Orquesta Raíces: un proyecto para transformar la dureza de la vida 

Músicos de México y Venezuela integran la orquesta filarmónica Raíces, un nuevo proyecto que apuesta por llevar la música clásica latina a las zonas violentas de México y transformar el tejido social. 


Texto y fotos: Isabel Briseño / Pie de Página 

27 de marzo del 2023

Ciudad de México 

 

 

Según Leonard Bernstein la música son preciosas notas y sonidos unidos de tal forma que disfrutamos al oírlos.

Un hombre de tez morena que agita los brazos y las manos de manera intensa, pareciera que hasta descontrolada, dirige con precisión a un nutrido grupo de músicos que brillan bajo los focos del teatro Isabela Corona. Todos hacen lo que el compositor y pianista norteamericano Bernstein define como música: Una combinación de sonidos reunidos de acuerdo a un plan que el resultado sea emocionante o divertido o conmovedor o interesante o todo a la vez.

Cuerdas, vientos, percusiones y metales se reunieron en la zona centro de la ciudad, venidos muchos en bicicletas o en transporte público desde las periferias para ofrecer con notas musicales diversas formas de sentir en un espacio y en un tiempo.

Edwin Mijares toca desde los 8 años de edad en una orquesta filarmónica de su país: Venezuela. Fue alumno, profesor y director de El Sistema (un programa de formación musical venezolano). Parte de la esencia de su enseñanza es el anhelo de transmitir lo que recibió desde niño.

Edwin Mijares de 44 años de edad es venezolano y radica desde hace 7 años y medio en México. Director de orquesta y fundador del proyecto Raíces. Foto: Isabel Briseño

El mexicano Jaime Elías Fernández, es timbalista de la orquesta. Jaime es enseñado en la música por sus padres, que también son músicos. Aprende desde los 5 años. Nace musicalmente en el programa hermano del sistema de Venezuela. pero en el de la Ciudad de México: Orquestas y Coros Juveniles de la Ciudad de México, donde también inició desde joven como alumno y posteriormente como profesor. Actualmente es docente de música y administrativo en la Secretaría de Educación Pública.

César Vidaguren, violinista venezolano, también se formó en El Sistema, en Venezuela . El músico llegó a Veracruz formando parte de los maestros de la orquesta Esperanza Azteca. Posteriormente se fue a Ciudad de México, donde actualmente radica.

Los tres son parte de la directiva del proyecto Raíces. Coinciden en la forma de pensar y trabajan en equipo para materializar su plan, que inspirado en sus respectivas familias, apuesta por la construcción de un mejor tejido social.

En Tultepec ambos violinistas venezolanos imparten clases para formar nuevas generaciones de músicos. Edwin en el año 2020 abre una escuela para violinistas, “eso fue otro milagro porque la academia nace en pandemia”.

Los alumnos valoran mucho el aprendizaje y eso anima a los maestros a ir hasta aquella zona, aunque tarden dos horas de viaje en llegar hasta allá. Algunos de estos alumnos forman parte de la nueva orquesta.

Para Andrea Ortiz, la violinista estadounidense Hillary Hahn, ganadora de tres premios Grammy, es una de sus inspiraciones musicales. Foto: Isabel Briseño

“La música sana heridas”

Andrea Ortiz Armenta tiene 21 años y vive en Cuautitlán Izcalli. Estudió en la escuela de Bellas Artes de Tultepec. Andrea cree que aún hacen falta más mujeres músicas que sean una inspiración. El machismo es otro aspecto al cual debe enfrentarse al dedicarse a la música.

“Es difícil encontrar un lugar en donde te sientas segura o libre al tocar, ya que en algunas orquestas en las que estuve, a las mujeres nos imponían una vestimenta específica que no dejara ver la piel. Lo que debe destacar es la música, no su cuerpo, nos decían algunos directores”.

De manera circunstancial trabaja en una orquesta de cámara en donde puede recibir entre 400 y 800 pesos por ir a tocar una hora en misas o eventos.

Para dedicarse a la música, Andrea sabe que tiene que practicar todos los días y ser capaz de enfrentar la desmotivación cuando algo no le sale, “te cuestionas si sirves para la música”.

“La música es una forma de llenarnos de muchos sentimientos para poder expresarnos con nuestros instrumentos y que el público pueda sentir lo que estamos tocando”, añade.

Su obra favorita es el concierto para violín de Tchaikovski, le provoca mucho sentimiento y es una de las primeras obras que conoció cuando aprendió a tocar. Su sueño aprender a tocarla.

La joven violinista también aspira a estudiar en la escuela de laudería en Querétaro para construir instrumentos de cuerda.

La música cura porque con tan solo leer una partitura y poder tocarla se sanan heridas. Andrea le recomienda a quienes estén interesadas en la música que se acerquen y no tengan miedo a no aprender: “A veces tenemos la mentalidad de que es muy difícil pero si hay ganas, no importa la edad para hacer lo que te llene el corazón”.

Para Valeria, tocar violín es uno de los instrumentos más difíciles de aprender debido a la precisión que requiere la mano izquierda y dedica entre 6 u 8 horas al día a su aprendizaje. Foto: Isabel Briseño

“Fácil no ha sido”

Valeria Hernández comenzó a estudiar violín desde los 12 años en una escuela privada. Actualmente tiene 19 años y radica en Tultepec, Estado de México.

Fácil no ha sido. Responde la joven a la pregunta sobre cómo ha sido su camino en la música. Su padre tiene la idea de que la música no va a dejarle nada por lo que le solicita continuar con sus estudios y concluir una licenciatura independiente a su vocación musical, pese a ello, Valeria disfruta el proceso.

Un reto que Valeria ha vivido como mujer que se abre camino en la música es el ego de algunos hombres, “muchos se sienten superiores a las mujeres y algunos me han hecho querer sentir menos”.

Para Valeria la música es el lenguaje que usa para comunicarse sin la necesidad de hablar para expresar lo que siente. También ha encontrado en las notas madurez e independencia.

Valeria recomienda a los padres y madres, no obligar a sus hijos e hijas a estudiar algo que no quieren porque solo les dificultan su camino y la felicidad.

Héctor Cervantes, trompetista originario del estado de Guerrero, integrante de la filarmónica Raíces. Foto: Isabel Briseño

La raíz de un sueño.

El mismo día en que emprendió el vuelo del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, es que comenzó a gestarse la idea de la orquesta. Una semana antes, en una página de Facebook se publicó una convocatoria. “Necesitamos músicos venezolanos para que toquen en un evento importante”, leyó la mamá de César e hizo los contactos con la embajada de Venezuela.

El 21 de marzo de 2022, doce personas se presentaron a tocar a ese evento importante y así nació la ilusión y el sueño de formar una orquesta sinfónica usando El Sistema venezolano, concebido y fundado en 1975 por el maestro y músico venezolano José Antonio Abreu para sistematizar la instrucción y la práctica colectiva e individual de la música a través de orquestas sinfónicas y coros, como instrumentos de organización social y de desarrollo humanístico.

Un sistema de formación que de acuerdo con Mijares ha funcionado en Venezuela desde el año 1975 con el dicho que tenía el maestro José Antonio Abreu: “Cambiar una pistola por un violín a los niños”. En la Ciudad de México, Orquestas y Coros Juveniles lo logró durante poco más de 3 décadas, constituido en los años ochenta logrando que varios jóvenes salieran de entornos complicados y violentos.

Una de las piezas que forman el repertorio de la orquesta Raíces es la del compositor mexicano Alejandro Sánchez titulada Fandango. Foto: Isabel Briseño

Pensar en grande

La música es movimiento, siempre va a alguna parte cambiando y fluyendo de una nota a otra. El proyecto Raíces pretende generar cambios profundos, es por eso que está formado por dos partes. La primera es la Orquesta Filarmónica que tiene como objetivo promover, exaltar y dar a conocer la música latina sinfónica.

“Hay muchos compositores latinoamericanos que han compuesto excelente obra y no se tocan, los músicos prefieren tocar Beethoven, Mozart pero a los músicos latinos los tienen olvidadísimos; inclusive algunos han muerto y nunca escucharon una de sus obras con una orquesta”, resalta el maestro Mijares.

La otra vertiente de este proyecto son los centros de formación musical para niños y jóvenes con la finalidad de crear orquestas infantiles y juveniles no solamente sinfónicas, sino también con instrumentos tradicionales. Los centros de formación apostarán por trabajar con valores y con disciplina.

“Es darles una esperanza de vida, pretendemos llevar los centros a donde hay droga, donde hay maltrato infantil, familias disfuncionales y la música se convierta en un respiro, en un lugar de reposo para ellos”.

Por ello, estos centros pretenden llegar a los lugares más populares del país así como a los barrios más peligrosos.

“La idea es que esos niños sean rescatados a través de la música, valores y la disciplina”

A través de un elemento artístico como la música se pretende sensibilizar a las juventudes e infancias ante las manifestaciones culturales del mundo, comenzar con las populares mexicanas, con las típicas mexicanas tradicionales y de ahí ir a las venezolanas, las colombianas, peruanas, alemanas para abrirles todo un panorama que les permita, aunque no se desempeñen como músicos en un futuro, tener una sensibilidad artística pero también una ante las manifestaciones y necesidades del otro.

Complejo pero no imposible que un proyecto con estas ambiciones se establezca y mantenga en un país como México. Para realizarlo, apuestan por la incorporación de la iniciativa privada para evitar depender de la temporalidad del apoyo a cuentagotas de los gobiernos.

La música educa para salir de la naturaleza violenta. Raíces pretende tratar de reconstruir el tejido social a través del trabajo musical de una comunidad y una orquesta es una gran sociedad de individuos distintos con un mismo propósito: hacer música.

Es parte de la naturaleza humana disfrutar con la música. Sentados, relajados y disfrutando notas que saltaron, chocaron, se movieron, brincando, destellando y resbalando, el público se olvidó que afuera la lluvía les esperaba, tampoco importó que al día siguiente laboraban, esos y otros problemas se olvidaron; la interpretación y la música cumplieron entonces su objetivo y la gente disfrutó.

Un concierto implica meses de preparación. Desde diciembre hasta inicios de marzo cada integrante invirtió alrededor de 200 horas en los ensayos. Foto: Isabel Briseño.

Este texto es propiedad de Pie de Página y lo reproducimos como parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Puedes leer el original en este enlace.