin formarse, según los vecinos, conduce justo al desagüe donde los ministeriales llegaron a buscar con un canino y un rastreador de la Unidad Canina de Búsqueda y Rescate de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil.

El punto es importante porque el jueves pasado, después de muchas horas, los vecinos sacaron del cuello de botella de ese desagüe, que se forma en la parte baja de la colonia, donde concurren las casas del acceso principal, el cadáver de Arely.

Entre los escombros se asomaba parte de la cabeza; los vecinos veían su pelo. Comenzaron a cavar con sus herramientas y después les ayudaron los militares, a quienes fueron a buscar.

Uno de los vecinos que participó en la búsqueda fue Jesús Arzate Hernández, quien ahora observa los trabajos de localización de personal oficial. “Nos llevamos dos días, porque ya ves que en la noche sin luz, lo teníamos que dejar para otro día”, comenta.

En el lugar también estaba Saúl, el esposo de Estefanía, la última persona con la que tuvo comunicación antes del huracán. Alrededor de las 11 de la noche del martes 24 de octubre, Estefanía le dijo que si la lluvia incrementaba había un refugio cerca al que se iría toda la familia de su amiga.

En ese momento ya se conocía que el huracán era categoría cinco, con una alta probabilidad de que tocará tierra en Acapulco y lo hizo una hora después.

La búsqueda sin rastro

A la búsqueda se sumaron más personas, bomberos e integrantes de organizaciones y servicios privados que están como voluntarios en el puerto devastado por el paso del huracán Otis.

Por lo que dijo de a retazos la mamá de Estefanía, cuando bajaba su enojo, ella y su yerno llegaron desde el domingo al puerto, y nadie les ayudaba a remover escombros, pero los vecinos comentaron que hicieron hasta donde pudieron.

Además de que la máquina pesada contratada rascó hasta donde le fue posible en el desagüe del lado habitacional, el binomio canino y el equipo de Servicio de Urgencias, Capacitación y Rescate (Sucre) con cámaras térmicas con drones rastrearon el otro extremo de la carretera donde desemboca ese canal.

Hasta cerca de las siete de la tarde, cuatro horas después de que comenzaron los trabajos de rastreo y búsqueda, pararon porque en esa zona todavía no hay energía eléctrica, pero tampoco localizaron ninguno de los cuatro cadáveres que buscaban.

 

Los integrantes del equipo reportaron que no habían indicios en sensación térmica y rastreo canino de que pudieran estar por la zona. Plantearon la probabilidad de que fueron arrastrados al mar. Todo es una probabilidad, no hay ninguna certeza.

En medio de la falta de certezas fue que Saúl comenzó a hacer preguntas que no tienen respuestas en medio de la devastación. Una de ellas fue que si el cadáver de su esposa no estaba en esa zona, dónde podría estar.

La madre de Estefanía, con el margen probabilidades, se movió, ya a oscurecer, hacia el Servicio Médico Forense (Semefo), ubicado en El Quemado, al otro extremo del puerto, a cerciorarse de que el cadáver que sacaron del desagüe no fuera el de su hija, aun cuando los habitantes de la colonia sabían que era el de Arely.

Ella había dicho que haría todo para llevarse a su hija en cualquier estado.

La madre y esposo de Estefanía se funden en un abrazo en un momento de búsqueda en la colonia Nueva Era.

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