El Calvario, la comunidad resiliente que se sobrepone a dos desastres 

Texto: José Miguel Sánchez  

Fotografía: Cortesía Fábrica de mezcal El Calvario 

25 de febrero del 2023  

Chilpancingo   

 

En 1974 una fuerte lluvia acompañada de granizo acabó con San Agustín, una comunidad, en ese entonces de Metlatonoc, en la Montaña alta de Guerrero. La devastación fue tal que era imposible vivir ahí.

La granizada acabó con los techos de cartón y secó las parcelas de maíz.

Era un 19 de mayo de 1974.

«Hubo una fuerte lluvia en san Agustín el Viejo, municipio de Metlatonoc».

La lluvia no fue tanto problema, pero la granizada y el viento acabaron con la cosecha de maíz.

Al ser un pueblo dedicado a la agricultura, los habitantes no vieron salida al calvario que vivían, su mejor opción fue salir y buscar otro lugar donde habitar.

Los 75 habitantes más afectados pidieron ayuda al alcalde de Metlatonoc, quien llevó el asunto al entonces gobernador Rubén Figueroa Figueroa.

En octubre de 1975 recibieron respuesta. El gobernador les ofreció traerlos a vivir a un lugar en la sierra de Chilpancingo, la capital del estado.

En lo que solicitud fue procesada y aceptada las familias que decidieron salir, durante noviembre y diciembre de 1975 vivieron en el puente de la ciudad de Tlapa.

Hasta que les gestionaron un transporte para trasladarlos a lo que sería su nuevo hogar salieron de Tlapa, un 8 de enero de 1976.

Los 75 habitantes cambiaron su hogar, su clima y su región.

De la región Montaña a la Centro hay una distancia de 300 kilómetros, lo que se traduce en 15 horas de camino.

El gobierno solo los dotó de un depósito de agua. «Sin red eléctrica muchas familias decidieron regresar a su pueblo natal y otras optaron por irse a Acapulco o a Morelos en busca de una estabilidad», cuenta Salvador Calixto García, habitante y tercera generación en El Calvario.

Otro de los problemas fue el lenguaje, ya que los nuevos pobladores no hablaban castellano, quienes sabían decidieron probar suerte en la capital.

Hoy el lugar donde estaba San Agustín pertenece al municipio de Cochoapa el Grande.

«Es lo que cuenta la gente que vivió eso, ahorita los grandes que llegaron son pocos y otros más nos vinimos de otras comunidades vecinas», cuenta el comisario Alejandro Hilario, que reconoce no conoce la historia porque él llegó después a El Calvario.

Los desplazados habitaron un ejido de 840 hectáreas ubicado en la sierra de Chilpancingo.

En ese entonces esas 840 hectáreas pertenecían al ejido de la comunidad de Llanos de Tepoxtepec.

San Agustín era una comunidad Na’ Savi y migraron a Chilpancingo con todo y sus costumbres; es la única población indígena del municipio.

Fue así que el 8 de enero de 1976, en lo alto de Chilpancingo se fundó El Calvario.

Las 75 personas que salieron de San Agustín ahora son 130, la mayoría familia y descendientes de los primeros pobladores.

Salvador Calixto García es integrante de la tercera generación que nace en El Calvario, es hijo de Mario Calixto Bravo y Guadalupe García Ortega.

Los Calixto se dedican a la fabricación del mezcal, el cual en 2020 ganó la Medalla Doble Oro que otorga Bruselas, Bélgica, a distintos tipos de destilados.

Salvador tiene seis hermanos, Omar, Juan, José, Tomás y Luis, todos forman parte de la tercera generación y ya crían a una cuarta.

Ahora son 35 familias dedicadas a la producción del maguey, al mezcal, las artesanías de palma y a la carpintería.

Aunque la mayoría de la población vive de la venta de maguey, que hasta 2019 les representaba un gran ingreso para las 35 familias que habitan el poblado.

«Muchos productores de maguey de Mochitlán, Quechultenango, Axaxacualco y otros venían a comprar camiones enteros para hacer su mezcal», comenta Salvador.

Su principal negocio para la población era el maguey, pero en 2019 los desastres naturales volvieron a azotar a El Calvario.

En 2019 los incendios forestales acabaron con casi la mitad de su cosecha de maguey.

«Eso nos descontroló, ya teníamos una producción anual que no cambiaba mucho y ahora pues apenas vamos saliendo, comenzamos a reforestar y poco a poco, aunque para recuperar la producción que teníamos antes del incendio ocupamos mínimo otros tres años», comentó Salvador.

Los primeros 29 años funcionaron como una colonia de Llanos de Tepoxtepec y en 1999 lograron ser una comunidad con sus propias autoridades comunitarias y ejidales.

A 48 años de la fundación de El Calvario, los pobladores han consolidado una serie de proyectos que aportan al ambiente y a las tradiciones.

El 10 de mayo del 2020, la Asamblea de los Ejidatarios de El Calvario acordaron que sus 846 hectáreas fueran una reserva ecológica.

El trámite y el papeleo aún están en proceso, pero ellos ya decidieron el uso de su espacio.

Ahora siembran duraznos, frambuesas, zarzamoras y maguey que bajan a vender a los mercados de Chilpancingo.

Actividad que combinan con la siembra de maguey que esperan pueda volver a recuperarse.


Este es un contenido exclusivo de Amapola periodismo para Animal Político.