AMLO es puntual pero más quienes quieren ser escuchados

Texto y Fotografía: Marlén Castro

17 de enero del 2021

Tierra Colorada

 

El presidente es puntual. Los que esperan que los escuche, más.

 

En punto de las diez de la mañana, la caravana de automóviles en las que viaja el presidente Andrés Manuel López Obrador apareció sobre la calle que va a la comunidad Palo Gordo, del municipio de Juan R. Escudero, de la zona centro de Guerrero.

 

A esa hora estaba programada la actividad y a esa hora asomó el primer automóvil.

 

Esta calle, desde las seis de la mañana, ya estaba ocupada por los trabajadores del sector salud a quienes les suspendieron sus salarios o no tienen base laboral.

 

‘Señor presidente acuda al llamado su pueblo de contrato ha sido olvidado’, era la consigna que lo esperaba a lo largo de la calle que lo conduciría a las instalaciones de la Universidad Benito Juárez, la que viene a inaugurar para que capte la demanda de los aspirantes a una carrera del área de salud que no tienen cabida en las escuelas de educación superior que ya existen.

 

 

Vicente Chávez Neri es de Cuajinicuilapa. Ahí trabaja en el hospital comunitario desde hace nueve años.

 

Vicente salió de Cuajinicuilapa, región de la Costa Chica, desde ayer sábado a mediodía para que hoy domingo estuviera desde temprano para protestar, junto con unos 300 trabajadores de la Secretaría de Salud que están en su misma condición.

 

Durmió en Tierra Colorada y alrededor de las cinco de la mañana despertó y se vino a hacer guardia.

 

Dice que pensaban que no los dejarían ingresar y por eso acordaron llegar muy temprano.

 

Cuando la avanzada de la Presidencia llegó a checar la seguridad, alrededor de las siete de la mañana, ellos ya estaban instalados.

 

«Nos dijeron que estaba bien, que lo único que nos pedían es que portaramos cubrebocas y tuviéramos distancia”.

 

Vicente estuvo encargado de portar la lona con sus demandas escritas.

 

A las diez de la mañana que aparecieron los autos, el presidente iba en el asiento del copiloto en la segunda suburban de esta caravana.

 

Vicente junto con sus compañeros se extendió a lo largo de la calle e hicieron una valla frente a los autos para detenerlos.

 

De la suburban bajó inmediatamente un guardia de seguridad y ofreció hacer llegar todas las peticiones.

 

«Él no puede bajar su vidrio por el coronavirus», les dijo.

 

Una de las empleadas afectadas le dijo: «presidente atiéndanos”.

 

El presidente sólo agitaba la mano para saludar y decía algo que era imposible escuchar con su vidrio arriba y las consignas.

 

 

Su oficial de seguridad a cargo recibió todos los documentos.

 

La gente no imprimió la suficiente fuerza para que la camioneta quedara detenida.

 

Avanzó.

 

Pero adelante había más.

 

A pocos metros, igual.

 

No sólo estaban los trabajadores de salud, también lo querían detener aspirantes rechazados de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro) que protestaban contra el rector Javier Saldaña Almazán y contra la alcaldesa de Acapulco, Adela Román, quien los desalojó las madrugadas del 2 y 5 de enero de su bloqueo en la Avenida Alemán.

 

También los ahorradores defraudados de una caja popular.

 

Maestros de escuelas secundarias que quieren homologación, tenían el mismo fin.

 

Trabajadores de la Secretaría del Bienestar, de chalecos color caqui, hacían contrapeso a los manifestantes, resguardando las unidades y coreando la consigna «Es un honor estar con Obrador».

 

El presidente, quien lleva su segundo día de visita en Guerrero, en ningún punto se detuvo.

 

Las unidades se metieron a las instalaciones.

 

Los que protestaron no consiguieron más que un saludo.

 

Afuera, bajo el sol costeño, se quedaron con sus consignas.

 

La calle rumbo a Palo Gordo se convirtió en un laboratorio social de múltiples demandas.

 

Nadie había comido.

 

«Tengo hambre», se escuchaba decir a los protestantes.

 

Conforme pasaban los minutos bajo el sol, la consigna «señor Presidente acuda al llamado, su pueblo de contrato ha sido olvidado» se iba transformando.

 

«Señor presidente queremos nuestras bases y denos para el pasaje».

 

Adentro de las instalaciones de la Universidad que vino a inaugurar se escuchaba la voz de López Obrador.

 

Cuando la voz ceremoniosa que lo presenta, agradeció, «en guardia», gritaron los manifestantes, «ya va a salir».

 

Otra vez tomaron la calle y extendieron sus lonas.

 

«Que no pase», sentenciaron.

 

El tumulto de gente se pegó a la suburban del presidente. La rodearon para que no se moviera, pero avanzaba.

 

La gente que se quedó atrás corría para alcanzarlo.

 

Otro grupo nutrido de personas se movía para impedir que los manifestantes inmovilizarán la suburban.

 

Gritaban: «¡Es un honor estar con obrador!».

 

Un trabajador de la salud que no consiguió alcanzarlo, se inventó otra versión de la misma.

 

Detuvo su marcha, vio alejarse a todos corriendo detrás de la suburban, y dijo: «¡Es un mamón, el presi Obrador».

 

Ahí se quedó, hasta que las camionetas negras, la seguridad y la gente desaparecieron de la vía.

 

 

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