La violencia en Acapulco es por la ausencia del Estado

Texto: Arturo de Dios Palma

Fotografía: Cromática agencia fotográfica y multimedia 

20 de mayo del 202

Acapulco

 

Acapulco atraviesa por un proceso de violencia desde hace 15 años que parece interminable. En este tiempo ha rozado los límites con el abismo. Ahí se ha mostrado lo peor de la violencia: asesinatos, feminicidios, desapariciones, extorsión, desplazamientos, pero también el caos.

Acapulco se ha convertido en una ciudad, además de violenta, hostil y, también, inoperante, algo cercano a la anarquía.

¿Qué han hecho las autoridades para revertir la violencia, el caos?; ¿El Estado ha renunciado a su responsabilidad en el puerto, lo ha abandonado?; ¿Hay algo que funcione en Acapulco?; ¿Hay aún alguna salida?

Estas son preguntas que Carlos Juárez Cruz, director del Instituto para la Economía y la Paz (IEP), intenta responder en esta entrevista.

Carlos Juárez es acapulqueño y gran parte de su vida la ha pasado en Acapulco. Lo conoce perfecto, conoce sus alcances, sus límites.

Es contundente en su análisis sobre la situación que vive actualmente el puerto: no se ha hecho ni el intento por entender qué está pasando.

—¿Qué está pasando en Acapulco?

—El gran problema es que las personas de alto nivel, las que están tomando decisiones, no se están haciendo las preguntas necesarias para entender lo que está pasando en Acapulco. Todos sabemos qué está pasando, hay muchas manifestaciones de violencia, en la Costera, en las colonias, pero no sabes el por qué. Luego deberíamos saber el cómo es que suceden estos hechos en un sentido más profundo. Hablamos de un enfoque sistémico cuando hablamos de una sociedad. Nos quedamos normalmente en la superficie. ¿Qué pasó? Eso es un síntoma y debe haber una reacción. Es decir hubo un asesinato pues hay que investigar y en el mejor de los casos, que es muy raro, resolverlo.

Pero viene un segundo nivel, uno más profundo ¿Qué es lo que está sucediendo? Algo que está pasando constantemente, ya es una semana, un mes, un año. Con eso ya podemos prevenir.

Lo que nos ha dejado la experiencia, y analizamos hacia atrás es que cuando hay un cambio de gobierno ya sea del mismo partido o del otro, suele agudizarse al violencia, desde el periodo de campaña y el inicio del gobierno por varias razones. Tenemos varias hipótesis. Que los grupos comienzan a presionar, sobre todo a los partidos de oposición.  En campaña vemos cómo se va acercando la elección se va agudizando la violencia y los partidos de oposición son los más propensos a ser agredidos. Y además a nivel municipal son más vulnerables los candidatos. Pero sí esto ya lo sabemos, que viene la elección y los partidos de oposición son más propensos y a nivel local, todo eso nos debe dar una luz para prevenir.

Y eso me parece que falta mucho en Acapulco: entender patrones, tendencias y entender cómo se comportan. Ya sabemos algunas cosas como en los periodos de elección se eleva la violencia y después cuando pasan la elección gane quien gane hay como una especie de reajuste, de generar nuevos equilibrios porque para bien o para mal, negociado o no negociado, de forma explícita o no, los grupos o en el caso de Acapulco las células generan sus equilibrios y se viene un periodo de cierta paz, la violencia baja, pero no quiere decir que se terminó, pero fue porque encontraron un equilibrio.

Por decirlo de una manera falsa: está trabajando en paz, y digo de manera falsa, porque no es trabajo y no hay paz, pero hay una estabilidad.

Lo que pasó en Acapulco al final de la pasada administración, la de Héctor Astudillo Flores, que hubo una caída en los índices violencia, así lo reportamos. Guerrero en los últimos cinco, seis años había estado ocupando la posición 32, 31, 30 de todo el país en el índice de paz. En los dos últimos años Guerrero había mejorado posiciones, el último año se encontraba en el lugar 25. Para este año, esperamos que no cambie mucho, pero estamos viendo que la tendencia está empeorando otra vez porque está en aumento la violencia.

Si no nos quedamos sólo con los eventos, en lo qué pasó, y vamos a entender patrones, tendencias podríamos dar el otro paso: entender por qué está pasando esta violencia. Y ahí ya estamos hablando que estaríamos generando cambios estructurales, sociales, pero eso es a largo plazo, que se mide en décadas.

—En Acapulco ya hay tendencias muy claras de la violencia. Siguiendo con tú ejemplo de la elección, que ya se sabe que habrá violencia, ¿no te parece que hay una omisión deliberada?

—Lo que ahora vemos que está pasando en Acapulco nos parece grave: hay una ausencia del Estado. De pronto si grupos del crimen organizado controlan territorios dentro del municipio y ahí los impuestos los cobran ellos. Si la seguridad la proveen los criminales. Si los ciudadanos rinden cuentas a los criminales, estamos hablando de una ausencia del Estado en esos espacios. Un grupo criminal no podría espontáneamente apropiarse de un territorio, podrían intentarlo pero no podrían y sí el Estado está funcionando, pero si vemos que se han apropiado de algunas economías, de mercados es porque el Estado se ha replegado.

Y donde vemos que hay espacios con mucha miseria, con mucha pobreza, con estos problemas de violencia e inseguridad es porque el Estado fue el primero que se fue, porque dejó de prestar servicios y ese vacío que deja el Estado lo ocupan otros grupos. En el caso de Acapulco, hay una cierta —a lo mejor voy exagerar— anarquía, cuando no se cumplen las reglas, se generan vacíos y alguien está llenando estos vacíos.

—No te parece que ese repliegue del Estado es intencional, ¿no ves una intencionalidad de generar estos vacíos desde el propio Estado?

—Sí, estoy de acuerdo, pero veo que algunas veces es intencional, otras son omisiones, También veo una degradación, un deterioro grave de la ciudad. Ahorita se me vienen dos momentos de la historia reciente de la ciudad, donde parecía que podría pasar algo, algún cambio. Uno, fue cuando los maestros encabezaron, tal vez, la marcha más grande, paralizaron la ciudad. Miles y miles de maestros, habrá sido hace unos 15 años. Antes de esa marcha yo tenía una pregunta constante: ¿Quién puede encabezar un cambio en Acapulco, en el país? Porque está claro que de la clase política no lo hará, porque está muy desprestigiada, la iglesia está muy limitada, la sociedad civil en Acapulco es incipiente, hay mucha gente trabajando pero sin cierta articulación. Yo no veía a alguien que pudiera convocar, con ética, con cierto impulso y fuerza. Surgió esta marcha y yo dije ojalá generen una agenda, además de la propia de sus salarios, sus bonos, sus plazas. Me imaginé muchas cosas que se podrían convertir en observadores contra la corrupción, para que hubiera más seguridad y no sólo para ellos, sino para todos. Pero se quedaron con sus demandas que son muy exclusivas y, sobre todo, de dinero. No pasó nada, fue una oportunidad pérdida.

Luego vino el Acabús. Desde hace tres años vivo en la Ciudad de México y hemos visto cómo funciona el Metrobús, que funciona muy bien, es un transporte digno, tiene fallas pero resuelve. Pensamos que iba a funcionar en Acapulco, pero el proyecto fracasó: nadie respeta el carril exclusivo, todos lo invaden y, lo peor, es que nadie los amonesta.

A lo que voy es que ahí no es crimen organizado, que en la ciudad los servicios no funcionen, que la ciudad no opera, no es el crimen organizado. No sé si hay algo que funcione en Acapulco. El agua, por ejemplo, cómo es posible que el gobierno tenga un monopolio de un servicio indispensable para la vida, donde toda la ciudad es tu cliente y lo quiebran: ¡de plano hay que ser demasiado torpe o corrupto!. Pero la Capama está quebrada. Y eso va minando la esperanza de la gente, el imaginar que la ciudad puede funcionar de otra manera, En cambio lo que está surgiendo es un individualismo, un sálvese quién pueda, una desconfianza profunda. Porque en Acapulco ya no puedes confiar en nadie, ya no sabes bien a bien quién es tu vecino, no sabes a qué se dedica, qué hace y eso por lo menos te genera una sensación de desconfianza. Y la ciudad de ha hecho más hostil.

—Varios empresarios coinciden que parte de la violencia que se vive es por la extorsión, es decir, quién no se somete, recibe su castigo y ya sabemos cuál es el castigo, ¿tú qué opinión tiene de eso?

—La extorsión es otra manifestación de la descomposición y de la inseguridad. No sé si causa otros delitos pero sí me parece que es demasiado doloroso, como el secuestro, porque deja a la víctima en una indefensión completa. Lo que hemos visto últimamente es las protestas de comerciantes del mercado pidiendo la salida de los soldados, que no es así, muchos creemos que los están presionando para que salgan a decir esto. Lo que muestra que en este momento los comerciantes en Acapulco están entre la espada y la pared. Que si lo pones a decidir, van a decidir colaborar con los delincuentes porque están solos, sin la ayuda del Estado. Esa es mi interpretación. Deciden colaborar no porque sean malintencionados, si no porque en una lógica muy básica, muy clara: hay que tenerle más miedo a los delincuentes porque la represalia es mayor.

Me voy a aventurar a una hipótesis. Sería que los grupos delincuenciales no quieren ejercer la violencia, la violencia no es una actividad, es un recurso que tienen, aunque sabemos que sí tienen actividades donde sí usan la violencia, como el secuestro o sicariato, pero en general hay otras actividades que no deberían ejercer violencia, pero lo que está pasando es que con la decadencia de la ciudad, donde Acapulco ha perdido rentabilidad, entonces los grupos que ya tiene protección institucional y controlan un territorio y tienen armas, buscan alternativas como extorsionar a los comercios. Lo que vimos hace 15 años, antes de que se declarara la guerra, es que había violencia focalizada, había tres grupos, con problemas muy específicos entre ellos. Pero ahora, por ejemplo, en Acapulco —hace un tiempo tuvo el dato— de que son 19, 20 bandas y eso genera caos. Y eso complica todo porque ahora hay que entender las dinámicas hiperlocales, ahora no basta entender la dinámica estatal, municipal sino de ciertas zonas, de algunas colonias.

—En lo hiperlocal, ¿han mapeado como está dividido, fragmentado?

—No lo hemos mapeado, porque es muy difícil hacerlo cuando analizamos todo el escenario nacional. Pero lo que sí estamos trabajando es en ubicar algunos patrones, unos paralelismos entre ciudades turísticas. Porque lo que sí hemos visto es que se repiten algunos patrones de Acapulco en la Riviera Maya, en Cancún, en Los Cabos. Yo pienso que sería un error pensar que los patrones se repiten al nivel de colonias, yo pienso que cada colonia, cada barrio tiene sus dinámicas, y eso se tendría que estudiar, caso por caso.

Lo que yo me preguntaría es si de parte de las autoridades hay un genuino esfuerzo por erradicar la extorsión. Porque lo que he visto es que hacen presencia policial, algunas veces disuasión, pero creo que la clave para erradicar este delito está en la investigación, en la inteligencia. Del delito de la extorsión en Acapulco también ya tenemos algunos patrones, pero se debería hacer un trabajo profundo de inteligencia, porque si solo es disuasión lo único que pasa es que si están extorsionando en un mercado se van a otro, a otra calle, a otro giro.

A mi me gustaría que este esfuerzo lo pusieran las cámaras empresariales, los grandes empresarios del puerto. Ellos deberían impulsarlo. Porque dan la impresión de que si no los extorsionan a ellos, no importa, si la extorsión no es en la Costera entonces no les interesa. Y el gran problema es que si se deja que prolifere en la periferia, la extorsión se va ir acercando a donde sí le importa que es la Costera y zonas privilegiadas y atentar contra sus intereses, si es que no está pasando ya.

—Eso ya comenzó o por lo menos hay indicios, como lo que sucedió en la discoteca Baby’O.

—Sí, pero a mi eso me preocupa que se le haya dado tanto revuelo a una discoteca vacía, que es importante, emblemática pero se habla muy poco cuando se quema la Central de Abasto o un mercado. Eso nos habla de una profunda desigualdad que hay en el puerto, esa desigualdad económica, social y ahora mediática. Mucha gente se lamentó más de que se haya destruido una discoteca que por las pérdidas humanas que llevamos en la ciudad.

—¿Ves una salida en Acapulco?

—Yo creo que sí, hay muchas ciudades que han salido de crisis similares, a veces cuando a uno le toca en su casa o en su ciudad se pierde la esperanza. Pero luego te das cuenta que hay otras ciudades con patrones similares que han salido. Veo que hay una concentración fuerte de ver a Colombia, está bien, pero hay que ver otros ejemplos también. A mi me gusta mucho lo que pasó en Palermo, Italia, una ciudad sumida en la delincuencia, con asesinatos aparatosos, sumida en el miedo, con mucha corrupción y la ciudad ha salido, no ha terminado de construir la paz que quieren, pero van saliendo. Yo creo que en Acapulco sí se puede, pero no va a suceder espontáneamente, se deben hacer intentos, deben crecer los liderazgos y eso me parece que en la ciudad falta muchísimo. Liderazgos éticos, que generen respeto, que no vengan egoístamente buscando cómo beneficiarse.

—El asunto social, acá además de resolver la violencia debes resolver el agua, la basura, el drenaje, los servicios básicos pues.

—Tienes razón, de entrada parece una agravante, pero veo una ventaja, que si empiezas a resolver el agua, el drenaje, el transporte público, la contaminación, el respeto a la cultura vial, la contaminación auditiva y toda la lista que no termino aquí ahorita, que no son la violencia y la delincuencia, consecuentemente vendrán beneficios para el tema de la violencia, porque no están desconectados.

—¿Cómo llegar a la paz en Acapulco?

—Acapulco vive por momentos una paz que llamamos negativa, es decir, hay  momentos de cierta tranquilidad, donde no hay tantos asesinatos, le llamamos paz negativa porque por un momento dejó de pasar lo que no queremos: no queremos asesinatos, secuestros, extorsiones, pero qué es lo que si queremos.

Pero para decir que sí queremos, es la paz positiva, y para eso se necesitan cambios en las estructuras, en las instituciones, en los patrones pero eso es a largo plazo. Por eso decimos que para tener una paz que dure hay ocho factores que se alimentan mutuamente: Uno: un gobierno que funcione bien. Dos: distribución más justa del recurso, (acortar la desigualdad, hay brecha que lastima mucho). Tres: el libre flujo de la información (la libertad de expresión, pero también garantizar los medios de comunicación, pero lo que vemos que en Acapulco tiene miedo y son dependientes de los recursos públicos y así es difícil que sean contrapesos, se necesitan medios que denuncien corrupción).

Cuatro: buenas relaciones entre los vecinos, (el tejido social, que se recupere la confianza). Cinco: altos niveles de capitales humanos (un pueblo que está mal desnutrido que no sabe qué va comer mañana, es difícil ponerle atención a otros problemas. En Guerrero es difícil encontrar quien lidere cuesta mucho, pero si los hay, más escasos que en otros lugares). Seis: aceptación de los derechos de los demás. Siete: bajos niveles de corrupción (mejorar la ética pública). Y ocho: un entorno empresarial sólido.