Desplazados de la Sierra en Chichihualco reviven sus traumas por nueva jornada de balaceras

Texto: Margena de la O

Fotografía: Amapola Periodismo

Chilpancingo

La razón que llevó a Rosario y a su familia hasta Chichihualco, cabecera de Leonardo Bravo, hace casi cinco años, la volvió a alcanzar: las balaceras que comenzaron el lunes por la madrugada en esta cabecera municipal la tienen encerrada la mayor parte del día, sólo va a la tienda de la esquina.

“Allá eran en el monte”, dice al referirse a los enfrentamientos armados que vivió en la Sierra de este mismo municipio, su lugar de origen, y compararlos con los que ha padecido las últimas noches en la cabecera municipal.

Ella –que en realidad no se llama Rosario, pero se le dio esta identidad por seguridad–y su familia forman parte del grupo de desplazados que en noviembre del 2018 abandonaron sus comunidades por el acaso de civiles armados.

Hasta ayer los elementos del Ejército, la Guardia Nacional y la Policía Estatal se establecieron en Chichihualco, y los disparos y explosiones pararon.

El problema, anticipa, será cuando los elementos de seguridad se retiren. Las operaciones policías no suelen ser permanentes en zonas violentas. “Sólo diosito sabrá lo que nos espera”, menciona.

El lunes pasado, Chichihualco amaneció pasmado. Las calles lucieron vacías, porque los negocios, las escuelas, el Ayuntamiento y las casas estaban cerradas; el transporte paró actividades.

Lo notable en las calles era el hervidero de casquillos que dimensionaba el nivel de la refriega del primer día porque, aun cuando el lunes fueron públicos los enfrentamientos en Chichichualco, éstos no pararon hasta la madrugada de ayer.

Para Rosario el día más intenso fue el del miércoles. Los balazos comenzaron a las 20:15 horas. Lo recuerda porque estaba por entrar a bañarse, pero ya no pudo; ella, su esposo, hijo, nuera, y nietos se atrincheraron en el suelo hasta la mañana siguiente.

Desde el día anterior ya tenían preparadas colchonetas en el suelo por si las balaceras continuaban, porque dormir en las camas representa riesgo.

Otra de las mujeres del grupo de habitantes desplazados que se quedó refugiada en Chichichualco, comparte Rosario, salió al baño y fue herida de bala el lunes pasado.

Hasta ahora, de manera oficial, no existe una explicación de lo que ocurre en Chichihualco. El lunes, la Secretaría de Seguridad Pública del estado sólo envió un escueto comunicado donde hablaban de los decomisos, la vigilancia que emprendían a partir de entonces y el rescate de dos personas que habrían privado de su libertad a la hora de la primer refriega.

Los habitantes hablan de muertos, pero en particular de dos, porque los ubican como jóvenes ajenos a lo que se dirimía en las calles a balazos; esa madrugada del lunes, saben, sólo venían de una fiesta. Quienes los conocían dicen que uno se dedicaba a lavar carros y el otro tocaba un instrumento en un pequeño grupo musical.

La única versión del origen de esta balacera es la que cuentan algunos habitantes, de que un nuevo grupo criminal quiere entrar a la cabecera municipal de Chichihualco, y que los balazos son porque quienes están asentados intentan evitarlo.

En nombre de la seguridad pública, el miércoles por la noche la Coordinación para la Construcción de Paz del Estado de Guerrero informó que darían seguridad para Chichihualco. “(…) Esta noche, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado en coordinación con personal de la Secretaría de la Defensa Nacional, permanecerán realizando recorridos en la cabecera municipal, para inhibir delitos y brindar mayor seguridad a la población”, es un fragmento del comunicado que colgó en redes sociales.

Rosario comparte que hasta ayer fue que los agentes de seguridad se quedaron en la cabecera municipal para hacer los recorridos durante la noche y la madrugada, cuando inician los enfrentamientos armados.

Tiene presente que el lunes era poco más de la una de la mañana cuando comenzaron los balazos, el martes alrededor de las nueve y media de la noche, y el miércoles pasadas las ocho de la noche, pero en todos los casos se extendían hasta mañana.

Para ella las horas más duras fueron el jueves al amanecer, porque a los balazos continuos le acompañaban unos ruidos intensos que, cree, eran explosiones, porque sentía cómo el suelo retumbaba.

“Estamos pensando que si el gobierno se va, va a seguir lo mismo”, insiste y pone en evidencia la vulnerabilidad en la que viven en la cabecera municipal.

Tampoco es que estos escenarios sean nuevos para Rosario, pero esa fue la razón por la que huyó de la Sierra.

“Ya vivimos esto. Es algo que uno ya no quisiera volver a vivirlo”, menciona.

Los habitantes coinciden que este viernes hubo un poco más fluidez en Chichihualco, porque algunos negocios ya abrieron, por ejemplo parte de los del mercado municipal, pero hasta las dos de la tarde.

Rosario lo sabe porque su nuera acudió hoy a comprar algunas verduras básicas, como jitomates y cebollas, y dos casilleros de huevos para tener qué comer los próximos días por si las balaceras continúan.

Parte del transporte público local y el que corre de la cabecera municipal a Chilpancingo también funcionó hoy.

Lo que sigue sin comenzar es el ciclo escolar 2023-2024 en las escuelas de Chichihualco.

El secretario de Educación en Guerrero, Marcial Rodríguez Saldaña, comentó que sigue en plática constantes con directivos y padres de familia para evaluar el regreso a clases presenciales porque, por ahora, la indicación es que las actividades sean virtuales.

“Nuestra primera responsabilidad es garantizar la integridad de los estudiantes, niñas, niños, y los docentes. Estamos en ese proceso”.

Pero en la casa de Rosario hay tres niños, dos que están en preescolar, y a ninguno les han puesto tareas virtuales. En la casa de su hermana hay estudiantes de secundaria y tampoco tienen actividades.

La imagen corresponde a una segunda expulsión masiva de habitantes de pueblos de la Sierra, ocurrida el pasado 26 de marzo del 2020. Fotografía: Amapola Periodismo.
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