Su historia refleja la indiferencia de las instituciones creadas para contrarrestar la violencia feminicida
Texto: Margena de la O
Fotografía: Carlos Carbajal y José Luis de la Cruz
1 de abril del 2020
Chilpancingo
La última vez que Danaé se comunicó con su madre fue un día antes de morir, el 10 de enero a las seis de la tarde. Le contó que dejaría a Hilario porque en la casa de su suegro, donde vivía con su pareja, la maltrataban. Otra vez la violencia doméstica la alcanzó. “¡Aaah! Luego le hablo”, le dijo en tono bajito a su madre, como con cierto temor. Después cortó la llamada.
El 11 de enero apareció muerta en la calle Electricistas de la colonia PPS de Chilpancingo. Tenía 26 años. Eran las seis de la mañana cuando unos vecinos vieron su cadáver tirado a unos cuantos metros de la casa de su suegro.
Antes de conocer a Hilario, Dana, como la llamaba su familia, vivió con José Luis, el padre de su hija, a quien dejó porque la maltrataba de manera física y psicológica. Mucho tiempo la atemorizó con arrebatarle a la niña que procrearon. Al final se quedó con ella.
La vida de Danaé con Hilario
Dana se mudó a vivir con Hilario el 22 de diciembre del 2019. Se casarían al año si lograban entenderse. Ese compromiso lo hicieron él y su padre Aureliano, su suegro, el 17 de diciembre que la pidieron con su madre.
La pedida de mano ocurrió porque no le dejó opción a su madre. Varios días insistió que diera fecha y hora, pero la madre, por una extraña razón, evadía el encuentro. No los conocía y tampoco quería hacerlo.
Ese día de diciembre sólo avisó que su novio y su familia los visitarían por la tarde. Llegó Hilario, el suegro y otros dos de sus hijos.
A Hilario lo conoció en la misma colonia donde creció y donde la asesinaron. Él, sus hermanos y su padre llegaron a vivir ahí unos meses antes. Venían de la Costa Chica.
En la última llamada que le hizo a su madre lloró cuando le contó la decisión de dejar a Hilario. La inquietó, porque nunca antes, ni en los momentos de más problemas con el padre de su hija lo hizo. Sabía que algo estaba muy mal.
Cuando Dana le colgó, su madre la llamó y mandó algunos mensajes a su celular, diciéndole que su hija se quedó con ganas de hablar con ella pero ya no contestó.
La madre recibió la noticia de la muerte de Dana por una llamada telefónica de Hilario, minutos antes de que los vecinos la hallaran tirada. Él no pudo explicar qué ocurrió, aun cuando ella se lo exigió.
Tenía un balazo en el pecho y quedó tirada fuera de la casa donde vivió sólo 21 días, los últimos de su existencia.
Esa mañana que la asesinaron algunas personas entraron al cuarto donde dormía con Hilario y vieron un desorden, como su hubiese ocurrido una pelea. También era evidente un olor a líquido de limpieza, con el que intentaron contrarrestar un olor hediondo.
Bitácora de un feminicidio
Dana sorprendió a su madre diciéndole que su nueva pareja y su suegro querían visitarla para pedir su mano. Ella, la madre, se rehusó por varios días a recibir esa visita, que el 17 de diciembre del 2019 no pudo eludir.
El 22 Dana se mudó a vivir con Hilario a casa de su suegro, quien le dio su palabra de casarlos en un año, si es que lograban entenderse como parece en ese tiempo.
Después la madre de Dana salió del estado y se llevó a la niña.
Los términos de convivencia entre Hilario y Dana se notaron pronto, a los 21 días y con resultados irreparables. Dana fue asesinada el 11 de enero del 2020. Por el homicidio están presos su pareja y su suegro.
Colofón
Después del asesinato, José Luis volvió a ver a su ex suegra y le dijo que lamentaba la muerte de Dana. La madre de la joven no le creyó porque él le dio la misma vida.
El 16 de enero, sólo unos días después del duelo por Dana, José Luis regresó con su ex suegra y le quitó a la niña. Se la llevó. Desde entonces la madre de Dana no ha visto a su nieta.
Dana es una de las 43 mujeres que tiene documentada la Asociación Guerrerense contra la Violencia hacia las Mujeres como homicidios dolosos con presunción de feminicidio en los tres primeros meses del año.
Marzo, mes en que se celebró el Día Internacional de la Mujer, es donde más casos hubo: 18. De la semana pasada hasta este martes 31 mataron a siete mujeres, siete probables feminicidios.
Estos últimos días forman parte de un periodo preocupante, según Marina Reyna Aguilar, presidenta de la Asociación, porque son días de cuarentena por una contingencia sanitaria, lo que implica que “muchas de las mujeres víctimas de violencia familiar se tienen que quedar en el encierro con sus agresores”.
Lo peor, compartió la activista, es que no existe una campaña a la par de la estrategia sanitaria para que las mujeres sepan qué hacer en caso de violencia, tal como nunca la encontró Dana.
La vida de Danaé con José Luis
Son varios los episodios de violencia que Dana vivió con él, según el testimonio de su madre, de quien se guardarán detalles, como de otras personas que la ayudaron en esos momentos.
En diciembre del 2017 decidió dejarlo, después de uno de esos episodios, y se fue de Guerrero por unos ocho meses. En ese tiempo trabajó en una tienda de autoservicios, de la misma cadena con la que tenía contrato en Chilpancingo hasta antes de que la asesinaran.
La madre no se explica cómo, pero cuenta que en septiembre del 2018, Dana regresó a Chilpancingo y volvió con José Luis. Sólo pasaron dos meses para que le diera la vida de antes: en noviembre la golpeó.
De esa agresión existen fotografías, donde a Dana se le ven moretones por varias partes del cuerpo, como en la cara. Ella pidió asesoría, quería dejarlo y estaba dispuesta a denunciarlo.
En marzo del 2019, Dana comenzó a buscar ayuda institucional para separarse de José Luis sin que le quitara a su hija. Para eso visitó varias áreas de gobierno, muchas de ellas de asistencia para mujeres violentadas, donde nunca encontró respaldo.
Comenzó su peregrinar, recuerda su madre, en el Hospital General Raymundo Abarca Alarcón, porque alguien le dijo que desde ahí podían canalizarla a una área de asesoría, pero se dio cuenta que ahí no debió iniciar su camino.
Después se acercó al DIF-Guerrero y la mandaron a presentar la denuncia al Ministerio Público que está en calle Adrián Castrejón, Cuauhtémoc sur. En ese lugar le dijeron que mejor buscará asesoría directo en la Fiscalía General del Estado (FGE), donde hay una fiscal especializada en Delitos Sexuales y Violencia Familiar.
La madre de Dana no tiene claro por qué y con quiénes fueron, pero en la búsqueda de esa área especializada acompañó a su hija a unas oficinas que están en calle Tulipanes de la colonia Los Sauces, donde la joven se entrevistó con alguien y le contó los abusos de su pareja. La enviaron a la Secretaría de la Mujer (Semujer), ubicada en el edificio Vicente Guerrero, sobre la avenida Juárez.
En la dependencia tampoco avanzó y la mandaron al Centro de Justicia para las Mujeres, que en Chilpancingo está ubicado en la avenida México de la colonia La Cinca, al sur de la ciudad. Su madre cuenta que en la Semujer volvió a ver a la abogada a la que ella acudió cuando se separó de su esposo, el padre de Danaé, pero al igual que hace algunos años, poco la ayudó.
En el Centro de Justicia para las Mujeres, Dana tuvo una asesoría de casi dos horas. La madre no sabe exactamente con quién, porque ella no entró, pero de lo que sí tiene detalles es el semblante de su hija al salir.
Estaba afligida, triste, desilusionada. “Mami, ya no voy a ganar a la niña, se la voy a entregar”, recuerda que le dijo Dana. Aun con todas las puertas tocadas “no había garantía de que ganara”.
En abril de 2019, después de valorarlo, a partir de la poca probabilidad que le dieron en las dependencias de gobierno, Dana ya separada de José Luis, decidió entregarle la niña, quien también tenía a su cargo a otros tres hijos mayores. Él era varios años mayor que ella y estuvo casado antes.
En los meses siguientes Dana trabajó y pasó pensión para su hija, con quien convivía con periodicidad. La podía llevar a su casa y después la regresaba. Cada vez que la veía se angustiaba porque estaba sucia y descuidada.
Para octubre, José Luis ya tenía otra pareja y Dana vio el momento de recuperar a la niña. Su madre, con su autorización, se la llevó por un largo periodo a casa de sus padres en Costa Grande.
En diciembre que volvió a Chilpancingo con la niña, supo que Dana también tenía otra pareja, Hilario, un vecino en la colonia PPS, a quien poco conocía.