Esta tarde, el Congreso local otorgará Post Morten a la guerrerense Benita Galeana Lacunza la presea Sentimientos de la Nación. Con base en el libro Benita, escrito por ella misma, aunque una gran parte de su vida fue analfabeta, se cuenta cómo fue la vida de esta mujer, principalmente su experiencia en las filas comunistas
Texto: Marlén Castro
Foto: almomento.mx
13 de septiembre 2023
Chilpancingo
—¿Quiénes son esos que están haciendo escándalo? Preguntó Benita Galeana a un grupo de soldados a quienes conocía como compañeros de trabajo en el Cuartel Mesones, en la Ciudad de México. Aunque no lo específica en sus memorias, probablemente era el año 1928.
—Son unos comunistas que acaban de caer.
—Pobres muchachos, ¿por qué serán comunistas?
—Son unos tontos, porque el gobierno de Calles no los dejará vivos. Dicen que los van a matar a todos.
—¡Pobres! ¿Qué pudiéramos hacer por ellos?
—Nada, si los tienen incomunicados.
—No le hace; hay que hacer algo. ¡Tenemos que salvarlos!
—¿Pero cómo?
—Ustedes deben ir a los periódicos a avisar que aquí hay comunistas presos.
—Bueno, si usted quiere lo haremos.
—Pronto, vayan a la prensa, digan que en esta prisión hay comunistas.
Benita Galeana trabajaba en ese cuartel, al separarse de su marido Manuel Rodríguez, por quien inició su militancia en el Partido Comunista Mexicano. Obvio, no les dice que ella misma es comunista y así se salvó ella y a los presos.
“Los soldados se fueron. Yo no podía comunicarme con los compañeros. Sabía que si los veía, me cogían presa a mí también. Un soldado fue a los periódicos e informó. Por la tarde, los diarios decían que estaban presos como cien comunistas por querer matar al Primer Magistrado. Eso no era cierto, sino que habían caído por luchar contra el Servicio Militar Obligatorio que se quería implantar entonces. Esa misma tarde sacaron a los comunistas”.
Después de este episodio Benita Galeana regresa con su marido, a través de quien conoce a José Revueltas y a Diego Rivera, además de otros militantes comunistas famosos.
Aquí un episodio con Revueltas, precisamente después de que varios comunistas son encarcelados en el Cuartel Mesones.
—Ahora sólo falta ir con los trabajadores de las fábricas y hacer mítines y protestar por la detención de ellos. Vete a ver a José Revueltas para que se pongan de acuerdo y ver cómo le hacen para salvar a esos compañeros, instruyeron en el Partido Comunista a Benita Galeana.
“Salí a buscar a Revueltas. La policía tenía ya órdenes de cogerme otra vez. En eso me encuentro a Revueltas.
Me dice: —Mana, te ando buscando para que hagamos un mitin por los presos. —Pues a eso vengo yo también.
Estábamos en la calle de San Juan de Letrán. En ese momento llega un agente y nos dice: “¡Quedan detenidos!”. Vimos que un compañero se acercaba con propaganda. Entonces yo pegué un grito: “¡Viva el Partido Comunista!”, en señal de que estábamos presos».
Una de las visitas frecuentes en la casa de Benita Galeana era Diego Rivera. Aquí el episodio de cuando lo conoció.
“Un día se me presenta con Diego Rivera en mi casa, por Dr. Lavista. Como yo no conocía a semejante elefante, y tan feo, hasta me dio miedo de pronto. Me dice Manuel: —Es el pintor de quien tanto te he hablado. —Mucho gusto, señor, siéntese. Yo no sabía bien todavía las cosas políticas. Empezaron a hablar del famoso Trotski».
Sus memorias
Benita Galeana escribe sus memorias probablemente a partir de 1939, con la ayuda del periodista Mario Gill, quien escribía en El Machete, el órgano informativo del Partido Comunista. Gill es su pareja hasta 1973, cuando este muere.
Sus memorias arrancan cuando ella tiene seis años, que es el recuerdo más lejano que tiene de su propia vida.
«Las primeras palabras que recuerdo son éstas: —Pero, mujer, ¡si está muy chiquita! —¡Qué chiquita, si ya está bastante grande! ¡Ya tiene seis años! ¡Ya está buena para que ayude a trabajar… y por eso la chingo, para que aprenda!».
Esta escena es entre su hermana Camila, la mayor de todas, quien la cuida al morir la madre y porque el padre se tira al vicio.
Esta parte de la vida de Benita Galeana es bastante triste. Su hermana le pega por todo, aunque se encarga a tan corta edad de muchos de los quehaceres de su casa, encima soporta a su cuñado, a quien le corta dos dedos una noche que quiso abusar sexualmente de ella, cuando sólo tenía ocho años.
Estos son los recuerdos de Benita Galeana de ese momento.
“Estaba muy oscuro. Me levanté sin hacer ruido y fui adonde guardaba los fierros que yo usaba cuando mataba puercos. Cogí un cuchillo y me volví a la cama. Al poco rato volvió la mano a andar tentando. Se la cogí rápidamente y con el cuchillo le di una cortada. Nomás oí un pujido, pero no dijo nada. Dejó un reguero de sangre.
Pedro dejó de venir diez días a la casa. Cuando volvió traía la mano vendada. Le había cortado dos dedos de la cuchillada”.
La vida de esta mujer indómita está llena de aventuras y de desventuras. Creció en un entorno desfavorable y arriesgado para una niña.
“Cerca de la casa donde vivíamos, había un estero. El estero estaba lleno de lagartos. Como estos no tenían que comer, se salían a buscar comida. Seguido se llevaban los animales. Había uno, muy grandote, que le decíamos “El Panteón”, porque se bajaba hasta una vaca. Ya se había bajado a varias. Nosotros nos habíamos familiarizado con los lagartos y ya no les teníamos miedo. Sabíamos cómo defendernos de ellos.
Nunca dejábamos que se nos pusieran de lado. Para luchar con ellos, había que llegarles por delante, porque así no atacan. Luego, les brincábamos al lomo y los cogíamos de las dos patas delanteras y los volteábamos boca arriba. Enseguida, les metíamos una estaca en el hocico para que no mordieran”.
Benita Galeana vivió hasta los 14 años con su hermana Camila, en San Jerónimo de Juárez, donde nació en el año 1904 o 1907, no se sabe con certeza el año. Después, cuando ya no la aguantó más y porque quería casarla con un adulto mayor, se fue a vivir a Acapulco con su hermana Guadalupe, quien también la explotó.
Siempre quiso vivir en la capital del país; después de su estancia en Acapulco, en donde se junta a vivir con un escribiente de un juzgado y tiene una hija, todo lo que hace en la vida es buscar la forma de llegar a la Ciudad de México, cuando lo hace finalmente, conoce a Manuel Rodríguez, por quien se inicia en el Partido Comunista, en donde se convierte en activista por la libertad de presos políticos, por los derechos de los trabajadores y en la creación del Frente Único Pro-Derechos de la Mujer.
Texto patrocinado por el Congreso del Estado