Una Semana Santa diferente en Taxco, sin turistas ni penitencias

Texto: Vania Pigeonutt con información de Itzamná Barrera

Fotografía: Itzamná Barrera

10 de abril del 2020

 

Taxco

 

De las calles empedradas donde se erigen casonas blancas con tejados rojos emana el silencio. Lejos y cerca estas casas se ven diminutas, como en escenografías de cine sin actores. Calles y callejones lucen vacíos. También las iglesias. De los vistosos balcones no se asoman los turistas, quienes llenan de bullicio y fiesta la tradición litúrgica más esperada en Guerrero.

 

La Semana Santa en Taxco fue suspendida por la pandemia por Covid–19. Los más de 600 participantes de cofradías y hermandades se quedaron con la mesa puesta. Ya tenían los preparativos para una de las celebraciones litúrgicas más antiguas y famosas de México.

 

Lauro Miguel Castillo Delgado conoce el silencio desde antes. Es un silencio distinto pero tiene conexión con esta semana. Tiene 52 años y entró a la hermandad de los encruzados de Taxco a los 17. Su cuerpo es su disciplina. Cuando ha tenido que callar, calla; ceder, cede; rezar, reza. Los silencios son para Lauro una regla de vida, un acto introspectivo que le ha permitido extender su fe al dolor de su cuerpo.

 

Hace 36 años cuando decidió ser penitente, comenzó cargando espinas, esas varas de zarzamora de 40 a 50 kilos características en estas fechas en Taxco. Las cargan sobre sus espaldas.

 

Los penitentes lo hacen de manera anónima, es decir, cuando van ataviados con sus faldones negros que les llegan a los tobillos y con los rostros mirando hacia el piso se despersonalizan. Son penitentes y hermanos en el dolor. Caminan con cadenas descalzos y en silencio. Cuando Lauro tenía 17 esperó un año su instrucción y a los 18 le autorizaron hacer penitencia, ahora preside la hermandad. Desde entonces no había parado.

 

Luego de tres años como penitente pidió autorización para la flagelación. Tiene 36 años con la cadena y las espinas y 33 años con la flagelación. Pero tiene hermanos, como se llaman quienes comparten esta fe, con casi 50 años ininterrumpidos. Algunos pensaban en retirarse en años pasados. Ayudaban a amarrar a otros, les daban consejo y orientación, pero la pandemia implicó una salida emergente.

 

“Dios obtiene un bien mayor para quienes le amamos. Entonces no dudamos de que esto va a tener algo bueno, algo mejor para todos. Un mejor mundo, una mejor circunstancia”, dice Lauro.

 

Para él la Semana Santa es algo que sobrevive y sirve para recordarse. Por primera vez la gratitud y el perdón se harán en silencio, desde las casas, suspendiendo incluso la penitencia, el sólo hecho de parar su ofrenda corporal, dice, es otra clase de penitencia. Abstenerse es otra ofrenda.

 

“Nosotros hemos llegado a la necesidad de dejar la tradición y convertir el acto de penitencia en un testimonio de fe”, dice. Explica que no pueden delegar la religiosidad popular, porque sus ofrecimientos los hacen dentro de las procesiones. Pero más allá de eso, aunque la penitencia sí es importante, lo más importante es ser mejor como humanos. Esta pausa, comparte, les permite crecer de manera espiritual.

 

 

¿Qué haría un penitente en esta Semana Santa?

Lauro comenzaba el martes, día dedicado a la procesión de las ánimas benditas del purgatorio. Los penitentes caminan en silencio, encorvados, arrastrando una cadena a la que van unidos todos, formando una cruz, la denomina cruceta. Lauro va en la punta, luego un hermano de cada lado, quienes son los brazos. Para completar el poste de la cruz, en la parte trasera, se colocan otros tres penitentes.

Los penitentes recorren en esa posición las calles empedradas de Taxco por cinco horas. Es otro tipo de silencio.

 

Para este martes Lauro piensa en esa procesión y lo importante que es para su vida la penitencia. Para él y los miembros de su hermandad, que son alrededor de 100, significa un sacrificio no poder realizarla esta vez. Los martes de cada Semana Santa llegan al templo de la Santísima Trinidad, que en otros años ya estaría decorado de flores y lleno de feligreses.

 

El viernes por la mañana Lauro participaba en la procesión de las tres caídas, el viacrucis, donde carga un rollo de espinas hasta el ex convento de San Bernardino, donde culmina esta procesión. Por la tarde, casi tres horas después de que termina el viacrucis, participa en la procesión del descendimiento de cristo a su entierro, que sale del ex convento, recorre las principales calles de Taxco, y regresa al punto de partida.

 

Lauro participa en tres ocasiones durante la Semana Santa. Por un tiempo participó también en la procesión de los cristos cargando espinas, que se hace los jueves santos, pero un familiar suyo le pidió integrarse la hermandad, porque tenía una petición especial y se lo permitió.

 

Los días fuertes son el jueves y viernes santo, que es cuando practica la penitencia, por razón del significado de la pasión y muerte de cristo, según explica. El viernes se realizan las tres caídas, la representación del viacrucis, día en el cual también participan cargando los rollos de zarzamora.

 

 

Semana Santa alterna, sin penitencias

“En la generalidad ha sido muy difícil poder aceptar y asimilar que no habrá penitencia, por los riesgos que prevalecen en el medio, en el aire, un riesgo de contagio”, cuenta. Son en total al menos 600 penitentes entre hombres y mujeres de otras agrupaciones. La aglomeración en las calles es un riesgo en sí mismo.

 

Desde 1952 que se realiza esta Semana Santa en Taxco, una réplica de lo que hacían en Cadiz, España, nadie se había planteado suspender las penitencias.

 

Ahora lo hicieron, también suspendieron las penitencias privadas y los llamados penitentes de guardia en las capillas. Nadie sale de sus casas y es con la oración como las solventan.

 

Los rezos y las misas son transmitidos en vivo vía Facebook. Han transmitido la hora santa y rosarios. Lauro explica que eran inviable hacer cualquier penitencia en casas. Pone como ejemplo la compra del rollo de varas de zarzamora: oscila entre 800 y mil pesos, lo compraban entre varios para turnárselos en los trayectos en años anteriores y en éste era inviable por los contagios y por la suspensión, adquirirlo.

 

 

Las cofradías tampoco adornaron iglesias

Daniel Eduardo Valencia Uribe, es presidente de la cofradía de la Santa Veracruz y piensa en el efecto económico que las restricciones institucionales para evitar la propagación del coronavirus conlleva en una ciudad turística como Taxco.

 

La pandemia afectó sus celebraciones litúrgicas, dice, pero también a decenas de taxqueños cuya venta más importante es en estos días llamados santos.

 

Dice que desde el 22 de marzo tenían la esperanza de que no se suspendiera la Semana Santa, que sólo se restringieran las actividades, pero fue imposible.

 

Desde el cuarto viernes, uno previo a la semana mayor, la que esta terminando vieron la poca afluencia de personas. Ese día fue la fiesta del señor de la Santa Veracruz, el nombre de su cofradía en honor al cristo de una iglesia donde sale una de las procesiones. Optaron por cancelarlo todo: el arreglo, vestido, compras.

 

Daniel rememora con nostalgia al inicio de esta semana todo lo que dejó de hacer: limpiar, adornar, salir a las calles. También tiene una reflexión introspectiva: ahora que no puede ir a misa valora las veces que está abierta la iglesia, la proximidad con otros fieles, las pláticas que nunca tienen.

 

Los taxqueños se apoyan entre ellos

Itzamná Barrera, es una estudiante taxqueña que compartió a Amapola. Periodismo transgresor cómo era caminar las calles vacías desde el domingo de ramos, que es el día con el que comienzan formalmente los actos litúrgicos de Semana Santa.

 

Cuenta que sólo se diferenciaba de una temporada normal por los moños rojos en las iglesias. Dice que el San Ramito, como se llama la imagen que pasean por las calles no salió esta vez. Sólo vio unos montoncitos de personas comprando palmas para bendecirlas, frente a la icónica catedral de Santa Prisca.

 

La gente compraba sin medidas higiénicas. No tenían menos de metro y medio entre unos y otros y tampoco llevaban cubrebocas. La gente se juntaba de a poco alrededor de tres vendedoras de palma frente a la iglesia hecha de cantera. Hacían fila hasta que les tejieran sus palmitas.

 

Itzamná dice que fue atípico ver Taxco sin fieles y sin turistas, porque lo cierto es que aunque la celebración es católica, mucha gente toma sus vacaciones de temporada para conocer la tradición taxqueña. Dice que entre las acciones desesperadas de la celebración vio cómo un día una persona convocó en un grupo de compra y venta de Facebook que fueran a una procesión. Otra persona lo hizo entrar en razón y no hicieron más.

 

Este domingo de ramos para Itza fue rarísimo. Recuerda en otros años a la gente caminando desde la iglesia de Tehuilotepec hasta el Templo de Santa Prisca, es decir, cuatro kilómetros y medio o unas tres horas y media. Es una de las procesiones más grandes, previa al jueves y viernes santo, los dos días más importantes de la celebración.

 

Estaban tan vacías las calles que un guía de turistas le ofreció hospedarla, un restaurante para almorzar. Lo tuvo que decepcionar diciéndole que era local. En su recorrido vio moños rojos en las iglesias y hoteles cerrados como la Posada San Javier y el Monte Taxco. Es como si Taxco se hubiese detenido en el tiempo. Una locación grande y vacía.

 

 

Las Lolas regalan comida y esperanza

En esas mismas calles empedradas están África Barrera Alonso y Karen Pérez Barrera madre e hija; hija y nieta de doña Lola, quien inició hace décadas la tradición de regalar comida a gente necesitada.

 

Replicando la idea de doña Lola, la mamá e hija emprendieron un proyecto para los días de contingencia: un comedor comunitario. Aunque la mayoría de actividades paró, ellas vieron como muchos adultos mayores venía de comunidades a recibir sus tarjetas del Bienestar–programa social federal–. Decidieron darles de comer.

 

Los primeros en apoyarlas fueron miembros del Club Rotario al que pertenecen, pero después la solidaridad la recibieron de todos lados.

El dueño del restaurante Gonzalitas les dio el acceso a su sitio ubicado a un lado de la plazuela. El primer día llegaron 40 personas, luego 70; han recibido unas 170 personas.

 

Otras personas les donaron víveres y con eso hasta regalaron despensas. Son conscientes del golpe económico que recibe Taxco por la contingencia.

 

Karen dice que fue idea de su mamá, pero toda su familia participa. Cocinan alambre con espagueti, arroz y frijoles, y sólo piden una cooperación de 10 pesos. Pensaron en llevar comida al hospital general Adolfo Prieto, pero se quedaron en el sitio prestado y sólo sirven para llevar.

 

En la Semana Santa del 2019, Taxco logró una derrama económica de más de 56 millones de pesos, según informó el alcalde Marcos Efrén Parra Gómez, quien para esta temporada adelantó que necesitarán un programa de rescate económico, porque la contingencia por el Covid–19 no sólo a padecen los fieles católicos.

 

 

 

 

Guerrero 2024: elección sin decisión