Este perfil fue elaborado por Reporteras en Guardia, un colectivo independiente y sin filiación política conformado por más de 100 periodistas, editoras y realizadoras de 24 estados de México y de su capital, entre ellos Guerrero, con la finalidad de realizar las historias de las y los periodistas asesinados y desaparecidos del año 2000 mil al 2019
Texto: Alondra Olivera / Reporteras en Guardia
28 de mayo del 2020
Matías Romero Avendaño, 1996-Santa María Petapa, 2018
Desaparecido
Ningún detenido.
En el Istmo de Tehuantepec soplan vientos de tristeza. Los días pasan lentos para la familia Silva, que ansía el regreso de Agustín. Su padre Lucio recuerda cuando siendo un niño lo acompañaba a sus coberturas informativas.
“Cada vez que salíamos a trabajar, aunque no siempre, le daba por preguntar quiénes eran las personas que estaban, y alguna vez simuló sostener una grabadora, de esas de las de antes, de casete grandote”, refiere sonriente el veterano periodista de 69 años.
Agustín se encuentra desaparecido desde el 21 de enero, sin que hasta la fecha la Fiscalía General del Estado de Oaxaca haya reportado avances en la investigación de su paradero.
Lucio define a su hijo como amiguero y un poco arrebatado: “Su corta edad y su falta de experiencia hacían que quisiera comerse el mundo, no le daba miedo nada”.
El joven de 22 años colaboraba en su ciudad natal, Matías Romero Avendaño, perteneciente al distrito de Juchitán, con el periódico El Sol del Istmo. “Se juntaba con sus conocidos de la Policía o el Ejército y se iba a hacer la cobertura de los hechos policiacos”, cuenta su padre.
Lucio, un periodista respetado, lo aconsejaba y le pedía que se cuidara porque el Istmo es una de las zonas de mayor inseguridad en Oaxaca, un territorio donde se trafica con drogas, migrantes y combustible.
“Pienso que porque estaba chamaco no pensó que algo le pudiera pasar. Yo tengo más de 30 años en esto y sé cómo están las cosas. Y de verdad aquí uno peligra, como pasa en muchas partes de nuestro país”, lamenta.
El domingo de su desaparición, Agustín había bebido en un bar con unos amigos. La ficha difundida por la Fiscalía señala que fue visto por última vez en el callejón del Toro, en el vecino municipio de Santa María Petapa.
Minutos antes de salir rumbo a su casa habló por teléfono con su esposa Paola, madre de sus dos hijas, y contestó los mensajes de Lucio.
“Fueron las horas más largas de mi vida”, recuerda Paola. “Era mi esposo, mi compañero. Mis hijas lo extrañan tanto como yo, nos hemos quedado solas”.
Al día siguiente del secuestro, la Policía Municipal informó a Lucio que habían encontrado abandonado el vehículo de Agustín en el poblado de El Morrito, en el municipio de Asunción Ixtaltepec, en los límites con Veracruz, donde se han localizado ductos clandestinos de extracción de combustible.
El auto llevaba el logotipo de El Sol del Istmo, pero el periódico se deslindó de su propiedad y de tener un contrato laboral con el periodista, asegurando que su padre era el único contratado por la empresa.
Agustín no concluyó el bachillerato. Cuando le faltaba un año para graduarse embarazó a Paola; tenía 17 años. Su papá lo convenció de que colaborara con el periódico para que pudiera tener un ingreso y mantener a su familia.
Primero se desempeñó como repartidor; después, con la ayuda de Lucio, aprendió a redactar y empezó a colaborar con notas policiacas. En casi tres años de trabajo nunca tuvo un contrato y aún menos prestaciones de ley. Su sueldo era de 3 mil pesos quincenales.
Lucio cree que la desaparición de Agustín se relaciona con su trabajo como periodista y con la cobertura, cinco días antes, de un operativo militar en el edificio Ágora, en Matías Romero Avendaño, donde se detuvo a tres personas y se aseguraron armas, drogas y un vehículo.
Tras la publicación de la nota, explica, el reportero fue contactado por alguien que se identificó como integrante de la defensa de los presuntos delincuentes para que declarara a su favor, a lo que se habría negado, pero después le hicieron firmar un documento del que se desconoce su contenido.
El 26 de enero, la Fiscalía estatal determinó que la desaparición de Agustín no estaba relacionada con su labor periodística, sin dar más información sobre el caso.
Ante la inseguridad que existe en la zona, los periodistas han modificado su forma de trabajar, afirma Ivonne Flores, reportera del diario local El Sur. “Avisamos siempre a donde vamos y en algunos casos nos juntamos dos o tres compañeros para reportear, ya no nos movemos solos”. Frecuentemente reciben amenazas de grupos delictivos, expone, por lo que evitan cubrir asesinatos.
Lucio cree que Agustín fue secuestrado por una organización criminal y lo tienen detenido en una casa de seguridad. “Mientras no encuentren un cuerpo y nos demuestren que es el suyo, guardamos la esperanza de hallarlo con vida”.
Este trabajo fue elaborado por el equipo de Reporteras en Guardia y lo reproducimos con su autorización.