Algunos actos de aparente rapiña en Acapulco son propiciados por las propias empresas

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Texto y fotos: Marlén Castro

Acapulco

27 de octubre del 2023

«Pásale, llévese lo que se quiera llevar», dice un señor alto de playera roja y pantalón de mezclilla que parece un guardia.

Mientras llama a la gente a que lleve productos otro individuo se mueve con familiaridad dentro de la bodega y se sube a una camioneta.

«Qué les bajo, qué desean llevarse», la gente no tiene medida y pide de todo. Una caja de yogurt, de leche, de queso manchego, de queso asadero. De todo lo que está a la vista piden.

«¿Usted no ha llevado nada? ¿No va a llevar?», insiste el señor.

El lugar es una bodega con unos 50 camiones de productos Fud, ubicada en la esquina de Ejido y Calle 8, en la colonia Bellavista, muy cerca de la vieja terminal de autobuses Estrella Blanca.

Sobre la Calle 8 sube gente cargada de esta mercancía, paquetes de jamón, de salchicha, de queso Chihuahua, manchego; cajas de yogurt, de distintas marcas. Es una calle muy empinada, que suben con mucha dificultad. Algunos pasaban por ahí cuando comenzó la repartición y no dejaron pasar semejante oportunidad. La voz se corrió como pólvora y en cuestión de minutos la gente bajaba en grupos con diablitos, carretillas y bolsas.

La bodega tiene cámaras por donde quiera. Si fuera robo, llamarían a la policía, que no está lejos. A la vuelta hay patrullas de la Guardia Nacional y Policía Estatal. Estos, incluso, ven a la gente que pasa repleta de mercancía.

Algunos se apenan cuando se les toma foto.

Imagen de la repartición de productos de la bodega Sigma, de productos de la empresa Fud.

«A mí me lo dieron. No me estoy robando nada», dice una señora con decenas de paquetes de salchichas y de jamón.

La bodega de productos Fud, que reparte Sigma, como el resto de la ciudad de Acapulco se quedó sin energía eléctrica. Sus refrigeradores ya no funcionaron y los productos podrían comenzar a descomponerse.

El problema es que en gran parte de Acapulco no hay energía eléctrica, y todo estos productos que se llevaba la gente a sus casas necesita refrigeración para mantenerlos en buen estado.

Lo que de fuera parece una rapiña es un acto consentido y hasta originado por la propia empresa.

Cuando el producto de este camión se acaba. El joven abre las puertas de otro más.

«Entonces nada va a llevar», insiste.